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Sentimental (**1/2)

29 octubre 2020

¿Y si hacemos una orgía?

Hace quince años que Laura y Julio viven en pareja, pero desde un tiempo a esta parte ni se hablan ni se tocan. Una tarde, ella invita a un refrigerio a los vecinos del piso de arriba con el propósito de enseñarles la casa. En el transcurso de la reunión reciben una propuesta desconcertante.

No se puede evitar la ascendencia teatral de Sentimental. La acción transcurre en un piso y bien podría desarrollarse únicamente en el salón. Cesc Gay, que no cuenta en su haber con una película poco fiable, y que ha alcanzado su cénit con Truman, indaga nuevamente en las relaciones de pareja, en las neurosis y en las sordideces de sus protagonistas. La propuesta se reduce únicamente a cuatro personajes. Dos parejas heterosexuales de las cuales una se encuentra al borde del naufragio.

Julio -Javier Cámara- es un músico frustrado. Da clases en el conservatorio y hace ya tiempo que declinó sus aspiraciones. Se conforma con subir a la terraza para fumar y mirar las estrellas con su telescopio. Es el personaje mejor definido y también el más ácido. Cuando su esposa Ana -Griselda Siciliani- le dice al llegar a casa que ha invitado a los vecinos de arriba a tomar un refrigerio para agradecerles sus atenciones cuando reformaban el piso, no está nada conforme con esa decisión unilateral.

Ana tiene una boutique y le reprocha a su esposo que no haya atendido su mensaje en el que le solicitaba que comprase vino, pero lo cierto es que vino hay de sobra en la vivienda. Se queja Julio de que los vecinos de arriba hacen el amor con estruendo y que las paredes vibran con sus orgasmos. No le queda otro remedio que aceptar la visita, aunque concede solamente un plazo de diez minutos para ausentarse con una disculpa.

Laura -Belén Cuesta- es una psicóloga que vie desde hace relativamente poco tiempo con Salva -Alberto San Juan-, jefe de brigada de bomberos. Los dos hombres son directos y utilizan el doble sentido como arma, uno de protección y el otro de lanzadera. En el transcurso de una velada con tiras y aflojas, Laura y Salva proponen un intercambio de parejas, o hacer el amor en grupo. Ellos lo practican desde poco después de conocerse e insisten en que los gritos de satisfacción que pueden escucharse en el inmueble se corresponden con una amiga que participa activamente en sus orgías.

Los diálogos son efectivos y la película va creciendo hasta sobrepasar su ecuador. Lo que sucede a partir de ese momento hace que pierda la chispa inicial y que resulte mucho menos creíble. En condiciones normales, Julio habría mandado a paseo a sus invitados, pero hay que completar un mínimo metraje, y aguanta. En parte, por las intervenciones mediadoras de Laura, quien bien podría haber aceptado por su cuenta la invitación sexual teniendo en cuenta que su matrimonio está bajo mínimos y que hace un año que no puede dar rienda suelta a la satisfacción con su marido.

La procedencia teatral resulta evidente por mucho que Cesc Gay haga esfuerzos por ampliar el horizonte del salón y extenderlo a otros lugares del domicilio. A veces, no tiene más remedio que aprovecharse de unos tiros de cámara que serían descartados en un escenario más amplio. Los cuatro personajes apenas tienen puntos en común, pero el autor los encuentra a través de sus frustraciones, que les invitan a revestirse de una careta de la que se van despojando paulatinamente. En especial, en el caso de Laura y Julio.

Belén Cuesta saca brillo a su papel de psicóloga, mientras que el personaje de Salva es el más ambiguo. Va directo siempre, aunque aguanta insultos y mofas. Parece que en su cabeza solo existe el sexo en sus distintas variantes y da todo por bueno mientras consiga su objetivo. En ocasiones se busca el humor fácil, porque hablar de sexo lo facilita.  En un mundo normal sería poco menos que impensable que esta reunión se alargase más de quince minutos. Esto es ficción y hay que aceptarlo como mero entretenimiento.

From → Cine

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