Saltar al contenido

Algo muy gordo (1/2)

12 noviembre 2017

Cine dentro del cine. Durante el rodaje de una historia de ciencia ficción, se repasan las dudas y las tomas de decisioness del director, los actores y varios de sus técnicos más destacados en una propuesta de falso documental. Mientras, su protagonista debe enfrentarse con un problema mayúsculo fuera del plató.

Me da la sensación de que esta película quería ser una comedia más o menos disparatada y terminó convirtiéndose en una extraña propuesta surrealista con referentes como La noche americana o Ed Wood. Y eso que sus responsables no conocían aún The Disaster Artist. Lo malo es que por mucho que sus mentores perseveren no alcanzan ni por un momento la talla artística de los ejemplos referidos.

En principio, se hablaba de Berto Romero junto a Antonio de la Torre e Imanol Arias para presentar una historia en la que un profesional que goza de un éxito reconocible gracias a la televisión, es protagonista de un error administrativo y se ve obligado a cursar nuevamente el octavo curso de EGB. A medida que pasan los días se vuelve más gordo y asume que hay ciertas cosas que no puede hacer porque es menor de edad. Su esposa también se niega a tener relaciones con él. El resultado, sin embargo, es meridianamente distinto.

La síntesis de esa propuesta aparece salpicada a lo largo de la cinta, pero no se corresponde con su línea principal. La conjunción entre el director Carlo Padial y Berto Romero dio como resultado un guion conjunto, que busca el humor a través del surrealismo sin llegar a conectar con él. Hay un pasaje en el que el actor principal dice que necesita ver a la gente riendo, ya sea el propio operador de cámara o los asistentes a un show, para saber que está conectando con el público. Si fuera por mi reacción al ver la película, sentiría que ha dado un paso en falso.

La propuesta, con la excusa del rodaje de una cinta de ciencia ficción es pasar lista a los miedos y a las colaboraciones durante la convivencia artística. Se hace en forma de falso documental, y cada uno de los creadores tiene su propio espacio. El director se auto justifica diciendo que busca siempre la originalidad y que por ese motivo se guarda secuencias o diálogos hasta casi el momento del rodaje. Se cree que es el único en obrar de esa manera y que por eso se come una mandarina en la habitación de un hospital mientras su mirada está ausente y su mente escudriñando nuevos planos.

El film es tan autocomplaciente con Romero y Padial que, inconscientemente, en su propuesta extrañamente onírica, no pueden ocultar sus egos, como los anteriormente referidos. Incluso, pretenden justificarse. Un texto sobrescrito nos recuerda que  Berto Romero protagonizó la película más taquillera de los últimos doce meses y que Padial dirigió su ópera prima –Taller Capuchoc- con un presupuesto de 200.000 euros. ¿Hacía falta recordarlo, o simplemente es mala conciencia? Tampoco era necesario insistir en que el personaje principal es un periodista y actor famoso, que tiene tres hijos a los que no dedica el tiempo que desearía.

La primera sinopsis flota en el film, con la presencia de Carolina Bang como esposa del protagonista, y luego como compañera de clase preferida, y la de Javier Botet representando al funcionario que le da la noticia a Berto de que sigue siendo un niño y no puede trabajar, ni conducir, ni firmar u cheque. Por eso ha de regresar al colegio, ahora dirigido por un maestro al que da vida Carlos Areces, y en el que los alumnos están representados enanos. Siempre sobre un fondo verde para que el croma permita refrendar el film en postproducción con los necesarios efectos visuales.

El surrealismo que preside esta propuesta se fagocita a sí mismo. Si pensamos en un documental, tiene mayor interés, pero sabemos que es ficción cuando, en uno de los pasajes más interesantes del film, Berto Romero tiene celos de Miguel Noguera, traído por el director para azuzar a su estrella y que no se durmiera en los laureles. Nadie fuera de la pantalla puede pensar que, en ese contexto, el protagonista pudiera ser relevado. El film intenta reírse de sí mismo y lo que consigue es presumir fatuamente de texto y de contexto. De forma soterrada, se expresan vanidades, celos y miedos sin que se tenga la suficiente valentía como para mostrarlos abiertamente. El humor camufla muchas cosas, y permite decir las verdades del barquero, pero cuando el humor cojea en una comedia, el resto amenaza ruina.

From → General

Deja un comentario

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.