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The Square (***1/2)

9 noviembre 2017

El encargado de la conservación del Museo de Arte Moderno de Estocolmo respalda las causas humanitarias y prepara una exposición que resalta el altruismo. Cuando le roban su cartera y su teléfono se encuentra metido accidentalmente en una espiral opuesta a sus principios pero que tendrá consecuencias imprevisibles.

Después de ganar el Premio Especial del Jurado en Cannes con Fuerza mayor -2014-, Ruben Östlund se alzó con la Palma de Oro del certamen de la Costa Azul con esta propuesta. Una vez más, el cineasta sueco explora una serie de límites que, en este caso, tienen que ver con la resistencia humana pero, principalmente, con los de la corrección política y los extremos lógicos de la libertad de expresión. La historia se compone de secuencias que podrían tener vida propia, pero que conjuga en una primera parte espléndida, incómoda y cinematográficamente muy elevada. Cuando se acerca a las dos horas de proyección, lo que significa las tres cuartas partes del film, todo se hunde de repente. Öslund se vuelve repetitivo y sus mensajes moralistas resultan redundantes.

Christian –Claes Bang- es un padre separado y conservador de un Museo de Arte Moderno de Estocolmo. Prepara una exposición titulada The Square, original de la artista argentina Lola Arias, que ensalza el altruismo y la ayuda entre los seres humanos. Él mismo se muestra comprensivo con los mendigos que pueblas las calles de la capital sueca y ayuda a un transeúnte a proteger a una mujer que huye de su pareja. Poco después, advierte que le han robado el teléfono y la cartera. Un dispositivo de búsqueda le señala que su móvil se encuentra en un edificio del extrarradio. En cada uno de los buzones deja una nota de advertencia, una velada amenaza para que le devuelvan sus pertenencias.

Mientras, dedica tiempo a sus hijos y la preocupación por los documentos perdidos le lleva a bajar la guardia con respecto al anuncio de la próxima exposición, cuya protagonista es una pequeña mendiga cuyo cuerpo acaba explotando dentro del cuadrado que significa el epicentro de la muestra. El vídeo también le estalla a él en las manos, lo que se advierte en una conferencia de prensa muy agresiva donde se exploran los extremos tanto del arte como del periodismo.

Como ese aspecto, todo se lleva al límite, como la fiesta de lujo con una perfomance agresiva y dramática. El problema es que cada una de las secuencias están alargadas, debido a lo cual se pierden muchos de los efectos que su creador intenta conseguir. Si pretende dejarnos con la boca abierta, lo consigue al principio. Sus imágenes son vigorosas, la puesta en escena le define como un gran artista. Incluso los sonidos que rodean cada plano, con bebés llorando, perros o ruidos exagerados en el museo. Secuencia por secuencia, cada una resulta impecable, pero todas hilvanadas terminan por desencantar y desembocan en un sentimiento de hastío.

Vayamos con algunos ejemplos. El encuentro sexual entre el protagonista y una redactora llamada Anne –Elisabeth Moss-, con la que mantiene una hilarante entrevista al inicio, resulta de lo más atractiva, pero no tanto como el niño castigado por sus padres al creer que ha sido el responsable del robo de la cartera y el celular. Diálogos que causan tanta sorpresa como divertimento dentro del drama que representa. Sólo con imágenes también sabe crear arte, como la búsqueda en la basura de un número de teléfono mientras cae una fina pero impenitente lluvia.

Y así llegamos a la parte final, al supuesto desenlace, porque la película podría durar a ese paso un par de horas más. Ya hemos visto muchos mendigos y la posición de Christian con respecto a ellos. El director ha indagado en los límites políticos, en los de la libertad de expresión, en las reacciones políticas y sociales. Hasta ahí, la parte positiva, la que permite que el film brille y alcance cotas muy elevadas. Lo malo es que Östlund se mira demasiado al ombligo.

El cineasta se muestra egocéntrico, repetitivo y obsesionado porque sus mensajes y posturas queden bien definidas. A lo largo de los primeros minutos de duración está última premisa quedaba clara. No hacía falta repetirlo con nuevas secuencias que, como todas las del film, están evidentemente alargadas. No creemos que esa fuera la intención de Östlund. Si es así, si pretendía que nos sintiéramos incómodos en la butaca, ha errado porque únicamente lo consigue en parte. Lo que cuenta y como lo cuenta tiene suficiente fuerza de por sí. No hace falto insistir ello. El metraje es tan exagerado como parco el montaje. Se ha desperdiciado una obra de arte porque así lo ha querido su responsable.

From → Cine

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