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La Chana (***1/2)

10 noviembre 2017

Antonia Santiago Amador, más conocida por La Chana, fue un referente en el baile flamenco durante los años 60 y 70. Su fama trascendió fronteras e, incluso, tuvo la oportunidad de trabajar en Hollywood, pero se alejó de los tablaos de forma repentina. Regresó sin alcanzar el mismo éxito y ahora repasa su vida en este documental.

Los aficionados al flamenco se estremecen cuando se nombra a La Chana. Para muchos, es la actual reina gitana. Los más jóvenes puede que hayan olvidado su nombre, pero siempre permanecerá en la memoria su arte autodidacta. Por su baile, intuitivo, eléctrico y vertiginoso, fue designada la continuadora natural de Carmen Amaya, y dicen los puristas que nadie ha ocupado su lugar hasta ahora.

Cuando Lucija Stojevic, cineasta croata, criada en Austria y Formada en Edimburgo antes de fundar en Barcelona una productora dedicada a los documentales creativos, descubrió a La Chana se preguntó las razones por las que no se le había rendido el homenaje que esta mujer merecía. También se interrogó por qué no se habría recreado su carrera a través de un documental. Quizá, porque en España nos ha gustado rendir pleitesía a nuestros ídolos de la misma forma que los hemos dado de lado desde que comenzaban su ocaso. En el caso de esta bailora puede que influyera también que su momento más álgido y su adiós repentino coincidiera con un momento histórico que, tras décadas de depresión, se quitaba el corsé y renegaba de una serie de estilos que se los habían inculcado por la fuerza.

Probablemente, ese es el único aspecto que falta en este documental sobre la vida de Antonia Santiago Amador, nacida en 1946 en Hospitalet de Llobregat en el seno de una humilde familia gitana. Fue autodidacta en un arte que forjó escuchando la radio y captando sin cesar el ritmo de las canciones. Como explica ella misma, el ritmo lo es todo. Hay que tenerlo en la cabeza y gracias a él puedes expresar libremente lo que llevas dentro.  Ahora disfruta de una vida tranquila en su casa de Cataluña, enseñando y reviviendo sus momentos de gloria junto a sus mejores amigos, ya sean profesionales o compañeros de la calle cuando eran chiquillos.

Fue una mujer castigada por la vida, pero especialmente por el machismo. Por un marido insensible e intransigente tuvo que retirarse una primera vez cuando estaba en la cúspide y Hollywood le abría las puertas después de haber trabajado en The Bobo, 1967- junto a Peter Sellers. Tenía entonces 32 años y como bien dice Antonia, él era mi dueño y yo su sierva. Regresó con fuerza aunque con menos nombre, diluida en Cumbre Flamenca, y su segundo retiro fue por amor. Casi se había olvidado de los escenarios cuando le llegó el momento de protagonizar esta coproducción entre España, Islandia y Estados Unidos, una vez recaudados los doce mil euros para ponerla en marcha mediante crowdfounding. Castigada por su profesión, y superando los setenta años, este regreso, dice, le ha devuelto a la vida, pero también implica un nuevo adiós profesional que suena a definitivo. También ha contado con el apoyo de Luis Adame, propietario del Tablao Fllamenco Cordobés de Barcelona.

Explica sus comienzos, cuando tenía diecisiete años y se encontraba inmersa en una restrictiva sociedad paternal. Su tío quedó admirado cuando se arrancó a bailar un tanguillo de forma inesperada. Era puro arte, rabia y técnica, la que había emanado de su cabeza. Su velocidad, impresionante. El taconeo era tan vertiginoso que, como explica Antonio Canales, andando el tiempo muchos guitarristas profesionales rehusaban tocar con ella porque incapaces de seguir sus compases. Siempre innovando, creando sonidos y pasos. En un momento del documental explica a una alumna una serie de movimientos. Qué complicado, dice esta última. Pues es lo más fácil que te puedo enseñar, replica La Chana.

El film está salpicado de actuaciones de una artista que no ha tenido continuación hasta ahora en el baile flamenco. Momentos inolvidables que hablar por sí solas de su técnica y habilidad. Su dialéctica es otro gran descubrimiento. Explica con naturalidad de donde viene su nombre, debido al lenguaje gitano, la que conoce, como a un miembro de su familia, El Chano. Se encuentra con gentes que conoció de niña con quienes disfruta cantando y taconeando, o se regocija invitando en su casa a viejos conocidos. No para nunca de mover sus piernas. Si su cuerpo le frena, sus pies y su cabeza siguen creando, haciendo arte.

Una trabajo más que digno, nominado a los Premios del Cine Eujropeo, que recupera uno de los grandes talentos de una España que se ha ido olvidando. Ahora las cosas han cambiado mucho, dice. Antes pensaban que las mujeres no teníamos alma y no nos dejaban ni votar. Acoge con los brazos abiertos a sus amigos y muestra la misma sinceridad que cuando evoca algún anécdota, como aquel Salvador Dalí que acudía a verla cada noche junto a dos leopardos que ponían de los nervios a la bailaora. Un personaje a descubrir en el plano humano y a recuperar en el artístico. Gracias a este trabajo, podemos conseguir las dos cosas.

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