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Maixabel (****)

23 septiembre 2021
Maixabel

Maixabel – Memoria que duele

Maixabel Lasa pierde en el año 2000 a su marido, asesinado por ETA. Once años más tarde, recibe una petición insólita: uno de los asesinos ha pedido entrevistarse con ella en la cárcel. A pesar de las dudas y del inmenso dolor, Maixabel accede a encontrarse cara a cara con las personas que acabaron a sangre fría con su esposo.

No era fácil hablar de la banda terrorista ETA y de un asesino que soporta por años el inmenso dolor de haber matado a sangre fría. Tampoco reflejar el estado de ánimo de una esposa que ve truncada de repente una convivencia de dieciséis años, que ha de llevar escolta, y que no sabe cuál será la reacción de su única hija. No era sencillo capturar el ambiente de una localidad en la que todos se conocen y saben quién es cada cual en unos años de plomo en los que se sucedía un atentado prácticamente cada quince días.

Icíar Bollaín lo ha conseguido. Debía caminar por una línea extremadamente fina y sale airosa de un trance comprometido. Lo logra gracias a un guion ajustado, pero sobre todo a una dirección impecable y a una interpretación majestuosa, especialmente de Blanca Portillo. Se trata de un film, punzante, como no podía ser hemos, que tiende a ser lacrimógeno un poco más allá de lo justo y que se ve favorecido en este capítulo por la sentida partitura de Alberto Iglesias.

Era fácil componer un texto en el que rápidamente se diera paso a unas conversaciones que debieran ser terribles. En ellas, se habrían de acotar los motivos de por qué tres hombres asesinaron el año 2000 a Juan María Jáuregui, perteneciente al Partido Socialista de Euskadi y que había sido Gobernador Provincial de Guipúzcoa. Viajaba ocasionalmente al País Vasco desde su puesto institucional en Chile y en una de esas visitas fue tiroteado en la nuca.

Ibon Etxezarreta Etxaniz, Luis María Carrasco Aseginolaza y Patxi Xabier Makazaga Azurmendi fueron condenados a treinta y nueve años de cárcel. El primero en arrepentirse fue Carrasco -Urko Olabal-, mientras Ibon -Luis Tosar- lo iba mascullando. Tuvieron que sufrir el señalamiento de sus excompañeros, quienes les retiraron el saludo por dar marcha atrás mientras disfrutaban de ciertas prebendas en el penal de Nanclares de la Oca.

Enfrente, la viuda de Jáuregui, Maixabel Lasa -Blanca Portillo-. Su forma de conocer la muerte de su esposo es antológica. No tardó en posicionarse al frente de la Asociación de Víctimas del Terrorismo pidiendo la misma condena para cualquier acto de esas características, fuera del signo que fuese. También su hija María -María Cerezuela-, tan fuerte y tan débil al mismo tiempo. Maixabel tuvo que penar con su dolor y con una vida que nunca había esperado.

Una década más tarde, gracias a un programa político, la Vía Nanclares, se propuso a los victimarios, que hablasen con los familiares de las víctimas. Una asistente social se encargaría de ejercer de intermediaria. La idea podía propiciar un duelo interpretativo en la pantalla amén de una función próxima al escenario teatral. Bollaín y la coguionista, Isa Campo, supieron huir de esa tentación.

En un relato paralelo asistimos a la evolución de los personajes principales en una película madura. Tan dolosa como pulcra.  Posiblemente juegue en su contra que no quiera meterse en profundidades y termine siendo ligeramente superficial. No huye de citas reales, como la de que Juan María hubiese hablado con sus verdugos si estuviera vivo, según afirma la propia Maixabel. Esperábamos más intensidad en el encuentro entre Portillo y Tosar, pero la emoción es más bien contenida. Más emotiva y desgarradora que intensa.

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