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El contable (The Accountant) (**)

30 octubre 2016

Un contable, auténtico genio de las matemáticas, se presenta como un hombre tranquilo y obsesivamente ordenado. Con una pequeña empresa como tapadera, lleva los asuntos de importantes familias mafiosas y también es un asesino despiadado que hace gala de una puntería infalible.

Hay películas que funcionan muy bien en taquilla y que apenas admiten un enjuiciamiento crítico. Ese es el caso de esta cinta dirigida por Gavin O’Coonor, que hace gala de una puesta en escena al servicio del espectador, se apoya en un buen montaje y, sobre todo, en el carisma de Ben Affleck, su intérprete principal. El resto es un puro artificio proyectado a que el público se le pase bien con unas medidas gotas de humor, mucha acción y un personaje a la altura de un súper héroe.

Christian Wolff es un contable reclutado por su buena fama, por Rita Blackburn –Jean Smart- y su hermano Lamar –John Lithgow- para encontrar un problema en sus balances detectado por una de sus empleadas, Dana Cummings –Anna Kendrick-.  Desde el principio tenemos la certeza de que el mencionado Christian Wolff no es quien parece ya que, detrás de su honorable fachada, se esconde un hombre que ha trabajado con las familias mafiosas más importantes, y que es un asesino despiadado con una puntería infalible. Lo sabemos porque un agente del tesoro con mando en plaza a punto de jubilarse, Raymond Rey –J.K. Simmons-, encarna a una subalterna, Marybeth Medina –Cinthya Addai-Robinson-, que descubra su identidad y dé con su paradero.

Lo cierto es que Christian era un niño difícil, que presentó desde nacimiento un problema de autismo que le impedía comunicarse abiertamente con los demás pero que le proporcionaba la cualidad de ser un genio con las matemáticas. Su padre nunca quiso que se quedara en una escuela especial y, por su condición de militar, cambió 34 veces de domicilio en 17 años. No fue óbice para que proporcionara a sus hijos una educación muy especial. Tanto el protagonista como su hermano Braxton –John Bernthal- eran duchos en la defensa personal y en el manejo de las armas. Cuando Christian da con sus huesos en la cárcel, se convierte en compañero inseparable de Francis Silverberg –Jeffrey Tambor-, quien le pone al tanto de las diferentes familias de gánsteres.

Con esos mimbres, el guion abarca un amplio espectro. Hay lugar para el romance, el drama familiar, la acción, un poco de intriga y, sobre todo, exprime un canto a la familia y a la lealtad. Probablemente, ese sea su mayor valor, aunque queda en segundo plano por culpa de una historia tramposa, llena de elementos engañosos, algunos de ellos sin sentido, en aras de una mayúscula comercialidad. Christian Wolff es un Rambo cualquiera, alguien invencible en apariencia, pero en sus actos y su forma de entender las matemáticas se parece al protagonista de Una mente maravillosa en el sentido de que puede revisar en una noche los libros de cuentas que otros tardarían un año o más.

Realmente, el protagonista es un súper hombre en todos los sentidos excepto en su comunicación con los demás, pero para eso está Dana Cummings, que puede recorrer con velocidad un terreno arduo para él. Se trata de dos personajes muy parecidos en sus logros y en sus inconvenientes por lo que terminan atrayéndose de la forma más natural. El romanticismo que desprenden es tan frio como el personaje principal, aunque sirve para aliñar una historia con ciertos toques intelectuales, especialmente cuando se refiere a la obra pictórica de Pollock, Renoir y la serie pictórica de perros jugando al póker creada por el estadounidense Casisus Marcellus Coolidge. Es de esos largometrajes en los que el protagonista pasa por ser un tipo despreciable que debiera de estar condenado a cadena perpetua pero del que llegas a encariñarte y hasta pasar por alto sus muchos crímenes.

From → Cine

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