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Musa (*1/2)

13 noviembre 2017

Un profesor universitario sufre una pesadilla recurrente en la que ve un asesinato ritual. La casa y el crimen donde se perpetra existen realmente y en ella se encuentra con una joven que ha padecido el mismo sueño. La historia les conecta con siete musas, cada una de ellas con un atributo especial, y la maldad como objetivo común. Una coproducción internacional con Jame Balagueró al frente, un realizador que ha demostrado a lo largo de su filmografía moverse con soltura dentro del género fantástico y cuya última puesta en escena es una adaptación de La dama número trece, novela de José Carlos Somoza, protagonizada por un profesor universitario que sufre una pesadilla recurrente en la que presencia un triple asesinato cruel que se perpetra en una casa señorial. En la versión fílmica solamente tiene lugar un asesinato, el de Lidia Garetti –Leonor Watling-, pero antes asistimos al amor que se profesan el protagonista, Samuel Rulfo –Elliot Cowan-, un profesor universitario apasionado de Dante y Beatriz –Manuela Vellés-, una alumna del mismo centro. En el texto literario, Samuel está casado con Susana, pero en la pantalla se reemplaza por otra profesora –Franka Potente-, experta en literatura inglesa. Beatriz, profundamente enamorada, se suicida y la historia da un salto de doce meses para mostrarnos a un Samuel alcohólico y desaliñado. En entonces cuando aparecen lugar las pesadillas. Cuando lee en las noticias que se ha producido un asesinato en condiciones similares a sus ensoñaciones decide acudir a la mansión donde ha tenido lugar el asesinato. Allí se encuentra con Rachel –Ana Ularu-, quien ha padecido el mismo problema. Samuel encuentra una foto antigua, fechada en 1968, que hace referencia a una enigmática sociedad de escritores llamada El Círculo Blanco. Después, ambos acceden a una cámara oculta donde, dentro de un armario, encuentran una extraña escultura. Dentro, almacena un imago –Akelos en el libro-, escultura antropomórfica que está relacionada con una de las siete musas. Con la ayuda de Susan, el profesor consigue acceder al único superviviente de  El Círculo Blanco, el profesor Rauschen –Christopher Lloyd-. Poco a poco, se van desgranado las interioridades del enigma. Cada una de las musas, con su atributo especial, tienen la facultad de intervenir en los seres humanos al recitar versos de poemas escritos por grandes literatos que, se supone, entraron alguna vez en contacto con estos seres sobrenaturales que, a cambio de conceder la inspiración, exigen un alto precio, siempre relacionado con el mal. Entre ellas tienen sus propias reglas, como no alumbrar seres humanos, cuya transgresión lleva aparejada castigos eternos. La solución pasa por encontrar a la que se esconde, pero la tarea no es fácil. Para desarrollar su propuesta, Jaume Balagueró se deja bastantes cabos sueltos. Coloca la cámara con destreza, pero combina de forma aleatoria los ambientes, pasando de la niebla a un escenario totalmente soleado bastante difícil de encontrar en Irlanda, donde se desarrolla la acción. Hay siete musas, pero realmente no se explican sus orígenes, no se referencian todas, y la presencia de una niña en compañía de una de esas deidades, Jacqueline –Joanne Whalley- es un enigma, como la insistencia en abusar de las cucarachas para representar el mal. Hubiese bastado con profundizar en los textos escritos en la piel de las víctimas, de por sí un detalle altamente tenebroso. Algunas historias colaterales tampoco ayudan, salvo en la extensión del metraje. Rachel está inmersa en una red de prostitución y trata de blancas, pero ese detalle, desarrollado sin mucho énfasis, no parecía necesario salvo para incluir una escena de contenido erótico y otra de acción. La relación de Samuel con la bebida tampoco se explica de forma convincente. Ahora arroja el contenido de una botella por el fregadero y más tarde lo encontramos bebiendo a sorbos una buena ración de alcohol. Acompañados de una partitura elegantemente funcional de Stephen Rennicks, se salvan los actores, que se ajustan a sus papeles y los sacan adelante con holgura. La cinta funciona mejor como thriller que cuando se sumerge en el terror. Aunque Balagueró domina el género, no resulta eficiente, pretendiendo compensar con sus imágenes las lagunas de un guion que no hace justicia a la novela y que se despista a sí mismo después de un arranque bastante prometedor.

From → Cine

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