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Una gran mujer (Dylda – Beanpole) (***)

18 diciembre 2019

Los horrores de la posguerra

La Segunda Guerra Mundial ha destruido Leningrado y a sus habitantes les ha dejado en la desventura, tanto a nivel psíquico como físico. Dos mujeres jóvenes, que han sido compañeras en el frente, se desempeñan como auxiliares en un hospital.  Ambas intentan salir adelante venciendo a sus respectivos traumas.

Apenas sobrepasado el cuarto de siglo Kantemir Balagov ya es uno de los cineastas rusos más consideradas. Tras Demasiado cerca, con la que deslumbró en Cannes, ha regresado al certamen de la Riviera francesa para llevarse el premio a la mejor dirección y a la mejor actriz en la sección Un certain regard. Se aparta ahora de la zona rural para ofrecernos un terrible drama desarrollado en una gran ciudad devastada por la guerra.

La acción transcurre en Leningrado, meses después de la conclusión de la Segunda Guerra Mundial. La actual San Petersburgo, a orillas del mar Báltico, sufrió con su asedio el evento más horroroso de la contienda. Totalmente incomunicada con el mundo exterior, sus habitantes se encontraron sin recursos, sin alimento y sin ayuda médica. A finales de 1945 no era más que una urbe apocalíptica en la que escaseaba la comida, los edificios aparecían medio destruidos y sus habitantes mostraban las secuelas del conflicto, tanto física como anímicamente.

Se habla de los desastres de la guerra, pero la posguerra deja también calamidades y pérdidas irreparables. En ese ambiente conocemos a la larguirucha Ilya -Viktoria Miroschnichenko-, que fue licenciada por un estrés postraumático que, en ocasiones, le deja inerte, absorta. Trabaja como enfermera en un hospital en el que sus internos se ven tan destruidos como la propia ciudad. Desde parapléjicos que piden la eutanasia por no poder ayudar a sus hijos hasta aquellos cuyas cicatrices estallan cuando efectúan un movimiento ligeramente exagerado ante la visita de una ejecutiva.

Ilya tiene a su cargo un chaval, Pashka, que en una especia de teatrillo improvisado sirve de entretenimiento a los lisiados. Le piden que imite con gestos a un perro, pero el chaval se queda inmóvil hasta que uno de los enfermos dice que es imposible que sepa como es ese animal ya que se los han comido a todos. Son pinceladas del horror que se mastica en la ciudad y que Balagov, discípulo aventajado de Alexánder Sokúrov, relata con tintes rojizos de sangre, aunque también con el verde esperanzador cuyas vetas se alternan en las paredes y en el vestuario.

En realidad, Pashka es hijo de Masha -Vasilisa Perelygina-, ex compañera de Ilya en el ejército y que ahora, en tiempos de paz, pasa a ser una ayudante más en el hospital gracias al beneplácito de su director. Nikolay Ivanovich -Andrei Bykov- trata a la protagonista como a una hija, e incluso le reserva ración doble de comida para alimentar al niño. Las dos mujeres están unidas por la fatalidad y el afecto. Apuestan por la maternidad y en su empeño tiene que ver Sasha -Igor Shirokov-, un joven al que conocieron en una gélida noche.

La tragedia proporciona un revés tan traumático como el vivido hasta entonces por las dos mujeres. Juntas, deben salir adelante, aunque paulatinamente se advierte en ellas un cambio de personalidad. Ilya se fortalece, todo lo contrario que Masha, frustrada por la muerte de su esposo durante la guerra. A esas alturas la película ya se ha mostrado suficientemente dolorosa. El espectador recibe bofetadas punzantes prácticamente a cada secuencia. Si llega un momento de distensión rápidamente es contrarrestado por otro instante de angustia.

Esa inquietud que emana de las imágenes oculta una historia bastante convencional que se ve venir, aunque no seamos conscientes de ello por la magnitud del drama y por el buen hacer de Balagov. Sigue a sus personajes con obsesión para retratar ambientes claustrofóbicos de una ciudad desolada cuyos habitantes se encuentran sumidos en la desesperación. Retrata con precisión a dos mujeres que pretenden llenar un vacío interior que las consume. Ni siquiera disponen de una fachada consistente, como demuestra el estrés de Ilya y la huella de la operación a la que fue sometida Masha.

From → Cine

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