La candidata perfecta (The Perfect Candidate) (**1/2)

Un camino por asfaltar

Una doctora de Arabia Saudí a la que le ponen muchos impedimentos para prosperar en su profesión termina presentándose como candidata a la alcaldía. El punto principal de su programa se basa en que asfalten el camino que conduce al centro de urgencias, el único existente en la zona.

Ser mujer y destacar en Arabia Saudí en estos tiempos es harto complicado. Haifaa Al-Mansour lo consiguió en 2012 presentando La bicicleta verde –Wadjda– en el Festival de Venecia. Aquella película fresca en la que una niña quería disfrutar con el velocípedo junto a un amigo, algo que se encuentra en el límite de lo autorizado, le sirvió para abrirse paso en el Reino Unido donde se responsabilizó del rodaje de Mary Shelley antes de rodar en Estados Unidos su película menos atractiva hasta el momento.

De regreso a su país ha apostado por reivindicar una vez más el trabajo femenino al tiempo que pone de manifiesto las trabas que encuentra la mujer en Arabia Saudí para expresarse y seguir adelante con su vocación. Ubica su historia en una pequeña localidad que dispone de un centro de urgencias donde trabaja la doctora Maryam -Mila Al Zahrani-, que denuncia sin éxito ante el alcalde que los accesos al recinto hospitalario están encharcados debido a la rotura de una cañería. Tanto es así que acceder hasta la puerta en camilla o ambulancia representa una tarea prácticamente imposible.

El rechazo que supone ser atendido por una mujer se evidencia con un paciente mayor, que prefiere estar en manos de un enfermero, aunque el diagnóstico sea deficiente. Por su parte, el administrador del hospital, el doctor Ghazi -Bandar Hadadi-, que se dispone a dar una conferencia en Riad, la trata con desdén y no se muestra muy contento cuando ella decide optar a una plaza vacante en la capital. Para ello, prepara el correspondiente viaje con el que espera conseguir su propósito.

En Arabia las mujeres necesitan permiso de un hombre para muchas acciones que en Occidente ni siquiera se nos pasa por la cabeza. Por ejemplo, para viajar en avión. Como quiera que su consentimiento estaba caducado, no pudo desplazarse a Riad ni siquiera buscando la ayuda de un primo para el que tuvo que rellenar, a regañadientes, una solicitud para presentarse al consejo municipal. Ahí comenzó su camino para convertirse en candidata a la alcaldía, ayudada por sus dos hermanas, Sara -Nora Al Awadh-, fotógrafa de bodas- y la pequeña Selma -Dae Al Hilali-, quien se muestra más reticente.

De forma paralela asistimos a la iniciativa de su padre, Abdulaziz -Khalid Abdulraheem-, experto en el oúd, o laúd árabe, y que forma parte de un grupo de música tradicional. Quiere salir de la rutina de actuar en bodas, en las que su esposa fallecida ejercía como cantante, y la gira que ha iniciado le puede abrir las puertas a la futura Orquesta Nacional. Su ausencia obliga a la protagonista a explorar nuevos caminos. Sabe que ella es obstinada y se preocupa por las consecuencias de sus actos

Las restricciones en Arabia Saudí con inimaginables por estas latitudes. Por ejemplo, se le impide a una mujer hablar en público. Maryam se rebela despojándose del Niqab, incluida su presencia en una televisión local, donde tiene que hacer frente a preguntas despectivas, como que las personas de su sexo solo se preocupan por cuestiones nimias, como adecentar los jardines. Al-Mansour refleja con ello la realidad de su país, que lucha por desprenderse de ciertos tabúes y que, sin duda, producciones de este tipo ayudan a ello.

Esa denuncia, realmente velada, se efectúa de un modo sencillo. Tanto, que la película se queda en una propuesta bastante inocente, salpicada por algunas cuestiones más profundas cuyo valor es más significativo. Su candidez se hace patente en un desenlace mucho más condescendiente del esperado, donde todo es bueno y bonito. Por eso, nos hallamos ante un largometraje bastante seductor desde sus inicios, sin que proponga en ningún momento una enmienda a la totalidad o una revolución acusada. Su responsable consigue imágenes atractivas cuyo contenido, por imaginado, no deja de sorprender.