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La clase de piano – (Au bout des doigts) (*1/2)

5 febrero 2019

Dar con la tecla

Un joven interpreta una pieza de Listz en una estación de tren parisina. El director del Conservatorio Nacional le oye tocar y le pide que vaya a verle. Se trata de un muchacho que vive en un barrio marginal, que tiene un empleo precario y comete robos domiciliarios junto a otros colegas del barrio.

¡Quién lo iba a decir! En la Garre du Nord parisina, o Estación del Norte, hay un piano que puede tocar cualquiera que pase, y además está afinado. En él encontramos a Mathieu Malinski y a un hombre de mediana edad que, en la distancia, le observa atentamente. De repente, el chico sale corriendo perseguido por unos cuantos policías a quienes despista para recalar en un barrio marginal donde se deja ver con unas compañías poco recomendables antes de arropar por la noche a sus dos hermanos menores.

Quizás, haya tomado algo de alguien en el vestíbulo.  Más tarde sabremos que lleva a cabo un robo domiciliario junto a dos colegas del barrio y que será condenado a seis meses de trabajos comunitarios por tratarse de la segunda vez que le pillan con las manos en la masa. Hay algo que es indiscutible: su pasión por la música. Cuando ve un piano cerca, ejerce en él una atracción más fuerte y constante que la gravedad terrestre sobre cualquier objeto, ya sea en un lugar público o privado-

Vive también con su madre, Krista -Vanessa David-, que trabaja por la noche cuidando enfermos con el único afán de dar de comer a sus hijos. Mathieu -Jules Benchetrit- ayuda en lo posible gracias a un empleo precario y a los pequeños beneficios conseguidos a través de hurtos o de animosas importaciones fraudulentas. Cuando está a punto de entrar en la cárcel recurre a Pierre Geithner -Lambert Wilson-, el director del Conservatorio Nacional, quien se quedaba extasiado viéndole interpretar a Frank Listz en el piano de la estación ferroviaria. Consigue conmutar la pena por seis meses de trabajos comunitarios.

En realidad, ve en el chico un virtuoso del piano. Creencia que se reafirma al saber que no ha tomado clases y aprendió gracias a la afición que le demostraba a un vecino, Monsieur Jacques -Michel Jonasz-, quien le legó el instrumento a su muerte. Pierre deja a Mathieu en manos de la mejor profesora del centro, conocida como La Condesa -Kristin Scott-Thomas-, la única que en poco tiempo puede prepararle para ser el representante del centro en un concurso a escala mundial. Su mentor pone en riesgo su credibilidad y su futuro apostando por él ante las dudas de su superior, André Ressigeac -André Marcon-.

Una historia centrada en el afán de superación, cuyo responsable es Ludovic Bernard. La puesta en escena supera con creces a la decepcionante Misión en el País Vasco, aunque tanto el montaje como el guion ofrecen lagunas incuestionables. Por ejemplo, Mathieu se presentará al concurso sin haber hecho ningún ensayo con orquesta, no se queda impresionado por ver la primera vez un recinto a rebosar, amén de una actuación de gala con ropa de calle. La música de fondo se confunde con sus interpretaciones en más de una ocasión, y hay planos redundantes, como si se tuviera pavor a ser criticado por sus elipsis.

Hay pocas novedades en una historia previsible en la que echamos en falta para agarrase a los tópicos, la lucha incruenta con un rival del Conservatorio. Tampoco falta el romance, interracial en este caso, gracias a la participación de Karidja Toure -Anna-, la violoncelista que encandila a Mathieu. Nos hallamos ante el caso del chico marginal, que no tiene recursos para cumplir sus sueños y que es reconducido en todos los sentidos por un mecenas. Esta vez, el joven no es contestatario ni da patadas al diccionario. Es más, tiene buen fondo, puesto que a las primeras de cambio renuncia a su vida callejera y fuera de la ley.

Le aqueja un intenso dolor interior, como a Pierre, que perdió a su hijo pocos meses atrás por culpa de una leucemia. La esposa del director del Conservatorio, Mathilde Geithner -Elsa Lepoivre- se encarga de enredarlo todo por mucho que los protagonistas masculinos sepan a ciencia cierta que uno no va a sustituir al hijo fallecido ni el otro encontrará un padre inexistente. Ludocvic Bernard nos lleva de la mano por un camino muy tramposo, buscando nuestra sensibilidad y con una tendencia al melodrama que emparenta con una producción televisiva de domingo por la tarde. La salva la música, los buenos encuadres de las ejecuciones a piano y un tratamiento animoso de la historia de amor.

From → Cine

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