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El jardín de Jeannette (Une vie) (**1/2)

9 octubre 2017

En 1819 una joven normanda, que acaba de terminar sus estudios escolares en un convento, se casa con un vizconde local. Con el paso del tiempo, sus ideales y sus sueños se desmoronan a causa de un marido infiel y de un hijo libertino que se encuentra a punto de dilapidar todo el patrimonio familiar.

Une vie, título original de esta producción, se corresponde con la primera novela de Guy de Maupassant. Se trata de una adaptación de Stéphane Brizé, cuya última película, La ley del mercado, se alzó con el Premio a la Mejor Interpretación en Cannes gracias al trabajo de Vincent Landon. De nuevo, el cineasta de Rennes ha acertado plenamente con su protagonista, Judith Chemla, quien sobresale en este drama de época, que se alimenta de flashbacks y saltos de tiempo hasta exigirle ser una muchacha de diecisiete primaveras y toda una mujer de cuarenta años, saliendo airosa en cada uno de estos aprtados.

De acuerdo a los textos de la época, nos encontramos con un drama. En esta ocasión protagonizado por Jeannette, hija del barón Simon-Jacques le Perthuis des Vauds –Jean-Pierre Darroussin– una chica que acaba de concluir sus estudios en un convento y tiene muy claros cuáles son sus sueños y sus ideales. Su existencia parece fluir con viento de cola cuando se desposa con el vizconde Julien de Lamare –Swann Arlaud- con la bendición del barón y de su esposa Adélaide –Yolande Moreau-.

Sin embargo, la vida de la protagonista dista mucho de ser un camino de rosas. Alejada de los parámetros de la novela de comienzos del siglo XIX, no se convertirá en una mujer casquivana o liberal, sino que aguantará con estoicismo los devaneos amorosos de su promiscuo marido, empeñado en engañarla continuamente. No solo eso. También su único hijo, Paul –Finnegan Oldfield-, elevará su sufrimiento al tratarse de un personaje despilfarrador que pone en absoluto riesgo el patrimonio familiar.

Hasta desposarse con Julien, se entretenía en el jardín de sus padres, que procuraban prepararla para su vida futura, aunque la apertura que preconizaban no resultó suficiente. Desde la noche de bodas se tuerce su matrimonio, hasta encontrarse con un marido voluble, tacaño y violento que, entre sus conquistas extramatrimoniales, anotaba a Rosalie –Nina Meurise- y Gilberte de Fourville –Clotilde Hesme-, que se decía una buena amiga de Jannette. A pesar de todo da a luz prematuramente a Paul, que mostró problemas de salud desde pequeño, y también fue madre de una niña, que nació muerta el mismo día en que Georges de  Fourville –Alain Beigel- se vengó del amante de su esposa.

Sola y arruinada por las deudas de su hijo, Jeannette envejece prematuramente, dando lugar a que la propuesta avance y retroceda en el tiempo, modificando el original de Maupassant ya que, en este caso, todo sucede a ojos y recuerdos de la protagonista. Así es como se luce Judith Chemla, quien nos hace soñar como una adolescente y nos hace sufrir como una mujer madura, resignada, que desea encontrar la más mínima válvula de escape para reconciliarse con el mundo y reencontrarse a sí misma. Hace bueno el final de la novela, cuando el autor escribía que la vida nunca es tan buena o mala como uno se cree.

Brizé, que muestra una especial predilección por los personajes que valoran la vida humana, ha elegido una puesta en escena que se aparta de las narraciones típicas decimonónicas. El guion nos sitúa inicialmente en 1819, y nada lo contradice. Su director se mueve con soltura pero alejándose de los cánones. El enfoque transcurre en unos parámetros casi cuadrados. Carece de planos abiertos y de los países típicos. Quizá pretenda con ello demostrar la falta de horizontes de su personaje central, constreñido a vivir una realidad próxima sin que pueda salir de esa reclusión anímica cada vez más pesada.

Los planos cortos se fijan constantemente sobre su protagonista, de hombros hacia arriba. Casi claustrofóbicos, porque la historia discurre conforme a su punto de vista. Brizé quiere indagar dentro de su personaje, llegar hasta el fondo, aunque lo consigue más en la forma que en el fondo. Podríamos catalogar esta película como muy personal, pero mucho más en lo que respecta a su envoltorio. El guion presenta altibajos, salvados por la fortaleza de su actriz, y la cámara en mano da una sensación de movimiento analítico ausente en las producciones de época. Una innovación que se agradece en algunos pasajes y que resulta menos digerible en otros.

From → Cine

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