Saltar al contenido

La caída del imperio americano (La chute de l’empire américain (***1/2)

29 marzo 2019

Inteligentes, mafiosos e indigentes

Un licenciado en filosofía trabaja como repartidor cuando es testigo de un robo a mano armada que se salda con dos muertos. A sus pies quedan dos bolsas con una fuerte suma de dinero. Para un tipo inteligente como él se le abren dos opciones principales y tiene que decir con celeridad.

Me sorprendió en su día El declive el imperio americano -1986-, premiada en Cannes y nominada al Oscar. Cuatro hombres y cuatro mujeres hablaban de lo que suelen hablar ellos y ellas cuando están reunidos y esgrimían conversaciones lógicas en grupo. Era una forma de repasar y criticar la sociedad actual. Con Las invasiones bárbaras -2003- el canadiense francófono Denys Arcand amplió la nómina de galardones con una secuela de la anterior. En este caso, era la familia, amigos y conocidos quienes pasaban por el filtro mordaz de un moribundo.

Cierra ahora el círculo con otra crítica afilada, bastante bienintencionada aunque su discurso pueda perderse en la vorágine diaria. La postura es bastante fatalista y eso lo deja entrever de inmediato su protagonista masculino, Pierre-Paul Doust –Alexandre Landry- en una conversación con su novia Linda Demers, divorciada y madre de un niño –Florence Longpré- antes de que se produzca la ruptura. Es licenciado en filosofía y arremete contra todos los estratos sociales hasta que insiste en que los verdaderamente inteligentes como él se mantienen ocultos, en lugares recatados y con oficios impersonales.

Pese a su nivel de intelecto y sus conocimientos filosóficos, que demuestra constantemente con citas de los clásicos, en un repartidor a domicilio que colabora activamente con una ONG que prioriza la gente sin hogar. Te sorprenderías la cantidad de inuit e indios que viven en la calle de Montreal, dirá más tarde. A la hora de cumplir un encargo se encuentra con un robo armado a consecuencia del cual dos hombres resultan muertos, otro que escapa con una herida en la pierna, y dos bolsas llenas de dinero. Las sirenas policiales denotan la aproximación de los automóviles y debe decidirse de inmediato.

Finalmente, recoge el botín y esquiva las preguntas de los policías encargados del caso, el sargento Peter LaBauve –Louis Morisette- y la investigadora Carla McDuff –Maxim Roy-. El siguiente paso es recurrir a una escort ya que su relación con las mujeres no es la más fluida. Escoge a Aspasia -Maripier Morin- porque en su página web incluye una cita de Racine. Sus servicios una sola tarde suponen su sueldo de dos meses, lo que hace sospechar a la policía.

En realidad, el protagonista no sabe qué hacer con el dinero y por eso recurre a Stlvain Bigras –Rémy Girard-, que recientemente ha salido de prisión y tiene nociones de cómo mover grandes sumas. Finalmente, gracias a la intervención de Aspasia, cada vez más próxima al protagonista, contactan con uno de sus antiguos clientes, Maître Wilbrod Taschereau –Pierre Curzi-, un abogado especializado en evasión fiscal.

Una vez más, el autor se muestra cáustico y firma diálogos chispeantes, lo que no excluye que su propuesta sea demasiado convencional y se descosa en varios momentos. Ciertamente, no importa, porque el espectador queda absorbido por un relato tratado con mimo en el que, a través del director de fotografía, Van Royko, se muestras dos estratos sociales muy diferentes: el de la indigencia y el del boato.

Hay gánsteres, lo que proporciona un punto de thriller combinado con la intervención policial. Vladimir François –Eddy King- encarna perfectamente el prototipo de un mafioso, con su opulencia y su actividad al margen de la ley. El contrapunto son los sin techo a quienes ayuda Pierre-Paul. Tienen su principal exponente en Jean-Claude –Vincent Leclerc-, que vende en una esquina la revista de la ONG, Le Parcour, y que sueña con tener su propio apartamento, una cama y un televisor para ver el fútbol.

Chirrían ciertos aspectos del guion, como el romance entre el filósofo y la prostituta de lujo cuyo verdadero nombre es Camille Lafontaine. Dejar una vida que le proporciona dinero y lujos por la animosidad de un cliente enamorado de forma inesperada puede no ser tan sencillo. Lo mismo sucede con otros aspectos del guion, incluida la presencia del herido en el robo, un ladronzuelo de color llamado Jacmel Rosalbert –Patrick Emmanuel Abellard-.

Insistimos en que todos los defectos quedan sublimados por el buen hacer de Arcand y el atractivo de sus diálogos. En este barrio no entra la policía, dice la madre de Jacmel cuando van a buscar a su hijo. Te sorprendería la gente sin hogar en los accesos al metro, le insiste Pierre Paul a Aspasia, pero ella tiene un chófer que es cinturón negro y un botón de pánico que le brinda seguridad. Otro detalle nos muestra es que el autor no pretende dejar nada al azar. Carla McDuff es lesbiana, lo que no significa que pueda encamarse con su compañero LaBaube, el único hombre por el que dejaría a una mujer. El mejor cumplido que podría hacerle.

From → Cine

Deja un comentario

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.