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Oro blanco (The County – Héraðið) (***)

24 junio 2020

Contra el sistema

Una granjera quiere sacarle rédito a su negocio tras la muerte de su marido. En la comunidad una cooperativa se encarga de fijar los precios de compraventa y ella piensa que se pueden obtener mayores beneficios al margen de la empresa. Por eso emprende una batalla desigual contra el poder establecido.

Oponerse al sistema suele acompañar historias muy agradecidas en la gran pantalla. En esta oportunidad confluyen varios aspectos que terminan por hacer de esta producción un conjunto a tener en cuenta, ya que a su vertiente feminista se añade el hecho de que el relato se centre en una pequeña comunidad, magnífico ejemplo de un macrocosmos a pequeña escala. Después de sorprendernos con Rams, premiada en diversos certámenes, incluido Cannes, el islandés Grímur Hákornason acierta nuevamente con una historia compacta, rodada con talento y que se desenvuelve con acierto entre el drama y la tragedia.

De nuevo la acción se desenvuelve en una pequeña localidad del país. La vida en la granja, especialmente con el cuidado de las vacas, exige sacrificio y atención diaria. El autor se recrea con los planos justos para demostrárnoslo, cambiando los carneros de su anterior film por los vacunos. La vida de Inga -Arndis Hrönn Egilsdóttir- da un vuelco total a raíz del fallecimiento de su esposo tras un accidente automovilístico. Ella pasa a ocuparse de todo y observa que puede tapar bastantes agujeros si deja de adquirir sus provisiones en la cooperativa local.

Ya se lo había insinuado a su marido, pero él rechazaba hablar de ello. La cooperativa compra la leche, auténtico oro blanco para los animosos pequeños empresarios, así como el resto de los artículos producidos por sus socios y luego les vende todo lo necesario, sobre todo el pienso, aunque a un precio superior al del mercado. Razón por la que Inga inicia una cruzada para convencer a otros vecinos de establecer su propia distribución de leche. Es la eterna lucha de David contra Goliat, del aparentemente indefenso contra el poderoso. La protagonista se convence a sí misma de que no tiene nada que perder y lo que comienza como un argumento a favor de la supervivencia termina convirtiéndose en cuestión de orgullo.

Por alguna razón, a la vista de laos vaivenes de esta luchadora, sus actos me recuerdan a Norma Rae, el personaje que le dio su primer Oscar a Sally Field. Me gusta particularmente este relato tratado con frialdad. El distanciamiento que propone Grímur Hákornason juega a su favor y convierte el drama en algo más íntimo, al estilo de las narraciones de Elia Kazan. También influye el oscurantismo de los poderosos y sus maquinaciones que se llevan a cabo en un paisaje austero que exige un laborioso trabajo cotidiano.

Casi todo juega a favor de esta película, que muestra una interpretación ajustada y una precisión por los detalles que desembocan en un final sorprendente después de un par de detalles que refuerzan el empeño de su protagonista. Quizá, el desenlace sea un guiño al público. Menos realista de lo que debiera, pero tan convincente como las secuencias anteriores, muchas de las cuales nos atrapan y saben llegar a nuestro corazón.

La mayoría de los aspectos parecen nada a contra corriente. Desde la edad de su protagonista al empeño contra los poderosos. Es una Quijote contra los molinos, pero nada le arredra en sus convicciones. Máxime, después de conocer algunos secretos cuidadosamente destilados en el desarrollo de la película. Un producto mucho más agradecido en el celuloide que sobre el papel y que prueba la sensibilidad y el buen hacer de su autor.

From → Cine

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