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522, un gato, un chino y mi padre (*1/2)

7 julio 2019

Entre fados

Una mujer de treinta años sufre una versión muy particular de agorafobia, ya que solo se le permite salir hasta un total de 522 pasos fuera de casa. Después de perder a su gato, su único compañero, se ve obligada a efectuar un viaje singular para esparcir sus cenizas. De esta forma, se reencuentra con sus fantasmas.

Sabemos que la protagonista vive en Sevilla, que efectúa traducciones de libros de viajes del portugués al español, o viceversa, que el último se lo ha enviado su padre por su treinta aniversario, y que su habitación es un collage de distintas tendencias. Tiene un gato, su escudero, que la protege y no se separa nunca de ella. Ella padece agorafobia, o miedo a los espacios abiertos y únicamente puede alejarse de su casa 522 pasos para no descomponerse.

El sevillano Paco R. Baños busca los miedos para configurar a sus protagonistas femeninas. En su ópera prima, Alí, su figura central tenía pánico a conducir y hasta a enamorarse. George -Natalia de Molina- muestra pavor a los espacios abiertos. Vive con su gato y un montón de recuerdos que completan su cuarto, algunos de ellos fundamentales en su vida. Su vecino -Manolo Solo- la visita una vez a la semana para que ambos satisfagan sus deseos carnales. Cuando sale a la calle por necesidad lo hace deprisa, sin malgastar sus 522 pasos y siempre protegida por su felino hasta que el animal es atropellado por un autobús nocturno.

Incinerado el minino, resta la tarea de enterrar sus cenizas. Para ello, George pide ayuda al chino/japonés de una tienda próxima a su casa. ¿Podría hacer un viaje sin salir de casa? Es mi día libre contesta su amigo -Alberto Jo Lee-. De esta forma se encaminan desde la capital andaluza hasta el Algarve, precisamente el epicentro del libro que la protagonista recibió como regalo de cumpleaños. Cruzan por el puente del Guadiana y tras dejar atrás Olhao y Portimao llegarán al mismísimo faro del Cabo de San Vicente. Se muestran paisajes atractivos y se huye de los tópicos, olvidándose de los reclamos más turísticos de los lugares por los que transita esta particular road movie.

Parten en una vieja furgoneta en cuya parte de atrás se incluyen los objetos más queridos y próximos a George. Es su forma de desplazarse sin salir de casa y de llegar más allá de los 522 pasos. Ella nació en Portugal y se cruzará en su camino con un admirador de cuando era joven y con el progenitor de éste, viejo amigo de su padre, de quien se alejó después de que su madre les hubiera abandonado a ambos. Por su parte, el chino también tiene sus propios incentivos en ese desplazamiento. Principalmente, reencontrarse con su novia Jiang -Maya Murofushi- y renovar sus votos de amor.

Aunque la cinta rehúye los tópicos, al menos en lo que se refiere a la parte externa, hay dos aspectos del folclore tradicional portugués que son recurrentes: el fado y la saudade, tamizados siempre por la guía escrita por el padre de George, un viaje al fin del mundo por las tierras del Algarve que puede significar el faro más occidental o una construcción nombrada con ese nombre. La saudade puede ser un remedia para curar ciertos males. Del fado se dice que se hermana con los recuerdos. Sentimientos del pasado con un alto componente nostálgico que debes dejar atrás si quieres mirar hacia adelante. No es óbice para que nos deleitemos con Carminho una de las más importantes intérpretes actuales de este género desgarrador que eleva a categoría de arte la tristeza.

Hay bastantes aspectos interesantes en esta propuesta de Paco R. Baños, pero no están bien conjuntados. Falta cohesión entre la variedad de propuestas, que abarcan desde el tipo social al personal, sin obviar ciertas alusiones a la xenofobia. Se podría hablar de cierto hermanamiento entre las provincias del sur de los dos países de la Península Ibérica. Hay más concordancias de lo parece y la solución de continuidad entre ambas es casi imperceptible si descontamos el idioma. El autor es consciente de ellos, aunque lo cuenta de manera desvaída al igual que el resto del largometraje. Le falta fundamentalmente sentido del humor, ya que deambula por el absurdo, y unos personajes más trabajados que puedan interrelacionarse mucho mejor. Cada secuencia parece caminar por libre sin integrarse en las más próximas. Por eso, aunque Natalia de Molina se esfuerza en dotar de vida interior a su personaje, no puede sacarle el partido necesario por deficiencias del guion. Los demás se mueven a su son con mayor o menor fortuna.

Es tiempo de fado, aunque no de vivir del pasado. Pero no se puede evitar la angustia y el desconsuelo que propone. La cinta rezuma ese abatimiento, y lo hace de manera incontrolada. Más que encontrar el camino, es como si deambulara por un bosque lleno de vericuetos laberínticos. Solo cuando se aproxima el final notamos esa convulsión que suele dejar en nosotros cualquier composición musical interpretada por Carminho, Dulce Pontes o Amalia Rodrígues, por remontarnos atrás en el tiempo. Entonces es cuando empezamos a encontrar sentido a la historia y cuando su narración se muestra más cercana y apasionante.

From → Cine

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