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Ojos negros (**1/2)

18 julio 2019

Un verano para descubrir

Una muchacha de catorce años se ve obligada a pasar el verano en un pueblo de Teruel con su tía y su abuela a quienes apenas conoce. En una atmósfera asfixiante conoce a una chica de su generación de la que se hace amiga. Cuando termina el estío la protagonista habrá descubierto cosas que ni siquiera intuía.

Ojos negros, aparte de una canción tradicional rusa, es el título de una película de Nikita Mikhalkov y el de una localidad turolense famosa en su día por sus minas de carbón. Un ferrocarril de vía estrecha llevaba la hulla desde la cuenca del Jiloca hasta Sagunto pasando por la menor de las capitales aragonesas. En su día llego a tener casi dos mil habitantes y ahora quedan poco más del diez por ciento, lo que no es óbice para que se convierta en el epicentro del trabajo fin de carrera de Marta Lallana, Tanto en el guion como en la dirección colaboraron otros compañeros de la Facultad de Comunicación Audiovisual de la Universidad Pompeu y Fabra: Ivet Castelo, Iván Alarcón y Sandra García.

Con visos de que se trate de una historia autobiográfica, los padres de Paula discuten acerca de lo que les espera el verano. La madre, embarazada de ocho meses, opina que lo mejor es que la chica de catorce años pase el estío en casa de su abuela materna, a la que prácticamente no conoce. Su marido se lo reprocha debido a las desavenencias entre ella y su hermana desde hace tiempo, aunque al final termina cediendo.

La chica escucha atentamente desde otra habitación. Será una constante en la película. Lo hará también cuando conversen su abuela y su tía, e incluso en alguna conversación de ésta con un hombre del pueblo al que define como un buen amigo de la familia. De esta forma, Paula se encuentra en Ojos Negros, el pueblo de Teruel donde las arcillas se mezclan con el carbón bajo la silueta de una antigua iglesia que recuerda el estilo mudéjar, rodeada de casas de adobe de escasa altura.

La austeridad propia del mundo rural aragonés domina esta producción, que muestra sus momentos de distensión en las verbenas populares o en un remanso acuífero conformado por el Jiloca. La tía de la protagonista -Anna Sabaté- es un claro ejemplo de esa severidad de que hablábamos. Tanto en su manera de vestir como en sus palabras o en sus actos. Apenas hay comunicación entre ella y su sobrina, quien es recibida por la anciana con mucho afecto y también desconocimiento. Las paredes encaladas refrendan la puesta en escena que se ve muy bien acompañada por la fotografía de Jorge Basterretxea.

El personaje central irá descubriendo que el mundo adulto es muy diferente al vivido hasta ahora. La presencia en un determinado momento de su madre desentierra las diferencias entre ambas hermanas. Una decidió marcharse y la otra tuvo que hacerse cargo de la anciana. Ahora que su final está próximo parece que cada cual se reivindica al tiempo que busca su sitio entre la desconfianza y los reproches. Actuaciones poco exigentes, aunque muy ajustadas. En especial la más curtida Anna Sabaté y la protagonista principal, hermana de la propia directora.

En ese ambiente opresivo conoce a una muchacha de su edad, Alicia -Alba Alcaine-, con la comparte juegos y vivencias. Paula confirma que tiene amigas en la capital, pero también que son muy aburridas. Hay un evidente acercamiento entre ambas, pero el verano se acaba y ambas deben separarse. No entiendes nada llega a decirle Alicia en un momento de blanca intimidad. Está claro que la protagonista ha dado un paso importante en su vida. Ha dejado atrás la niñez y comprueba que el mundo adulto tiene vericuetos insospechados vistos a través de su inocencia.

La película se abre con un plano del personaje central y se cierra con otro similar Ambos personajes son los mismos, pero existe una diferencia abismal entre ambas situaciones. En poco más de una hora se desarrolla una historia simple, con muchos elementos costumbristas, pero también con un componente iniciático determinante. Paula no habla mucho, parece tímida o introvertida. Tampoco tiene muchas ocasiones para el diálogo, ni con sus padres ni con las familiares de Ojos Negros. Alicia tampoco es una muchacha tan efervescente como para arrastrarla, aunque sí lo suficiente como para que la protagonista descubra que hay otra manera de jugar y de comportarse. Formas, en todo caso, no tan infantiles como las que conocía hasta ese momento.

From → Cine

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