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Los muertos no mueren (The Dead don’t Die) (***)

2 julio 2019

El momento que la tierra se desplazó de su eje

En Centerville los muertos vuelven a la vida. La Tierra se ha desplazado de su eje, los días duran más y la noche llega precipitadamente. Habrá que hacer frente a esa legión de zombis cuyo comportamiento es muy particular. Cada cual reacciona a su manera. También los agentes de la ley.

¿Quién iba a decir que Jim Jarmusch iba a dirigir una película de zombis? Esta iniciativa, descartando un producto de encargo, tendría que ver más con un divertimento y, a tenor de las imágenes, esa es la sensación. Cada personaje desprende un tufo irreprochable de estereotipo, desde su comportamiento a su imagen física. Exceptuando el comportamiento de los muertos vivientes, nada sorprende en este título y, sin embargo, todo el conjunto es más que aceptable y curiosamente entretenido.

Hay una vieja teoría que viene a refrendar la inversión de los polos: es decir, que nuestro planeta gira y vuelca. Tampoco debemos olvidar la modificación detectada en el polo magnético, que nos ha obligado a reprogramar nuestras creencias digitales. Aprovechándose de ello, el cineasta de Ohio nos muestra que la Tierra se ha desviado de su eje, las comunicaciones se han ido al garete y solamente una emisora de radio que se escucha con interferencias reproduce la canción del mismo título del filme, un CD de Sturgill Simpson. Los días son más largos y la noche aparece casi al unísono. Motivos suficientes como para que los muertos se remuevan de sus tumbas.

Jarmusch nos hace ver una pasión inédita por este tipo de películas. Se evidencia en diversos detalles, en las reminiscencias de La noche de los muertos vivientes y, sobre todo, en los posters que vende el emprendedor Bobby Wiggins -Caleb Landry Jones- en la gasolinera de Centerville, el pueblo imaginario donde se desarrolla la historia. De todas formas, estos zombis son tan originales como consecuentes. Recuerdan lo que hacían en vida y tanto devoran un bocata como empuñan una raqueta de tenis, empujan un cortacésped o arrastran una guitarra. ¿Qué decir de Carol Kane -Mallory O’Brien, una alcohólica que solo piensa en Chardonnay? Luego, cuando los eliminas no hay sangre ni ruedan cabezas. Solo polvo que vuelve al polvo.

Todo se desarrolla en un pueblo tranquilo. Tanto, que la propia policía sale corriendo ante el más mínimo problema. Eso es lo que sucede cuando el granjero racista Frank Miller -Steve Buscemi- acusa al ermitaño Bob -Tom Waits, que aprovecha para interpretar su música- de robarle un pollo. Al escuchar disparos, los agentes no quieren saber nada. Su jefe es Cliff Robertson -Bill Murray-, quien espera que cualquier revés se resuelva por sí solo, incluso la plaga de no muertos que les acecha. El oficial Ronnie Peterson –Adam Driver- es mucho más pesimista e insiste en ello. Encaja perfectamente con la visión usual de su responsable, siempre inclinado hacia una idea aterradora.

El contrapeso en Mindy Morrison -Chloe Sevigny-, completo desastre donde los haya. Y si los componentes de las fuerzas del orden van cada uno por su lado, a los habitantes de Centerville les sucede tres cuartos de lo mismo. Tenemos el ejemplo de la nueva propietaria de la funeraria, Zelda Winston -Tilda Swinton- que se pasea con su katana a mamporro limpio. Por el contrario, el ferretero Hank Thompson -Danny Glover- representa a quienes se encierran su negocio. Jarmusch ha conseguido un magnífico reparto del que también forman parte Rossie Pérez y los cantantes Iggy Pop y Selena Gomez. Esta como uno de los tres turistas que se alojan en el motel de Danny Perkins -Larry Fessenden- después de echar gasolina y adquirir el compacto de Simpson, quien aparece en los títulos de crédito como Zombie Sutrgill.

La película hay que disfrutarla con el sarcasmo que ofrece su autor. Tiene su sello por doquier, incluido el ritmo pausado de su cine y esa fotografía tan especial que aporta Frederick Elmes. Es un juego nada simple que debemos aceptarlo como tal. El toque cáustico emana por doquier y se convierte en un divertimento en el que se nota que ha disfrutado tanto el elenco artístico como el técnico.

Este tipo de producciones suelen ser pedante y egocéntricas, lo que no sucede en este caso. Hay muchos guiños y un homenaje a Georges A. Romero en el que se incluye el mismo director. Hay denuncias sociales y políticas en plena era Donald Trump y las consecuencias de los desastres ecológicos provocados por el hombre. Una vez más, el autor vuelve a ser negativo. Esto terminará mal, no se cansa de repetir el oficial Peterson detrás de las gafas con su voz atiplada. Una frase que Jarmusch hace suya en su cinematografía. Un mensaje apocalíptico que, como mal menor, puede quedarse en pesimista.

From → Cine

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