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Elcano y Magallanes, la primera vuelta al mundo (**)

4 julio 2019

La épica de un viaje

En 1519 cinco naves y más de doscientos hombres pusieron rumbo al Oeste con la intención de llegar a las Islas Molucas. La expedición, al servicio de la Corona española, la encabezaba el marino portugués Fernando de Magallanes. Tres años después, al mando de Juan Sebastián Elcano, regresó una nao con apenas veinte tripulantes.

Se cumplen quinientos años de la primera circunnavegación del Globo Terrestre, y qué mejor conmemoración que festejar la efemérides con una película que recoja aquella aventura. Si en 1992 fue Ridley Scott  quien firmó uno de sus más flojos trabajos con motivo de la celebración del medio milenio del Descubrimiento de América, ahora ha sido el vasco Ángel Alonso quien nos recuerda la hazaña con inicio y final en Sevilla.

Es importante recordar que, tras el viaje colombino, a finales del siglo XV el Tratado de Tordesillas estableció que la Corona portuguesa tenía el dominio sobre las aguas a partir de 370 leguas al Oeste del archipiélago de Cabo Verde, que incluía el Cabo de Buenas Esperanza. A cambio, no podrían extender sus dominios a las recién descubiertas Antillas. Los Reyes Católicos y Juan II fueron los firmantes de ese pacto. De ahí la importancia de encontrar una ruta por el Oeste para acceder a las Islas de las Especias, un bien muy cotizado en la época.

Lo intentó Colón, topándose con todo un continente, y en 1519 recuperó la idea Fernando De Magallanes, nacido muy cerca de la frontera gallega y, aunque sirvió como paje para el rey de Lisboa, la expedición que le dio fama fue respaldada por el rey Carlos I quien, en caso de conseguir su objetivo le recompensaría con un gran peculio además de buena parte de las islas conquistadas. Antes de la partida ya fue considerado Comendador de la Orden de Santiago, Adelantado de la Monarquía Hispánica y Capitán General de la Armada para el Descubrimiento de la Especiería.

A partir del guion de José Antonio Vitoria y Garbiñe Losada se nos presenta a un Magallanes con gran reputación. Un marino respetado y que pudo reclutar con su experiencia a más de doscientos tripulantes para un apuesta muy dudosa, alcanzar Las Molucas por el Oeste. Su figura se engrandece en la animación y se contrapone a la de Juan Sebastián Elcano, un piloto vasco atrevido que se enrola en la aventura para no ser llevado a prisión. En aquella época, la pena de cárcel se conmutaba por viajar a Las Indias al servicio de la Corona.

Se concede desde el principio un protagonismo a Elcano que no tuvo hasta que Magallanes pereció en Filipinas. Nada se habla del cartógrafo Faleiro, quien defendía la tesis de que las Molucas se encontraban en aguas españolas ya que era posible llegar a ellas por el Oeste. Aparte de los dos personajes citados, de una gitana y de una indígena que protagoniza un romance con Elcano, el principal referente histórico es Antonio Pigafetta, cartógrafo y geógrafo veneciano que se embarcó y resultó uno de los dieciocho supervienes, gracias a lo cual se obtuvieron valiosos datos sobre el viaje. Se pasan por alto los intentos de motín que se registraron, y a cambio se han introducido nuevos caracteres que están muy alejados de la realidad, pero que intentan poner un contrapunto de emoción y aventuras.

El embajador portugués está empeñado en tener a los cabecillas españoles en cuanto atraquen en puerto luso. Para ello consigue que un espía suba a bordo del navío de Magallanes. No hacía falta introducir estos episodios ya que el dramatismo de la aventura era  suficiente de por sí como para haberle extraído más jugo. Sí se ha respetado los pasajes más significativos de la historia, se ha adornado el resto con situaciones difíciles de defender, incluida la propia personalidad de Elcano y la consideración que por él se tenía desde el principio por el responsable de la expedición.

El guion funciona con altibajos, mientras que Ángel Alonso certifica que se desenvuelve mucho mejor en el cine de animación que en el de personajes. Las imágenes muestran hallazgos significativos descompensándose con otros que no están a la altura de la evolución del género. Las siluetas de los barcos y el oleaje resultan muy difícil de mejorar. Sin embargo, los fondos son demasiado estáticos y casi nunca ofrecen la sensación de profundidad necesaria. Los movimientos de los personajes son bastante ortopédicos, así como las barbas y el pelo de los más significativos, que más bien parecen implantes férreos.

Desde el punto de vista didáctico, el film tiene más interés, recogiéndose situaciones históricamente comprobadas, como el hecho de que cazar una rata significaba una comida valiosa. Los tripulantes sufrieron de escorbuto, el agua se pudrió y se alimentaban principalmente de cuero reblandecido y serrín. Para el recuero quedan el Estrecho de Magallanes, el cambio de denominación de Mar del Sur por Océano Pacífico y el hecho de que cada vez que se atravesaba el Cabo de las Tormentas se tenía derecho a un colgante en la oreja. Sin duda, esta circunstancia no tiene nada que ver con que La Oreja de Van Gogh, con una composición fiel a su estilo, se responsabilicen del tema central del filme.

From → Cine

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