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Los días que vendrán (Els dies que vindrán) (***1/2)

1 julio 2019

Crónica de nueve meses

Hace solamente un año que Vir y Lluis viven juntos cuando, sin planearlo, ella se queda embarazada. Primero decidirán si quieren tener ese hijo. Una vez que aceptan continuar vivimos a su lado todo el período de gestación con las dudas y reafirmaciones que supone un tercer miembro en la familia.

La producción que se alzó con la Biznaga de Oro en el pasado Festival de Málaga, que encumbró igualmente a su director y la actriz principal, es una película difícil. Sigue a los componentes de una pareja durante los nueve meses de gestación de su primer hijo apoyándose en su protagonista femenina, María Rodríguez Soto, que se encontraba embarazada durante el rodaje de su compañero tanto en la ficción como en la vida real, David Verdaguer.

Mezclando imágenes reales del parto y de los primeros meses del bebé, el barcelonés Carlos Marqués-Marcet firma su mejor trabajo hasta la fecha, al tiempo que se confirma como un cineasta muy bien preparado para diseccionar los encuentros y desencuentros de una pareja antes la procreación. Lo demostró en 10.000 kilómetros, y continuó en Tierra firme, aunque esa vez se trataba de dos mujeres que compartían su existencia en un barco fondeado en un canal londinense.

El cine de Marqués-Marcet no es fácil. Asume ideas cotidianas a partir de una pareja estable que se tambalea por un embarazo, ya sea buscado o encontrado, como sucede en este caso. El Predictor es afirmativo en el caso de Vir y Lluis, que acaban de rebasar la treintena, lo que les provoca una alegría mezclada con desconcierto y medio. Llevan apenas un año juntos. Todavía no han encontrado la convivencia perfecta cuando han de asumir que pueden ser tres en solo nueve meses. Analizan los pros y los contras. El interrumpir el embarazo no se presenta como opción, aunque tampoco abogan abiertamente por lo contrario. Consideran que no están preparados para ser padres, pero aún así continúan de mutuo acuerdo.

Salvo en breves secuencias desengrasantes, el foco se mantiene cerrado. La insistencia en planos cortos de cada uno de los protagonistas, o de los dos juntos, es casi asfixiante. De esa manera, el cineasta pretende que formemos parte de las decisiones, temores y alegrías que se producen a través del tiempo. Lo consigue, pero en la medida que el espectador acepte el juego y se involucre, saldrá más satisfecho de la producción. Entendemos que haya público que se mantenga al margen y entienda que se trata de una producción pedante o aburrida. Es indudable que esta no es su película. Se le pueden achacar defectos, aunque no cabe duda de que se trata de una obra valiente, personal, llena de misticismo y que alberga innegables valores cinematográfico.

Hay muchos pequeños detalles dentro de este título que provocan, además distintas lecturas. Los dos miembros de la pareja pasan por diferentes situaciones y variados retos que se afrontan con inteligencia y una claridad inesperada en un creador de treinta y seis años. Navega en todo momento entre la ficción y la realidad. Se aproxima al documental y esta llena de situaciones que en manos de otro director podrían parecer nimias y que aquí se elevan a categoría de arte. Las emociones suelen ser complejas, y en este caso se diluyen en los problemas que pueden derivarse de un embarazo y de la zozobra que se genera entre los componentes de la pareja.

Alguna de las aristas de este filme valiente y tan complejo en su aparente superficialidad, son tan novedosas como el propio argumento y su puesta en escena. Por ejemplo, ver a Lluis implicarse con total normalidad en el período de gestación. Hasta el punto de que los dos componentes de la pareja parecen uno. De inicio, Virus habla de una afirmación inclusiva que él considera mayestática. Después, el hombre está siempre al lado de ella, viviendo sus propios problemas, las correspondientes alegrías y hasta los dolores.

A destacar igualmente el buen trabajo actoral. David Verdaguer es recurrente en los tres largometrajes de Marqués-Marcet y asume con talento un personaje seguro de sí mismo, sensible y vulnerable por momentos. El director se aprovechó de la circunstancia al enterarse que él y María iban a ser padres. Las historias más íntimas, y al mismo tiempo más valiosas, llegadas al celuloide desde Cataluña en los últimos tiempos, deben agradecerle su participación, como sucedía en Verano 1993. Este puede ser su gran año, ya que demostró ser capaz para la comedia en Lo dejo cuando quiera. María Rodríguez Soto, en su primer trabajo como protagonista, ofrece un curso de buen hacer. Solo por ella, merece la pena ver la película.

From → Cine

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