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Ready Player One (***)

7 abril 2018

La realidad es lo único real

En el año 2045, tras superar una serie de contiendas, el mundo ha cambiado sustancialmente. La mayoría de la población se entretiene con un juego de realidad virtual llamado Oasis, creado por un fan de los años 80. A su muerte, deja su legado para aquel que resuelva los enigmas planteados dentro de ese universo ficticio.

Llamaba poderosamente la atención el hecho de que Steven Spielberg hubiera presentado a finales del año pasado Los papeles del PentágonoThe Post- y anunciase otra película para tres meses después de la que únicamente se sabía que era una adaptación de la novela Ready Player One escrita por el estadounidense Ernest Cline. Lo cierto es que inicialmente estaba previsto que su estreno tuviese lugar a mediados de diciembre, pero se pospuso para que no coincidiera su presencia en las pantallas de todo el mundo con la última entrega de la saga de Star Wars.

Conocemos a Wade Owen Watts –Tye Sheridan-, un muchacho que perdió a sus padres cuando era pequeños y que vive con su tía en un barrio marginal de Columbus (Ohio) conocido como la torres y en el que aparecen caravanas superpuestas a modo de pisos. En el año 2045, son las secuelas dejadas por la sequía del jarabe de maíz y la revolución del ancho de banda. La mayor parte de la población se sumerge en un juego de realidad virtual, un universo de múltiples sensaciones llamado Oasis y creado en su día por James Halliday –Mark Rylance-, un enamorado de la época ochentera que inicialmente tenía un socio llamado Ogden Morrow –Simon Pegg-.

Cuando Halliday fallece arranca la aventura, ya que deja todo su dinero y el control de Oasis a aquel que encuentra un huevo de Pascua que ha dejado escondido en algún lugar de ese universo. Para ello, habrá que encontrar rimero las llaves de oro, de jade y de cristal que controla Anorak, su avatar. Un antiguo becario, Nolan Sorrento –Ben Mendelcohn- quiere hacerse con el tesoro ya que de esta forma su empresa, IOI controlaría el mayor negocio virtual del planeta, ahora mismo en manos de Oasis. Cuenta con el soporte de su mano derecha, F’Nale Zandor –Hannah John-Kamen- y con un auténtico ejército de jugadores, que se convierten en guerreros dentro del universo paralelo, conocidos como Sixers. Frente a ellos se sitúan los Gunters quienes, ya sea en clanes o a modo particular, pugnan por encontrar la recompensa.

El héroe es Parzival, avatar de Wade, la persona que más sabe de Hallyday. Pronto encontrará la ayuda de Art3mis llamada Samantha en el mundo real –Olivia Cooke-, que propicia una historia de amor. Su mejor amigo dentro de Oasis es H (Aech)/Helen –Lena Waithe-, a quien hay que sumar la presencia en su mismo bando de Daito –Win Morisaki- y Sho –Philip Zhao-. Juntos encabezarán la lucha contra Sorrento y sus esbirros, incluido el gigantesco y malvado I-Rok –T.J. Miller-, quien le proporciona un artilugio que produce una defensa impenetrable por medio de un conjuro.

La adaptación cinematográfica no ha modificada los detalles principales con respecto al original literario. No en vano el propio Ernest Cline formó parte del equipo de guionistas. Probablemente, la más llamativa sea el cambio del mejor amigo del protagonista, que en la novela es Gunter y se troca en el celuloide por una mujer, así como el cambio de escenario: de Oklahoma a Ohio. El resto es elevado a cotas de exageración casi imposibles por obra y gracia de Steven Spielberg. Sus homenajes a la cultura de los ochenta, tanto en música, como en cine y especialmente en el apartado de los videojuegos resulta admirable. Ayuda la magnífica banda sonora de Alan Silvestri, que sustituyó a un John Williams aplicado en The Post, y que se completa con temas archiconocidos de The Bee Gees, Van Halen, A-Ha, Depeche Mode,  Duran Duran, The Buggles, Bruce Springsteen, Joy Division, y muchos otros.

El gran mérito del film se basa, precisamente, en esos homenajes. Es impresionante descubrir las citas, los personajes y las referencias de todo tipo que se encuentran salpicadas en la película. Algunas de ellas están ligeramente ocultas, pero otras son tan evidentes como ver a King Kong subido al Empire State, la presencia de Chucky, el muñeco diabólico, las referencias a El club de los cinco o los recuerdos a El resplandor, la saga de La Guerra de las Galaxias, Regreso al futuro o Star Trek. Conviene revisar la cinta al menos un  par de veces para apreciar estos detalles, incluido Godzilla, el T-Rex de Jurassic Park, El coche fantástico, Batman, Superman, Lara Croft, Buckaroo Banzai, Spiderman, Monty Python, Fiebre del sábado noche, La mosca, y muchos más. Pero, sobre todo, las consolas de videojuegos, especialmente la Atari 2600 y los mandos del sistema ColecoVision. El propio Halliday parece un alter ego de Steve Jobs.

Esa profusión de elementos supone tanto valor como demérito. Complica la historia, se vuelve abigarrada y supone demasiada información. Excesiva, porque no se puede degustar. En 140 minutos se quiere ofrecer tantos detalles que termina cansando. Claro que hay dos formas de ver esta película. Un espectador normal aplaudirá el derroche visual y la capacidad de un cineasta indiscutible como Spielberg, pero hay otro tipo de público que se rendirá sin condiciones. Por lo que nos toca, estamos entre estos últimos, los que consideramos a Ready Player One como una gozada porque nos unimos a su director en el recuerdo de los adolescentes que fuimos. Tal vez nos equivoquemos, pero este título puede ser el equivalente a Los Goonies en la segunda década del siglo XXI. Quizá, lo vemos con demasiados buenos ojos aunque somos conscientes de que, cinematográficamente, puede ser manifiestamente mejorable.

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