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Las furias (***)

7 noviembre 2016

Una mujer sexagenaria, que ha encontrado el amor en una muchacha más joven, anuncia que quiere vender su casa de la playa. A modo de despedida, toda la familia, incluido su ex y sus tres hijos se dan cita para repartirse los enseres. Son muchos los secretos familiares que se ocultan y todos ellos quedarán al descubierto

Las furias, como elementos mitológicos son la personificación de la venganza y el castigo. Tenían como misión castigar los crímenes humanos. Según Miguel del Arco, responsable del film, no cesarán en su injerencia hasta que los elementos de la familia vuelvan a reconciliarse. Así al menos es lo que un actor consagrado, Leo –José Sacristán- aquejado de alzheimer, le hace creer a su nieta María –Macarena Sanz- desde su tierna infancia.

En época actual, Marga –Mercedes Sampietro-, la ex esposa de Leo, que ha encontrado sentido a su vida con una psiquiatra, Julia – Bárbara Lennie-, mucho más joven que ella, reúne a dos de sus hijos con la intención de sincerarse, pero lo único que consigue es anunciar la venta de la casa de la playa, que trae muchos recuerdos a cada miembro de la familia. Por eso le piden que antes de la transacción pasen juntos un fin de semana en ese lugar donde, además, Héctor –Gonzalo de Castro- anuncia que se casará con Ana –Emma Suárez-, una doctora con la que lleva viviendo más de quince años.

Todos ellos se dan cita en la casa. También Aquiles –Alberto San Juan-, un escritor frustrado, cuya hermana, Casandra –Carmen Machi-, hija también de Marga-, es una locutora de radio cuyo matrimonio con Gus –Pere Arquillué- pasa por sus horas más bajas. El reparto, en sus papales principales, lo completa Nekane –Elisabet Gelabert-, una concejala amiga de la familia, que será quien oficie el casamiento.

Habitualmente, el festival de Valladolid tiene problemas para seleccionar películas españolas. En este caso, como en su día la versión de La aldea maldita musicada por Pepe Nieto, se han decantado por un producto nacional para su inauguración, y la suerte ha recaído en la ópera primera de Miguel del Arco, un film interesante pero pretencioso, tanto en la forma como en el fondo. Lo es, por cuanto su director anuncia su debut a bombo y platillo en los créditos, también en la pomposidad que pretende dar al guion con textos de Shakespeare para mayor lucimiento de un engolado José Sacristán, y porque no ha ejercido la autocrítica suficiente como para recortar cuando menos un cuarto de hora de los 125 minutos que dura este largometraje algunas de cuyas escenas deberían haberse quedado en la sala de montaje.

Realmente, el film comienza, después de una entrada en la que vemos am todos los miembros de la familia en el cumpleaños de María, cuando Marga anuncia a dos de sus hijos que quiere vender la casa. Desde ese momento, los problemas y enfrentamientos entre personajes se adueñan de la pantalla tal y como estaba previsto. En el haber de su responsable hay que destacar un guion medido, con las suficientes sorpresas y una puesta en escena coherente como para que se siga el relato con atención.

Hay reminiscencias de El desencanto, y también de August, más por lo que se refiere a la obra teatral de Tracy Letts que por su adaptación cinematográfica, aunque ésta como la producción que nos ocupa, se desorientan al final en aras de una mayor satisfacción de cara al público. Del Arco comete errores propios de un principiante. El fundamental, querer introducir demasiadas cosas en su historia, sin despreciar momentos en los que hace cantar a sus intérpretes y que, a la postre, son tan redundantes como algunos pasajes de su narración.

A cambio, la cinta posee un punto muy definido de originalidad, puesto que el espacio dramático, con referencia a una obra teatral, suele llevarse hacia la comedia, incluso a la astracanada, en nuestra cinematografía. Sin embargo, el relato está más cerca de producciones francesas del tipo Pequeñas mentiras sin importanciaLes petits mouchoirs, 2010-, aunque cambiando una reunión de amigos por una celebración familiar. Hay un respeto a los clásicos, emparejando a los personajes y ejerciendo el resto como un coro cuando su presencia es más coral. Un debut interesante para una película difícilmente comercial que muestra una actuación coral destacable. Alberto San Juan, y su personaje, son la parte más endeble de la propuesta.

From → Cine

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