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Waterboys (**1/2)

26 agosto 2018

Un padre, un hijo, y las mujeres

Por distintos motivos, Víctor y su hijo Zack se han quedado sin pareja. Distanciados hasta ese momento, y con una personalidad bien distinta, se encuentran viajando desde Holanda hasta Edimburgo para presentar el último libro de Víctor. Su mayor nexo de unión en ese momento es la música de The Waterboys.

Con dos años de retraso llega esta propuesta holandesa escrita y dirigida por Robert Jan Westdijk, un veterano cineasta del que únicamente hemos visto en España su primer film, La hermanita, que data de 1995. El referente es la relación entre Victor y su hijo Zack una vez que ambos se han quedado sin pareja. Precisamente, serán las mujeres quienes servirán de catalizador de la historia junto a la música del grupo The Waterboys, una formación fundada por Mike Scott en 1983 y por la que desfilaron músicos escoceses, británicos e irlandeses. El tema Don’t Bang the Drum es el principal referente.

Víctor -Leopold Witte- ha bebido más de la cuenta tras un acto social y quiere hablar con su esposa para decirle que en esas condiciones no usará su automóvil, pero ella no responde. Tampoco a través de su móvil. Cuando llega al domicilio conyugal, a la mañana siguiente, todas sus cosas están guardadas en cajas y apiladas en una sala. El asunto va en serio y la ruptura parece oficial. Acaba instalándose en la mejor habitación del hotel de enfrente, donde solicita una bebida de alto precio.

Autor de éxito, su agente literario le tiene preparada una presentación en Edimburgo y, aunque se niega inicialmente por encontrarse abatido, decide viajar. Lo hará con su hijo Zack, que acaba de romper su relación con su pareja, una muchacha que, cuando va a recoger sus objetos personales, le tira los tejos sin tapujos a su padre en su presencia. A punto de ser una muesca más en su revólver del hombre de mediana edad. Es un conquistador nato, un tipo irreflexivo que sabe positivamente que siempre encontrará el refugio y la seguridad en su esposa. Esta vez ya no es así, aunque parece autosuficiente.

Zack -Tim Linde- da muestras de una personalidad diferente. Es un dependiente que se niega a aceptar el fin de su relación. Toca el chelo y está decidido a dejarlo en la casa de su chica porque supone que le recordará a él y terminará reclamándole. No mantiene una buena relación con su padre, pero recurre a él cuando intenta regresar al hogar paterno y se encuentra con que la cerradura ha sido cambiada. Tampoco puede ponerse en contacto con su madre.

Ambos terminan juntos en Edimburgo, donde Víctor conoce a su traductor, hermano de la editora local, Rhona -Helen Belbin-. Paralelamente, su hijo intima con una empleada del hotel, Lindsay -Julie McLellan-. La relación con ambas mujeres propiciará en ellos un cambio de mentalidad, una manera distinta de ver la vida y, sobre todo, su forma de entender a sus respectivas parejas. Un concierto de The Waterboys es el punto de inflexión. En él darán cita los principales personajes de esta comedia melodramática. Será el primero de la banda en que el protagonista, Víctor, vivirá bajo techo, aunque recuerda que fue en uno al aire libre cuando fue concebido su hijo.

La historia no se complica y la puesta en escena de Robert Jan Westdijk es bastante simple. Funciona bastante mejor el guion porque los dos personajes principales están bien diseñados y resultan bastante coherentes. No hay que buscar alardes en un film que mantiene la coherencia y al que le ayuda la música de The Waterboys, quienes comenzaron abrazándose al rock para profundizar posteriormente en el folk. Una película entretenida, construida con buen gusto, aunque adolece de falta de profundidad. Los personajes funcionan, aunque bien se pudieran tachar de superficiales. La complejidad es algo de lo que huye Robert Jan Westdijk. La apuesta produce réditos, aunque tiene el problema de que, sobre el papel, si no acude a verla, al público le resulte irrelevante.

From → Cine

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