Saltar al contenido

Green Book (****)

1 febrero 2019

La lección de cada día

A principios de los años ochenta un pianista de color contrata los servicios de un rudo italonorteamericano para que sea su chófer durante una gira por el sureste del país. Precisamente, las actuaciones tendrán lugar en los estados más racistas en plena época de cambio.

Era poco previsible que uno de los hermanos Farrelly rodase una película y se olvidase de la astracanada. Incluso, sería difícil esperar que cualquiera de ellos, por separado, pudiera hacer una película seria e interesante. Lo ha conseguido Peter Farrelly aunque para ello haya tenido que recurrir a una historia que se basa en el suceso real del encuentro entre un acreditado pianista de color, Don Doc Shirley y un rudo descendientes de italianos que vive en el Bronx llamado Tony Vallelonga, al que sus conocidos apodan The Lip porque tiene un pico de oro con el que es capaz de convencer a cualquiera.

Uno de los guionistas es Nick Vallelonga y se basa en sus charlas con los dos protagonistas así como en las cartas que su padre envió a su madre cuando estaban de gira. La película toma elementos prestados de una road movie, también del drama, la comedia y del racismo imperante en los estados sureños de Norteamérica en 1962, cuando John Fitzgerald Kennedy y su hermano Bob, a la sazón fiscal general, intentaban cambiar esa dinámica. Dos personajes absolutamente antagónicos, con escasos puntos en común pero que, sin embargo, aprenderán uno de otro cada día. Encontramos preferentes válidos en Paseando a Miss Daisy o, de forma más reciente, en la francesa Intocable. En este caso, el que goza de mejor posición social es el hombre de color.

Tony –Viggo Mortensen- trabaja en el Copcabana, un local neoyorquino del que se aprovecha para tener contactos con la mafia italiana. También ejerce de matón de discoteca si es menester. Llega a casa de madrugada, casi cuando sus dos hijos y su esposa Dolores –Linda Cardellini- tienen que levantarse. Odia a los negros y no le importa deshacerse de los objetos que algún hombre de color haya tocado en su domicilio. Con el cierre por reforma del establecimiento en que trabaja, debe acepar alguno de los empleos que le ofrecen. El más lucrativo es el de ser chófer de un renombrado pianista de jazz y música clásica, Doc Shirley –Mahershala Ali-, un ejecutante afroamericano.

El músico, que tiene como asistente a un personaje de origen hindú –Iqbal Theba-  quiere arriesgar. Podría quedarse cómodamente en Nueva York, e incluso ganando más dinero, pero se preocupa por reivindicar a su raza y se aventura por una serie de conciertos que parecen una provocación. Así se lo hace saber Tony, al que le entregan un ejemplar del libro The Negro Motorist Green Book, una guía para viajeros de color a mediados del siglo XX.

Escrita por Victor Hugo Green, en ella se describían los locales aptos para afroamericanos y se ofrecían detalles de sus instalaciones. Finalmente, se ponen en ruta. En uno de los automóviles viajan los dos intérpretes que completan el trío, Oleg –Dimeter Marinov- y George –Mike Hatton-; y en el otro, el chófer y el pianista, alabado en su día por el mismísimo Arthur Rubinstein. Muy pronto se evidencias la distancia entre uno y otro si previamente no habían quedado claras porque, de inicio, el choque entre ambos es frontal y no parece existir catalizador alguno que los aproxime.

Tony es un tipo de léxico limitado que apenas sabe guardar las formas en sociedad. Es glotón y jugador, pero sabe mucho de la vida y, sobre todo, moverse por debajo de la línea de superficie. Doc es un tipo elegante, solitario a la fuerza, que cuida su cuerpo y sus formas. En un determinado momento, su chófer le dice que es más negro que él puesto que conoce mejor los hábitos de los suyos e incluso disfruta con sus platos culinarios, lo que no hace el pianista. El conocimiento de la música de Little Richard o Aretha Franklin también delataba a cada cual.

Se establece de esta forma una línea de aprendizaje en ambas direcciones. Cada uno tiene mucho que ofrecer al otro; más que nada, aspectos por descubrir en una época en la que la gente de color tenía que usar letrinas en lugar de lavabos y no podía albergarse o comer en los mismos hoteles o restaurantes que los blancos. Uno de los planos más impactantes de un film que en este aspecto tampoco destaca demasiado es ver a los jornaleros en un campo de cultivo de algodón quedarse absortos ante uno de su raza, bien vestido, que viaja en el asiento posterior de un automóvil de lujo y tiene un chófer blanco.

La película tiene bastantes virtudes, entre ellas un ritmo efectivo que permite disfrutarla a pesar de las dos horas largas de proyección. La dirección artística es convincente pero, sobre todo, el duelo interpretativo entre Mortensen y Ali. La labor de ambos es magnífica y marcan dos de las mejores actuaciones del año. Mahershala Ali se alzó con el Oscar al mejor actor secundario gracias a Moonlighht, y en esta oportunidad su personaje le exige ser más austero en los gestos y marcar con detalle su personalidad. Lo consigue con creces. Viggo Mortensen ya rozó el Oscar y el Globo de Oro por su último trabajo, Captain Fantastic. Su labor en Green Book es la mejor de su carrera. No es habitual verle en papeles cómicos y mucho menos con caracteres groseros y entrados en kilos, pero ha sabido hacer arte y colocar el listón a una altura muy difícil de alcanzar para la inmensa mayoría de actores.

From → Cine

Deja un comentario

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.