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Ánimas (1/2)

2 octubre 2018

Mayúscula empanada mental

Una chica muy tenaz y segura de sí misma está muy unida desde niña a su mejor amigo, a quien brinda un apoyo constante. Se trata de un chaval tímido debido a un entorno familiar violento. Pero que, cuando su padre muere,  inicia un descenso a los infiernos que le hará replantearse los fundamentos de su propia existencia.

A veces, los compañeros de viaje vuelven a encontrarse después de una separación. Eso es lo que ha sucedido con la pareja de guionistas y directores que firman esta aproximación al género de terror, Laura Alvea y Jose F. Ortuño. Después de debutar con un corto, parecía que el camino de ambos derivaría hacia el documental hasta que una serie animada para TV significó su reencuentro en la galardonada The Extraordinary Tale ofthe Times Table.

Este proyecto está basado en una novela del propio Ortuño, dramaturgo sevillano de éxito en Andalucía. Tras su paso por una de las secciones del Festival de Cannes, y posteriormente por el certamen de Sitges, el film presenta a dos adolescentes unidos desde la infancia. Abraham y Alex se conocen cuando eran niños y el primero se sienta en las escaleras del inmueble en el que vive intentando escapar de la violencia doméstica que reina en su domicilio. Alex es una vecina que le enseña a tranquilizarse en los momentos de mayor angustia. Basta con contar los latidos del corazón para comprobar que atempera su ritmo al estar concentrado en algo distinto a lo que causa la preocupación.

Diez años después ambos son estudiantes que están a punto de afrontar el verano. En el transcurso de una fiesta, Alex –Clare Durant- anima a Abraham –Iván Pellicer- a que hable con Anchi –Chacha Huang- una chica a la que parece interesarle.  Hasta ese momento, los dos jóvenes no se habían separado nunca y ella, muy segura de sí misma, tenaz y dotada de una gran personalidad, estaba siempre al lado de su tímido amigo, afectado por la violencia imperante en su casa, donde su padre, el irascible Daniel –Luis Bermejo- pagaba sus reveses con su esposa Laura –Liz Lobato- y en ocasiones con su hijo. Este es el principal atractivo del largometraje, aunque el conjunto pretenda internarse más en otras parcelas. Es también el que está mejor retratado.

Abraham tenía problemas para abrirse al exterior, pero para ello contaba con Alex y las visitas a Karla Berger –Ángela Molina-, una psicóloga. Desde que el joven y Anchi comienzan un a relación, Alex comienza a ver visiones, a sufrir pesadillas y vivir en un misterioso laberinto, tanto en su interior como en lo que respecta a la casa en la que vive, y donde tiene a la familia de Abraham como vecinos. La muerte de Daniel, acaecida en un suceso violento, hace que su hijo acusa todavía más la depresión y caiga en una espiral de muy difícil salida. En ese viaje al vacío reformulará su existencia, al tiempo que su relación con Alex y consigo mismo.

La pareja de directores proponen una atmósfera muy especial. El entorno, tanto del barrio como el interior de las casas, parece cutre, pero está siempre salpicado por elementos postmodernistas. Ya sean unas lámparas, luces de neón o iluminaciones que cambian de tono, aunque el rojo sea el más abundante. Todo vale para dar un ambiente entre formal y fantasmagórico dentro de una propuesta absolutamente tramposa, que deja tantas pistas para acertar con la incógnita que propone el relato como para desdeñarla por imposible.

Dicen que copiar una obra es una burda copia, pero que refundir varias en una da como resultado un ensayo. Pues bien, estamos ante un auténtico ensayo de películas de terror o que, cuando menos, pertenecen al género fantástico. Podemos descubrir con facilidad secuencias que han triunfado en otros filmes, desde Psicosis hasta Abre los ojos, pasadas por el tamiz de Alvea y Ortuño. Ninguna supera el original, por lo que no había necesidad de ese planteamiento. Ese intento de ser original dentro de la ortodoxia fracasa por completo.

Se define este trabajo como terror psicológico. Terror psiquiátrico, diríamos nosotros. La propuesta es farragosa, llena de trampas, tanto visuales como acústicas. Algunos personajes, precisamente lo que más talento demuestran ante las cámaras, están mínimamente desarrollados y el argumento, tal y como está concebido, no debería pasar de  un cortometraje de interés. Destaca el buen trabajo de Fran Fernández Pardo en la fotografía y la iluminación si es que ha seguido al pie de la letra el dictado de sus directores. De otra forma, también habría que poner muy en entredicho su participación.

From → Cine

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