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Mañana empieza todo (Demain tout commence) (*1/2)

29 marzo 2017

En una playa de Francia, Samuel hace de su capa un sayo. Juerga tras juerga, vive en una continuada orgía hasta que un día se presenta en su barco una antigua amante de la que ni siquiera se acordaba. Ella le entrega una niña y desaparece. En su intento por devolver el bebé, Samuel se convertirá en un acreditado especialista cinematográfico.

Suele ser frecuente que el cine francés proponga algunos argumentos que más tarde son adaptados en otras cinematografías, principalmente con dinero de los Estados Unidos. La dirección contraria es menos habitual, aunque exista, pero no que en el país europeo se dé una vuelta de tuerca a una producción mexicana. En este caso, se trata de No se aceptan devoluciones, 2013-, que significó el mayor éxito en su mercado gracias a la popularidad de su autor, Eugenio Dérbez, ídolo popular gracias a la pequeña pantalla.

El argumento nos presenta a un hombre que sólo piensa en divertirse y que, de buenas a primeras, se encuentra con bebé. Al pretender devolvérselo a su madre, se convierte casualmente en un especialista cinematográfico que, gracias a sus acciones imposibles, obtiene a cambio unos considerables beneficios económicos, lo que sirve para proporcionar a su hija todos los caprichos, incluso convertir su en un parque de atracciones a escala más que en un hogar.

El egoísta Samuel –Omar Sy- lleva una vida disipada, pero con su carisma es capaz de enamorar a cualquier turista y de marear con argumentos peregrinos a Samantha –Clémentine Célarié- la propietaria del barco que pilota, de que aunque mal preparadas las cosas siempre salen bien. Una mañana, se presenta Kistin –Clémence Poésy-, una británica que insiste en que el padre de un bebé que lleva en sus brazos es el propio Samuel. Una vez que deja a la cría, desaparece. El egocéntrico protagonista no puede permitirse esa situación y decide tomar un vuelo rápido a Londres para devolver al chaval. Las complicaciones se suceden y, gracias a la ayuda de Bernie –Antoine Bertrand-, encuentra un trabajo muy bien remunerado como especialista cinematográfico. Los años pasan y sus intervenciones resultan cada vez más extraordinarias para regocijo de su hija Gloria –Gloria Colston-, convertida en una adorable jovencita.

Hay mínimas diferencias con respecto a la propuesta original. La más destacada es que el personaje que ayuda al protagonista, el productor cinematográfico, es un homosexual nada reprimido. Sin embargo, se deja en el tintero una serie de insertos que hacían mucho más disfrutable la película de Dérbez. Por ejemplo, los guiños a celebridades como Johnny Depp, Lionel Messi, Adam Sandler o Guillermo del Toro. La imaginación que desbordaba la película mexicana a través de un argumento convencional y explotado al máximo en la pantalla, se echa de menos en esta propuesta de Hego Gélin que, como director, pasa totalmente desapercibido.

Esta producción era totalmente prescindible, ya que no mejora en da al original. Su mayor valor reside en el carisma de Omar Sy, uno de los actores franceses más taquilleros del panorama actual, pero Eugenio Dérbez no se quedaba a la zaga. Además, cae en algunas trampas impuestas por el propio responsable. Aunque no se dice explícitamente, parece que Kristin sólo mantiene relaciones con afroamericanos. Le dice a Samuel que es el padre de su hija, pero más adelante pone en una duda esa circunstancia. Incluso, el novio con el que se presenta cuando quiere recuperar a Gloria es también de color –Ashley Walters-.

Una vez más, lo mejor de esta historia es la relación que mantienen el padre y la niña, El cambio de las soleadas playas del sur de Francia a la pluviosidad londinense también se efectúa en el actor que encabeza el reparto. Omar Sy pasa de entusiasmar a sus seguidores con todo tipo de muecas para dar posteriormente mayor lustre a su personaje por medio de la contención. Sin embargo, queda en un segundo plano el punto de partida del film original, cuando el padre del protagonista le insta siendo niño a saltar desde un gran acantilado. Hay que vencer los miedos, decía. Dérbez mantenía viva esa llama a lo largo del metraje; para Gélin es una propuesta inicial que apenas tiene mayor importancia en el desarrollo. Da a entender que los propios miedos son siempre superables con una sonrisa pero no lo justifica.

From → Cine

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