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Un blanco, blanco día (Hvítur, Hvítur Dagur) (***)

25 junio 2020

Entre el dolor y la intriga

En una remota localidad islandesa, quien fuera su jefe de policía lamenta la muerte de su esposa en un accidente de tráfico. Fueron muchos años de convivencia y su recuerdo sigue vivo. Un día, rebuscando entre los recuerdos, encuentra pruebas de que ella le podía haber engañado con alguien muy cercano.

Un automóvil discurre por una carretera donde la niebla emerge y desaparece. La visión es complicada y en una curva el vehículo se despeña. Aparece una casa en construcción, la rodean animales que aparecen y desaparecen, como las nieves en las montañas próximas, y que incluso llegan a rodear la vivienda. El paso del tiempo no ha hecho mella en los recuerdos de Ingimundur -Ingvar Eggert Sigurosson-, ni siquiera ha hecho progresos en ese sentido mediante las sesiones de psicoterapia.

El que fuera jefe de policía de una remota y pequeña localidad islandesa solo tiene ahora mismo dos obsesiones: terminar la casa y disfrutar de la compañía de su nieta Salka -Ísa Mekkin Hlynsdóttir-. Ni siquiera ambas en conjunto le permiten olvidar a su esposa -Sara Dögg Asgeirsdóttir-. No ejerce ya de agente de la ley, y el poco tiempo libre lo dedica a jugar al fútbol con sus amigos o ex compañeros. Para no desvelar la intriga que emerge poco después, nos limitaremos a ofrecer tres nombres: Olgeir -Hilmir Snaer Gudnason-, Trausti – Björn Ingi Hilmarsson- y Bjössi -Sigurdur Sigurjónsson-.

El protagonista, Ingimundur, está lleno de dolor. Explora entre los enseres en busca de algo que le pudiera recordar a su difunta esposa, cualquier cosa que la evoque o que pueda tener su olor. Aparecen unas cintas y en ellas se desvela que le habría estado engañando. Reaparecen entonces sus dotes de policía y el dolor está acompañado de una curiosidad que da paso a la intriga. Cegado por los sentimientos que se le agolpa  se vuelve irascible y muestra una cara bien distinta a la paciencia exhibida hasta entonces. Tanto, que llega a poner en peligro su propia vida y la de los suyos.

Hylnur Palmason se luce con una puesta en escena vigorosa. En algunos pasajes puede pecar de extremadamente pausada. Es posible, pero se aprovecha de un guion coherente llevado a la pantalla con pocas fisuras y de una actuación sobresaliente. Ingvar Eggert Sigurosson cedió el premio al mejor actor europeo ante un formidable Antonio Banderas, pero su trabajo resulta encomiable. Su mirada ausente, aun cuando tiene visitas o por mucho que su nieta ofrezca sus progresos con los teclados, nos absorbe.

Es de agradecer que el responsable de esta propuesta muestre personajes normales, de carne y hueso. De esos que acusan un puñetazo bien dado y que, en el caso del rol principal, es capaz de manifestar sus sentimientos tan solo con gestos medidos y escasas palabras. Resulta aclaratoria la explicación inicial. En Islandia existe un proverbio según el cual los días muy blancos permiten que el cielo se junte con la tierra y que los muertos puedan comunicarse con los vivos. Puede llover, nevar o estar nublado, pero Ingimundur hace su descubrimiento en un blanco, blanco día con todo lo que eso conlleva.

La deriva hacia el thriller descongestiona la parte más adusta, cuando el sufrimiento del protagonista alcanza su grado máximo. Luego aparece la ira y la necesidad de encontrar respuestas, la conocer la identidad del amante y las razones de la aventura extraconyugal de su esposa. Todo ello está narrado con naturalidad, si bien hay momento de cierta exageración hasta un desenlace que justifica buena parte de la propuesta fílmica. La presencia del paisaje es fundamental, como también la partitura de Edmund Finnis. Es una película que atrapa, aunque por momentos exaspere.

From → Cine

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