Ane (***)

Una hija desconocida

Lide trabaja como vigilante nocturna en las obras del tren de alta velocidad que provocan la expropiación de varias viviendas. Su empresa ha sufrido atentados de poca monta y descubre que su propia hija puede encontrarse entre los activistas que se oponen a la acción aprobada por las autoridades.

La acción nos sitúa en Vitoria durante el año 2009. Nos presenta a Lide –Patricia López Arnáiz, que trabaja como vigilante nocturno en las obras del tren de alta velocidad. Durante la última última noche ha visto como un artefacto explosivo de escasa intensidad provocaba un pequeño incendio delante de su garita. No solo está preocupada por su trabajo. También porque su hija Ane Jose Laspiur-, de diecisiete años, no ha ido a dormir a casa. Su prolongada ausencia le obliga a contactar con su ex, Fernando –Mikel Losada-, para descubrir con asombro que la muchacha es una persona completamente desconocida para ella.

En su primer largo, David Pérez Sañudo, que tiene una larga trayectoria en el cortometraje, propone una mezcla de estilos de la que sale muy bien parado. Las cuestiones laborales dan paso a la intriga que pasa por encontrar el paradero de Ane hasta derivar en un conflicto docente y generacional que se trastoca en un problema más relacionado con la política. Merecedora del Premio al cine vasco en la pasada edición del Festival de San Sebastián, se aprecia un cierto punto ególatra por parte de su responsable.

Busca planos imposibles que en ocasiones estira demasiado, contrastando con la velocidad de otros pasajes, especialmente en los momentos en que el personaje central, bastante bien definido, se inquieta por diversas situaciones. Aunque saca adelante con nota su proyecto, se le puede acusar también de no perfilar la mayoría de roles secundarios, provocando un cierto inmovilismo en el caso del jefe de estudios –Fernando Albizu-.

Aunque existen diversas líneas secundarias, se hace hincapié casi en exclusiva en la central. No es otra que la búsqueda de Lide por encontrar a Ane cuando afloran rumores de maltrato a un profesor, embarazo no deseado y su pertenencia a grupos activos junto a su presunto novio, Iker –Erik Provanza-. Es entonces cuando la protagonista se da cuenta de lo lejos que está de su hija, y da más valor a sus desencuentros previos, que desembocaron en insultos y provocaciones mutuas.

El gran valor del guion de Marina Parés y Pérez Sañudo es enfocar el problema desde otro punto de vista, el de una madre que sienta como su hija se va introduciendo cada vez más en un camino sin retorno y de poco valen las explicaciones que pueda ofrecerla. Su inquietud por el activismo de Ane camina en paralelo con el de su ausencia del hogar, el presumible fracaso escolar y unas acciones sanitarias que le impulsaron a la joven a desplazarse a Bayona, en la vecina Francia, donde no se necesita el permiso paterno, con la intención de abortar.

Al mismo tiempo tiene que lidiar con ex marido cuya relación a favor o en contra no termina de asentarse, y una suegra a la que tiene en su contra desde el primer momento. El resultado es un drama consistente, al que se le pueden poner algunas pegas, como los encuadres alargados de que hablábamos en contraposición con otras secuencias que marchan a toda velocidad. El apartado musical también presenta claroscuros, al igual que el desarrollo de la mayoría de personajes secundarios.

El Let me Out de Dover suena de forma insistente en diferentes pasajes. Basta encender la radio para encontrarnos con esa canción, pero en otros pasajes se nos antoja metido a calzador. Más sentido tiene Volver a los 17, de Violeta Parra. Ane prefiere la música en euskera, y así suenan Berri Txarrak  o Willis Drummond, que acompañan a la partitura de Jorge Granda. Una pena que sus letras no estén traducidas para comprobar si guardan referencia con el devenir del relato cinematográfico.