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El viaje de sus vidas (Leisure Seeker) (**1/2)

20 marzo 2018

Con la meta en el horizonte

John y Ella Spencer son dos octogenarios que llevan viviendo juntos medio siglo. Un buen día, deciden coger su vieja caravana y marcharse hacia Florida con la intención de visitar la casa de Ernest Hemingway. El marido está aquejado de alzheimer en un grado importante y su esposa da síntomas de estar afectada por un cáncer terminal.

Cuando alguien acepta que has llegado al final tiene dos posibilidades: quedarse en una vía muerta o llevar a cabo una escapada con la intención de llegar a una meta por superar o cumplir un sueño por el momento no alcanzado. Los protagonistas de esta primera producción rodada en inglés por el italiano Paolo Virzi han optado por el segundo supuesto. Así venía definido por el texto literario original, la novela de Michael Zaddorian en la que se basa el film.

Después de otro viaje realmente alocado que Virzi retrató un año antes en Locas de alegríaLa pazza gioia­-, ahora llega el turno a un recorrido por la Costa Este de Estados Unidos en busca de la casa museo de Ernest Hemingway, en Florida. Parece que el cineasta le hubiere cogido el gusto a ese estilo de road movie tan singular y que repitiera propuesta, aunque también se podría considerar un supuesto casi contrario, que la producción protagonizada por Valeria Bruni Tedeschi y Micaella Ramazzotti fuese un ensayo para una obra con ínfulas más pretenciosas.

Si las dos mujeres representaban el mundo ficticio de una condesa que creía estar en una posición predominante la que nunca gozó, y su compañera era una muchacha vulnerable, introvertida y misteriosa, ambas tienen puntos en común con el matrimonio Spencer. John –Donald Sutherland- es un profesor jubilado de literatura capaz de recitar fragmentos enteros de la obra de Hemingway o Herman Melville pero aquejado de alzheimer en estado muy avanzado. Tanto, que apenas es capaz de recordar un episodio reciente. Su esposa Ella –Helen Mirren- oculta con el maquillaje y una peluca un cáncer terminal cuyos dolores mitiga con güisqui canadiense y distintos medicamentos.

John es capaz de ofrecer una clase magistral mientras repite sin descanso que quiere una hamburguesa. No sabe a dónde va, pero conduce una vieja autocaravana Winnebago del 75 a la que bautizaron en su día como Leisure Seeker. Con ella cumplieron sus mejores viajes de vacaciones junto a sus dos hijos, Will –Christian McKay- y Jane –Janel Moloney-. Ella se encarga de dirigir las operaciones puesto que tiene muy seguro el destino. Para tranquilizar a sus hijos les llama desde un teléfono público porque no quiere dar pistas sobre su itinerario. Incluso, abonan sus gatos con dinero en efectivo para que no puedan rastrear sus tarjetas de crédito. Ahora, vehículo y ocupantes cubren la distancia que separa Wellesley, en Massachusetts, de Cayo Hueso. Todo apunta a que será su último viaje.

Con muchas situaciones tramposas, una puesta en escena sobradamente eficiente y un trabajo interpretativo descomunal a cargo de los dos actores que encabezan el reparto, la película gusta más cuanto mayor sea la edad del espectador. Para un joven le resultará incluso hueca, pero a medida que se cumplen años, la propuesta suena más sentimental y agradable. Los personajes protagonistas son octogenarios y ese podría ser el límite. A cualquier persona de esa edad, viendo que se su vida se apaga, le gustaría llegar a la recta final de la misma forma que a John y Ella. Incluso, aunque tengan que pasar por ciertas revelaciones que ponen a prueba su cohesión como pareja.

Se trata de un viaje maravilloso, con paradas en campings que parecen estacionamientos de cinco estrellas, y con todas las comodidades gracias a la Leisure Seeker. Cuando se presentan adversidades, como unos muchachos que pretenden atracarles, se solventan con facilidad, y si se plantean situaciones imposibles, véase el momento en que Ella pretende dejar a su marido en una residencia, se busca la fórmula de no llamar demasiado la atención para que no chirríe. Siempre, bajo el manto protector de Virzi, capaz de extraernos una sonrisa en los momentos más trágicos. Lástima que sea menos original en la elección de las canciones de los setenta, entre las que Me and Bobby McGee, interpretada por Janis Joplin, es la más recurrente.

La propuesta se deja muchas cosas en el tintero por mor de centrarse únicamente en su pareja protagonista que, a la vista del trabajo de Sutherland y Mirren es un acierto. Ubicada en plena campaña por la presidencia de los Estados Unidos, desaprovecha la oportunidad de arremeter contra Donald Trump y/o Hilary Clinton, a quienes se hace referencia durante la proyección. Los personajes de Will y Jane, los hijos, quedan disminuidos. De él sabemos que es un homosexual presuntamente no muy declarado y ella se ha quedado por debajo a la hora de seguir la carrera de su padre. Da la sensación de que la película discurre por una autopista falsa, como cuando se cierra al tráfico para un rodaje y solo se permiten utilizar el asfalto a los equipos técnicos y artísticos.

From → Cine

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