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Perfectos desconocidos (***)

30 noviembre 2017

Teléfono en la sobremesa

Cuatro parejas que se conocen desde hace años se reúnen a cenar. En la sobremesa proponen iniciar un juego, que cada cual deje sus teléfonos móviles sobre la cena y que todos puedan participar de los mensajes, conversaciones o llamadas de cada uno. Distintos secretos que afectan a los comensales se ponen de manifiesto.

El año pasado el italiano Paolo Genovese presentó en sociedad Perfetti sconosciuti, un film que le proporcionó un gran éxito de taquilla y un fuerte respaldo internacional. Casi de inmediato se negociaron remakes en varios países, entre ellos España, y ha sido el director Álex de la Iglesia, apoyándose en un guion de Jorge Guerricaechevarría, su habitual colaborador, quien se ha encargado de filmarlo. Con El bar todavía reciente, se puede imaginar que se trata de un trabajo de encargo, pero la historia se nutre de muchas de las habituales propuestas que podemos encontrar en la filmografía del cineasta vizcaíno.

Una pareja en crisis, compuesta por Alfonso –Eduard Fernández-, un cirujano plástico, y su esposa Eva –Belén Rueda-, se preparan para recibir a sus invitados, unos amigos a los que conocen desde hace años. Eduardo –Eduardo Noriega- es taxista y llega con su esposa Ana – Dafne Fernández- con quien se ha casado hace menos de un año. Antonio –Héctor Alterio- es abogado y su esposa se llama Blanca –Juana Acosta-. El último de los invitados es Pepe –Pepón Nieto-, que llega sin su pareja actual después de haberse divorciado pocos meses atrás y de haber perdido su empleo con profesor de educación física en un colegio.

La velada se presume aburrida, pero hay un elemento exterior con el que no contaban. Un eclipse que favorece la aparición de una luna roja. Los animales se alteran y la gente parece más nerviosa. Entre conversaciones banales, se llega a un punto de no retorno, aunque en el transcurso de la noche alguien dijo que a veces hay que dar un paso atrás para continuar adelante. Se propone un juego, parejo al infantil de decir la verdad pero con nuevas tecnologías. Todos deben de dejar su teléfono sobre la mesa y contestar las llamadas con el altavoz puesto. Si se trata de mensajes de texto o voz, todos deben leerlos.

El primer afectado será Antonio, quien recibe todas las noches una foto de su amante. Como quiera que su teléfono es igual al de Pepe consigue intercambiarlo por lo que el profesor de educación física pasa por tener un flirteo con una atractiva mujer capaz de lucir su cuerpo en posturas acrobáticas. Mientras, el abogado tendrá que hacer frente a mensajes elevados de tono y una conversación con un hombre que dice que añora sus besos. La situación empieza a hacerse insostenible, pero las verdades que se descubren van en aumento. Alfonso aconseja a su hija Sofía –Beatriz Olivares- sin que su madre, que es psicóloga, lo sepa. Pero ella se operará los pechos con otro especialista.

El matrimonio compuesto por Blanca y Antonio tiene también sus secretos al margen de las fotos nocturnas que recibe el letrado. La mujer tiene una relación virtual con un desconocido con el que se intercambia frases de amor que, en algunos casos, elevan la temperatura. La joven Ana es la más perjudicada porque Eduardo ha dejado embarazada a la receptora de los mensajes de Radio y Taxi y, además, se acuesta con Eva, la anfitriona. En ese ambiente, Pepe, el hombre al que todas las mujeres desearían, tiene que confesar su homosexualidad.

Las diferencias entre la propuesta de Genovese y la de Álex de la Iglesia apenas varían en la puesta en escena. Aunque el grueso de la acción se desarrolla en el comedor, las salidas a la terraza y al pasillo te hacen olvidar de que la cámara tiene que circunscribirse a cuatro paredes. Todo un mérito que habla del oficio del español. El guion presenta algunas diferencias en los oficios de sus protagonistas, aunque se mantiene el de Alfonso porque influye en la trama. La divergencia más evidente se aprecia en el desenlace. Algunos de los elementos con los que concluye la italiana se han incluido en medio de este remake y la secuencia final no por manida resulta menos atractiva.

Una comedia negra que encaja dentro de los gustos de Álex de la Iglesia. Una historia en la que nadie muere y en la que no hay puñaladas o disparos. Sin embargo, la tensión acumulada es tanta que los comensales caminan muchas veces al borde del precipicio. Una propuesta que nos hace recapacitar sobre si en realidad la información con nuestros amigos o parejas es realmente sincera y si fluye en la misma intensidad en ambos sentidos. Un mensaje que se proyecta desde el lado más cómico. Las carcajadas afloran de forma constante y la película está condenada a ser un éxito en taquilla. Por sus valores fílmicos, por la alegría que transmite al espectador y porque esta vez De la Iglesia no se encuentra una historia coral en la que sobren secuencias o se enrosque en la parte final buscando una mejor solución que no siempre encuentra. A veces hay que dar un paso atrás para seguir adelante.

From → Cine

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