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1944 (***)

27 junio 2016

Durante la II Guerra Mundial, Alemania reclutó a muchos hombres de la invadida Estonia. Con el avance del ejército rojo, la población se vio obligada a combatir en ambos bandos lo que derivó en que, muchas veces, jóvenes del mismo lugar se vieran obligados a enfrentarse sin que ninguno de ellos se identificase con las fuerzas de ocupación.

Las filmografías de los países del Este de Europa que en su día quedaron bajo el yugo de la Unión Soviética comienzan a indagar en su pasado. Las purgas estalinistas que sucedieron a la Segunda Guerra Mundial es uno de los argumentos recurrentes de estas cinematografías poco prolíficas que, sin embargo, dejan relatos de gran interés, la mayoría de ellos volcados en situaciones dramáticas que ensombrecieron a su población.

Estonia es uno de los países recurrentes. Pronto llegará a nuestras pantallas The Fencer, una producción finlandesa centrada en un profesor de esgrima de la citada república báltica que representó a su país en la pasada edición de los Oscar y fue nominada al Globo de Oro. De la propia estonia recibimos ahora el segundo largometraje de Elmo Nüganen, también candidato al Oscar a la mejor película de habla no inglesa, que se encontró con la dificultad añadida de que el año anterior otra película de su país, Mandarinas, acaparó menciones internacionales.

Si en Nombres de mármol, Nüganen repasaba los hechos que condujeron al primer período de independencia de su país con respecto a Rusia, ahora nos muestra la epopeya de sus compatriotas durante la Segunda Guerra Mundial. Con la invasión nazi, sus varones fueron reclutados por los alemanes. Posteriormente, cuando el ejército rojo soviético avanzaba sobre Berlín, muchos fueron los que se vieron obligados a cambiar de bando, desertaron, o terminaron asesinados por combatir con las tropas enemigas.

La mayor parte de estos jóvenes se vieron inmersos en el frente por obligación, y casi nunca por afinidad a ninguno de los dos contendientes. De esta forma, el film se centra en varios episodios que abarcan desde la batalla de Tannenberg, que tuvo lugar entre el 25 de julio y el 10 de agosto de 1944, hasta la de Tehumardi, en la península de Sôrve, que transcurrió inmediatamente después. Da la coincidencia de que este año Estonia se alzó con el triunfo en el Festival de Eurovisión con un tema titulado igualmente 1944, y que se refiere a ese período histórico tan dramático para su gente.

Nüganen no toma partido. Aparentemente, rechaza tanto a los germanos como a los soviéticos. Sufre por los jóvenes que se vieron inmersos en un conflicto que no deseaban y se centra particularmente en dos de ellos: Karl Tammik –Kaspar Velberg- y Jüri Jögi –Kristjan Üksküla-. Hablada en estonio y ruso, la primera parte nos muestra a los jóvenes nacidos en Tallín o alrededores que combaten para los nazis. En un enfrentamiento bélico, se vieron obligados a matarse unos a otros, sintiendo un dolor infinito al dar cuenta de que todos ellos procedían de idénticos lugares. Así, Jüri fue el verdugo involuntario de Karl.

La segunda mitad de la cinta se centra en los estonios que combatieron a favor de los soviéticos, ya que sigue a Jüri quien, tras recoger del cuerpo sin vida de Karl una carta dirigida a un familiar, se dispone a entregarla. Era para su hermana Aino –Maiken Schmidt-, con quien llega a intimar antes de salir hacia el frente de la península de Sôrve. Las escenas son crudas, máxime por tratarse de una lucha entre hermanos que no tiene nada que ver con una guerra civil. Los combates en trincheras son efectivos y bien logrados, así como la utilización de los tanques. No obstante, en ningún momento llega a la espectacularidad y sentido del ritmo de Steven Spielberg en Caballo de batalla War Horse-.Incluso, la historia de amor ralentiza un film que abusa del conflicto bélico, pero que echa de menos esas secuencias cuando sale de la zona de batalla.

La cinta llega a atraparnos por momentos. Hay inteligencia en su puesta en escena y se nota el esfuerzo, tanto en la fotografía, el sonido y la banda sonora. Peca en que hay muy poca originalidad en sus imágenes. Gallipoli ya nos había mostrado el horror de las trincheras y nos vienen a la mente diversos títulos en los que los tanques toman protagonismo y lo hacen con un realismo evidente. Y no hay que remitirnos a la más cercana, Corazones de aceroFury-. Ese es, probablemente, el mayor debe de una cinta interesante que muestra la difícil cualidad de que, en muchas ocasiones, no se sabe cuál es cada bando. Lo que podría ser un demérito se convierte en virtud, ya que muestra la realidad de las situaciones en duelos directos como los que se describen en el film.

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