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La suite nupcial (1/2)

13 enero 2020

Látex por hombres

Fidel es un hombre corriente que decide subirse al que supone último tren. Prevé una aventura con una compañera bastante más joven con quien espera pasar un fin de semana de pasión en la suite nupcial de un hotel toledano. Su esposa también tenía planes para ese fin de semana en el mismo lugar.

¿Por qué los hombres maduros anhelan aventuras con mujeres más jóvenes? Se lo planteaban Cher y Olympia Dukakis en Hechizo de luna y ahora asistimos a una nueva versión de una temática clásica en versión de Carlos Iglesias, que escribe, dirige y protagoniza esta aventura de un hombre casado que está dispuesto a vivir un fin de semana de pasión con una compañera de trabajo mucho más joven que él en la suite nupcial de un exclusivo hotel de Toledo.

Si en la película de Norman Jewison se planteaba que los hombres maduros engañan a sus mujeres para sentirse más jóvenes, en el caso de Fidel, el clásico trabajador serio y respetado, es su primer desliz. Se atreve a llegar hasta sus últimas consecuencias porque considera que Marisa -Ana Arias- es su último tren. Tiene sus recelos y le asaltan inmensas dudas. No es un ardiente deseo sexual ni las pasiones más primitivas lo que le impulsa, sino más bien esa necesidad un tanto narcisista que todos tenemos de ser valorados.

Con lo que no contaba el protagonista es con la aparición en escena de Mario -Jose Mota- junto a su último ligue, una brasileña llamada Irasema -Crisaide Mendes Jones-, ni con una gobernanta llamada Elvira -Eloísa Vargas- que se siente sola después de que su amante se haya ido a Venecia el fin de semana con otra, ni siquiera con la madre de sus hijos. Mario es un ligón, habitual del establecimiento, en el que también gozó de su correspondiente escapada con Marisa, al tiempo que la empleada del hotel muestra diferentes emociones, pasando de la envidia sana a la comprensión y hasta llegar al desprecio.

Mientras la acción aborda las dudas de Fidel y la resignación de Elvira aparece en l mismo escenario Elisa -Ana Fernández-, la esposa del personaje central, quien también tenía planes ese fin de semana en el mismo lugar de Toledo pensando que su marido tenía que hacer frente a un viaje de trabajo que le conduciría hasta París. Es una mujer hastiada de los hombres en cuanto a su posible recompensa sexual y prefiere los juguetes de látex al igual que otras féminas que se han dado cita en una especie de convención misógina.

La propuesta se convierte en una comedia de enredo con cameos importantes, como el de Santiago Segura, que únicamente tiene una frase al comienzo del filme. La parte más agradecida se la lleva su responsable, con un papel que le va con sus características de actor. Se mueve con especial acierto incorporando a personas sensibles a las que nunca les salen las cosas como las había planeado. Ana Fernández y Eloísa Vargas luchan por dignificar unos roles bastante elementales, al tiempo que Jose Mota, muy alejado de sus registros habituales, parece perdido con el personaje que le ha tocado representar.

Carlos Iglesias nos sorprendió a todos en 2006 con Un franco, catorce pesetas, que se alzó con la Biznaga de Oro en Málaga y fue recompensado con el Goya al mejor director novel. Desde entonces, su trabajo detrás de las cámaras no ha remontado el vuelo. Tampoco lo consigue con esta producción, más propia de una representación teatral que se un largometraje. La mayor parte de la acción transcurre en la suite nupcial, de cien metros cuadrados a ochocientos euros la noche, incluido desayuno. Cuando las cámaras visitan otras dependencias del hotel se nota que todo es forzado, recurriendo a juegos malabares con un montaje que tampoco consigue brillar a causa de una planificación que no parece la idónea. Ni siquiera con unos personajes colaterales, como las niñas que parecen extraídas de El resplandor, cuyo interés va de más a menos.

Hay algunas ideas brillantes a lo largo de la proyección. Incluso, situaciones cómicas provenientes del vodevil que pueden inducir a la sonrisa, pero se ahogan en una propuesta nada generosa con sus personajes. Cada vez que parece profundizar en un aspecto interesante da un vuelco y regresa a lo superficial, a la primera hilera de árboles de un bosque con mayor contenido que el está dispuesto a mostrar. Véase la razón última de la aventura, el recelo a la actividad sexual o la sustitución de la carne humana por penes de látex. Lucen ciertos aspectos de la ciudad de Toledo, quizás para justificar la correspondiente subvención, pero la película nunca llega a provocar las emociones necesarias para despertar un mayor interés.

From → Cine

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