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Utoya, 22 de julio (Utøya 22. juli ) (***)

20 julio 2019

Cónica de una masacre

Una joven de 18 años se encuentra en un campamento juvenil en Utoya cuando se entera de un atentado terrorista que ha tenido lugar en Oslo. Lo que desconoce es que en la isla se encuentra Anders Breivik dispuesto a matar a cuantas más personas mejor. La chica está preocupada por su hermana pequeña.

Un texto al inicio del filme nos recuerda los dos atentados sufridos en Noruega el 22 de julio de 2011 con un pequeño intervalo de tiempo. Las primeras imágenes nos llevan al distrito gubernamental de Oslo, para que veamos las consecuencias de la detonación. Pasa de inmediato a la pequeña isla de Utoya, situada en el lago Tyrijforden. Allí está Kaja -Andrea Berntzen-, una chica de dieciocho años que comparte vivencias con unos compañeros de un campamento juvenil socialdemócrata. Hablan del atentado de la capital del que tienen detalles únicamente por referencias ya que las comunicaciones en el islote lacustre con son las más óptimas.

Desconocen que en ese momento ya se encuentra por los alrededores Anders Breivik dispuesto a efectuar una masacre. Cuando comienzan los disparos reina la confusión. El director no sigue al criminal. Se queda con Kaja, lo que incrementa la tensión. Ella y los compañeros que tiene al lado intentan ocultarse entre la espesura de los árboles, pero la muchacha está preocupada especialmente por su hermana pequeña, Emilie, que también se encuentra es Utoya.

El cineasta Erik Poppe, responsable de filmes como Aguas turbulentas o La decisión del rey nos lleva a una situación de plena tirantez, prácticamente asfixiante. Lo consigue gracias a dos cuestiones principales. La filmación parece haberse llevada a cabo con una sola toma. Aunque en realidad hay cortes, aparenta que la acción transcurre en tiempo real durante un ataque que se extendió a lo largo de setenta y dos minutos. Además, al objetivo propuesto se llega a través del desconocimiento por parte de los personajes con respecto a lo que sucede a su alrededor. Todo lo contrario de lo que pasa con los espectadores.

Los guionistas hablaron con unos cuarenta supervivientes para conocer de primera mano sus sensaciones. De esta forma elaboraron una historia con la idea de que se acercase lo más posible a la realidad y que mostrase las emociones de las víctimas para reflejar la masacre desde su perspectiva. A pesar de ello, todos los personajes que se muestran en la pantalla son ficticios por mucho que sus actuaciones estén basadas en hechos y reacciones reales.

La confusión es extrema, y cuando están seguros de que no se trata de un simulacro llaman al 112, que comunica en un principio. Las fuerzas del orden están de camino, pero la situación se vuelve dantesca. Kaja se va encontrando con diferentes adolescentes, unos muertos, otros heridos o que, como ella, intentan sobrevivir a toda costa. Magnus -Aleksander Holmen- es el más significativo. Incluso ambos llegan a fabular sobre lo que quieren ser de mayores. Ella, primera ministra; él, un actor. La diferencia con respecto a los demás es que la protagonista sigue buscando a su hermana. No quiere irse del lugar en una barca, ni huir a través del lago, como recomienda a otros compañeros del campamento.

La cinta va creciendo en intensidad y, por momentos, se va haciendo casi insoportable. El nerviosismo y el desasosiego extienden su manto por el patio de butacas. La propuesta, cinematográficamente, es atractiva. Quizá no lo sea tanto desde el punto de vista moral o por las conclusiones particulares que se extraen. La idea de un solo plano y de que no se vea al terrorista, aunque sí aparece de forma borrosa, e incluso tiene un particular encuentro con la protagonista, forma parte del buen hacer de Poppe, que se nota que ha estudiado ha fondo el proyecto para determinar el ritmo y la puesta en escena más apropiada.

Cade discutir si una producción que relate un hecho tan execrable, y a la vez tan próximo, es la más adecuada. Hay quien opina que es un reclamo para nuevas acciones de este tipo, por lo que estas propuestas dan alas a otros desquiciados o psíquicamente inestables. Tampoco parece demasiado afortunada la sentencia final, que no gustará en ciertos sectores políticos: La extrema derecha está creciendo cada vez más rápido en Europa y sus grupos terroristas siguen actuando. Lo que ocurre es que tal vez queda un poco enmascarada por la tragedia y, sobre todo, por el impacto final que sufre el espectador.

From → Cine

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