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La ola verde (Que sea ley) (***)

8 marzo 2020

La muerte clandestina

Cada día muere una mujer en Argentina a consecuencia de los abortos clandestinos. En 2018 se debatió una ley que dividió al país. El documental recoge esa batalla incluyendo testimonios de las víctimas y de las mujeres que se pusieron a la cabeza de ese movimiento.

En Argentina las mujeres ganan un 27 por ciento menos que los hombres. Injusto. Ellas únicamente poseen el dos por ciento de las tierras cultivables y hay el doble de mujeres inmersas en la pobreza extrema con respecto a los hombres. Dramático. Cada treinta y dos horas se produce una muerte por violencia de género en el país. Cruel. Una noticia reciente afirma que un hombre mató a su pareja de 113 puñaladas.

Con datos como estos no hay duda de que la mujer se encuentra en el sitio que le corresponde en el país sudamericano. Son cifras puestas en valor por este documental de Juan Diego Solanas, responsable de Un amor entre dos mundos. La propuesta se centra fundamentalmente en los abortos clandestinos que derivan en el fallecimiento de mujeres debido a la falta de higiene, medios y sentido común de las clínicas donde se llevan a cabo. Se calcula que se produce una media de setenta mil interrupciones de embarazo anuales en todo el territorio. La policía sabe dónde tienen lugar esas prácticas, pero no actúa.

El pañuelo verde es la seña de identidad de todos aquellos que están a favor de la legalización de este procedimiento. Este trabajo incluye testimonios desgarradores. La diputada Victoria Donda acusa a sus detractores. Le dicen que gracias a que no existía la ley del aborto ella está viva. Capturada su madre embarazada en tiempos de la dictadura, los militares esperaron a que diera a luz, precisamente a Victoria, antes de que formase parte de uno de aquellos cruentos vuelos de la muerte absolutamente deleznables.

Otras diputadas también mostraron sus alegaciones en ese sentido, al tiempo que la ginecóloga Cecilia Ousset reconoció en el Congreso que vio morir a varias mujeres. Otras perdían su útero o se desangraban. En total una posible madre argentina perdía su vida a diario. La situación no es mucho mejor en los países limítrofes. Únicamente el ocho por ciento de las sudamericanas pueden abortar libremente.

Es más que comprensible que allí donde se proyecte este documental, que obtuvo una distinción en el palmarés del Festival de San Sebastián, le acompañe una ola verde. La compuesta por personas con el pañuelo correspondiente al cuello que se posicionan a favor de lo que solicitan sus imágenes: Que sea ley. Lo que se narra pone los pelos de punta y algunas de las secuencias que consigue Juan Diego Solanas muestran una calidad innegable.

Hay que distinguir el contenido y el continente. Lo que se cuenta en esta producción es terrorífico. Duele en las entrañas comprobar los testimonios y los datos que se ofrecen. Desde el punto de vista de la puesta en escena tampoco hay demasiado que objetar. La mayor pega es que se trata de un cine militante. Aparte de la exposición de los hechos, lo más significativo es que se toma postura de manera absoluta. Solamente la idea expuesta en el título, que sea ley. Es de por sí muy significativa.

Con la cámara al hombro, Solanas pretende en todo momento reforzar su idea, por lo que el valor como testimonio decrece aún a pesar de las estadísticas tan frías como desoladoras. Juega a caballo ganador ya que antes del estreno del film ya se había aprobado la iniciativa en el Congreso y faltaba solamente el visto bueno del Senado. Hay que estar a favor de su propuesta, pero se elevaría mucho más si no tomase partido de forma tan descarada. Por todo ello, se trata de una producción mucho más útil para ser exhibida en la pequeña pantalla que en las salas de cine, donde una premisa fundamental es la de generar beneficios.

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