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Hielo (Gelo) (**)

9 agosto 2016

Joana, Una estudiante de cine conoce a un alumno de último curso, quien insiste en que ella se llama realmente Catarina Vega. De esta forma se enlaza una historia del presente con elementos del pasado y del futuro que arrancan cuando se descubre en los Pirineos el cuerpo perfectamente conservado de un hombre primitivo.

Una cosa es emular a los grandes, o intentar acercase a ellos; otra muy distinta es poder situarse a su altura de buenas a primeras. Eso es lo que le sucede a los portugueses Luis y Gonçalvo  Galvao Teles en su debut cinematográfico. Muestran maneras con una propuesta que parece surgida del proyecto fin de carrera, como en su día aconteció con Tesis, de Alejandro Amenábar. Si es así, hay que contar con ellos para el futuro. Sin embargo, no vale con insistir en la frase de Billy Wilder en que el guion es lo más importante de un film. Ni siquiera que el final no importa y sí la historia y su desarrollo.

El arranque es atractivo. Joana escribe una historia en su tableta sentada en una cafetería. La cámara situada a poco menos de medio metro sobre el suelo sigue e una personaje que corre y provoca un accidente.  Alguien que intentaba sacar el carné de conducir atropella a un joven. Según el relato, el mismo muchacho persigue al personaje que corre, que atraviesa la calle por el paso de peatones, como debe de ser, hasta que aquel resulta atropellado por el mismo vehículo de la autoescuela. En ese momento, dos hombres con red atrapan al personaje que corre. Es un perro.

Es la única sonrisa de un film que muy pronto se lanza a la incomprensión. La estudiante Joana llama la atención de su profesor de guion al contarle una historia de la que arrancará su posible película: en Los Pirineos se ha descubierto el cuerpo muy bien conservado de un hombre de Neandertal, cubierto por la nieve desde hace cientos de años. Para el desarrollo de la historia, la protagonista piensa en una sociedad secreta que quiere, a través del ADN, que una madre de alquiler pueda dar luz un niño para comprobar su comportamiento en la época actual.

Ivana Baquero, la niña protagonista de El laberinto del fauno es quien encarna al doble personaje central en una historia que, de inmediato, transcurre por cuatro épocas diferentes: la del alumbramiento de la niña, su desarrollo y adolescencia, la época actual, y el futuro.  Se comienzan a hilar los cabos cuando la estudiante es abordada en plena calle por Miguel –Afonso Pimentel-, un alumno de último año, que le presenta a su compañero Genio –Joao Jesús-. Juntos discutirán sobre el desarrollo del punto de partida dispuesto por Joana pero, lo más importante, es que ella y Miguel se enamoran profundamente.

Con la criogenización como denominador común, conocemos como Catarina se escapó de la residencia en que se encontraba con su perro y con su amante Samuel –Albano Jerónimo-, y que su vida con Miguel comienza a ser un paraíso cuando él muere al intentar salvarla de una caída por un precipicio. Ella quiere sentir lo mismo que él, y somete a su cuerpo a la congelación, del que la despierta Filipe –Ivo Canelas-, un personaje confuso que descubre a la verdadera madre de la chica, Ruth –Ruth Gabriel-.

Como decíamos, la película es confusa, con personajes que exhiben distintos comportamientos hasta el punto de que sus responsables navegan por una línea difusa en la que no se sabe a ciencia cierta si nos encontramos con la realidad, con el guion fílmico o con una ensoñación. El piano minimalista de Filipe Raposo subraya con acierto unas imágenes irregulares, que en ocasiones son apasionantes y en otras nos hacen sufrir demasiado. No todo es culpa del especialista, Joao Ribeiro, ya que los púrpuras en algunos momentos destacan demasiado, en especial sobre los fondos blancos, hasta que incluso llegan a chirriar.

El ritmo deliberadamente lento es otra de las rémoras del film. Un aspecto que se intenta paliar con una sorpresa en cada secuencia. A cada vuelta de la esquina siempre aparece un personaje con alguna revelación, o que colabora a la confusión general, de forma que se cumple uno de los axiomas sugeridos por los protagonistas y que recogíamos más arriba: lo importante no es el final, si no la historia y su desarrollo. Cabe pensar si para contarnos una historia de amor hacía falta tanto retruécano para escaparse de una simplicidad de la que no se puede huir. Aun así, nos parece la película de corte fantástico más sugerente y personal desde Ex Machina.

From → Cine

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