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Yucatán (*1/2)

23 diciembre 2018

El dinero no da la felicidad

El pianista y la máxima estrella musical de un crucero aprovechan las travesías y las excursiones para timar a todos aquellos pasajeros con posibilidades económicas. La presencia en el último viaje del ganador de 160 millones en juegos de azar reclama su atención y también la de otro truhan que previamente fuera su socio.

Se dice que el noventa por ciento de los afortunados con grandes premios económicos producto de loterías o similares terminan perdiendo su dinero, ya sea por malas inversiones, negocios arriesgados o, simplemente, a manos de timadores sin escrúpulos. Ese es uno de los pilares de la nueva propuesta de Daniel Monzón –Celda 211, 2009-, que regresa a la comedia después de El robo más grande jamás contado -2002-.

La acción se desarrolla durante un crucero que, desde el puerto de Barcelona conduce a tripulantes y usuarios a Casablanca, Tenerife, Recife de Brasil y Yucatán. Damos por bueno que para cubrir ese itinerario el barco debe ir a velocidad de ave, y nos centramos en que uno de los pasajeros, Antonio –Joan Pera-, es un panadero de una localidad próxima Madrid que acaba de ganar un premio de 160 millones de euros. Disfruta del crucero en compañía de sus hijas casadas con un par de ineptos codiciosos –Agustín Jiménez y Jorge Asín-, y de la única soltera, Leticia –Alicia Fernández-, una joven sin demasiadas luces.

En el barco destaca la figura del pianista, Clayderman –Rodrigo de la Serna-, pareja de la principal actuación musical, Verónica –Stephanie Cayo-, dos amigos de lo ajeno de altos vuelos. Aunque su primera intención es esquilmar a algunos viajeros con posibilidades, lo que consiguen en Casablanca gracias a una mujer enamorada de los diamantes –Toni Acosta-, muy pronto reclama su atención el multimillonario afortunado. Sobre él centran todos sus esfuerzos

No habría más complicaciones para ellos si no se hubiese presentado en elcrucero Lucas –Luis Tosar-, antiguo socio de ambos y ex compañero de Verónica. Después de un enfrentamiento, decidieron repartirse, quedándose este último con el Mediterráneo y Clayderman con el Atlántico. Pero el botín es muy jugoso como para perder la oportunidad. Los celos del pianista y las mentiras de Lucas, compinchado con Carmen –Gloria Muñoz-, una seductora madura que se acerca a Antonio,  impulsan a que la cantante haga la guerra por su cuenta. Convence a uno de los bailarines, Brendon –Adrián Núñez- para que enamore a Leticia y que, pese a su evidente homosexualidad, la lleve al altar en cubierta para hacerse con un suculento botín a cambio del divorcio.

Habíamos visto timos de todo tipo, muchos de ellos relacionados con los trenes, también en barcos, pero Jorge Guerricaechevarría, habitual guionista de Alex de la Iglesia, tuvo la feliz idea de centrarse en un crucero y perpetrar un asalto a tres bandas. Tampoco es que sea muy novedosa la presencia de un triángulo que, a causa de los celos, el interés económico y la demostración de supremacía, terminan tirando cada uno por su lado, aunque en algunos pasajes aúnen sus fuerzas o, caso contrario, chafen los planes del rival quedándose también ellos sin botín. De todas maneras, el mar siempre orece serenidad dentro del barullo provocados por las idas y venidas, ya sea en tierra o a bordo del buque.

El problema es que la propuesta no termina de aclararse. Parte de una aproximación al musical, que permite a Luis Tosar tener una de las secuencias más histriónicas de su carrera, para desplazarse hacia el humor, con ribetes de humor negro, y una cierta querencia a la road movie, aunque en este caso deberíamos de llamarla sea movie. Había mimbres para hacer una película mejor, pero el primer pecado reside en algunas situaciones, no ya increíbles sino fuera de tono, que destrozan cualquier intento serio, como el lanzamiento por la borda de Jorge Asín. El segundo, y posiblemente tan grave o más, es un montaje terrible que lleva el film a más de dos horas de duración.

Aunque el ritmo y la puesta en escena propuesta por Monzón resultan aceptables, algunas secuencias y bastantes planos debieron deshecharse en la sala de montaje, y eso que, a tenor de las fotos fijas, ya se quedó en la papelera bastante material. Desde la escena de los diamantes en Casablanca hasta algunos detalles reiterativos o que ralentizan la acción. Las elipsis están para algo.

Nada que objetar en el plano interpretativo, especialmente por parte de Joan Pera y Gloria Muñoz, quienes manifiestan más química dentro del elenco. Simplemente, que la película navega en demasiadas aguas, en mayor número que en el navío en que se centra la película. Sus momentos cómicos, que los tiene, se quedan oscurecidos por números musicales demasiado largos y ciertas propuestas incongruentes. Monzón intenta hilvanar todo ello, y se aplica en el intento. Posiblemente, su desenvoltura y eficacia sean lo mejor del conjunto, pero el guion desmerece tanto que lo afea. Podría hablarse de una comedia musical elegante, que tiene más de esto último que de juerga o de números efectistas que encajen con la propuesta en general.

From → Cine

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