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Órbita 9 (*)

8 abril 2017

Helena se encuentra en una cápsula espacial desde que era un bebé. Su objetivo es formar parte de los colonos que se desplazan a Celeste, un planeta alejado más de cuarenta años del nuestro. Su percepción cambia cuando, tras una avería, aparece un ingeniero espacial para reparar el problema.

Usualmente, las producciones de ciencia ficción exigen un fuerte desembolso, lo que desanima a muchos creadores a seguir esa línea. No es el caso de Hatem Khraiche Ruiz-Zorrilla, cineasta zamorano de padre libanés, que debuta como director con una propuesta que muestra un acabado consistente. Tanto, que bien podría decirse que estamos ante uno de los diseños de producción del año en cuanto a películas españolas se refiere. Mucho más discutible es el guion,  escrito por el propio Khraiche, que muestra unas lagunas evidentes, así como unas situaciones que exigirían bastantes enmiendas.

La historia se centra en Helena –Clara Lago-, que habita en una cápsula con destino a Celeste, el lugar al que se dirigen muchos colonos y cuyo viaje dura cuarenta años. Ella era un bebé cuando subió a bordo, y sus padres se sacrificaron por ella, puesto que un problema en el ordenador de a bordo afectó sensiblemente a la renovación del aire. Para las tres personas, la autonomía podría ser un año; en el caso de una sola, se podría triplicar, o incluso cuadruplicar ese espacio de tiempo.

Han pasado los años y, tras la correspondiente alerta, la protagonista aguarda la llegada de un equipo de reparación. Quien acude es Álex –Álex González-, un ingeniero al que le llevará un par de días reparar los daños. En ese lapso de tiempo, Helena se prepara para tener una velada romántica con él. Nunca ha besado a un hombre y se pasará otros veinte años sola en el ingenio espacial sin conocer varón. Pocas veces una noche de amor ha desencadenado un problema tan grande. Después de marcharse, Álex regresa, y lo hace para decirle a Helena que sigue estando en la Tierra y que forma parte de un experimento encabezado por Hugo –Andrés Parra-, su jefe.

Comienza la huida, tanto por el entorno del experimento, el búnker en que está localizada la empresa que lo lleva a cabo, y por terrazas y aledaños. Para ello, los fugitivos cuentan con la ayuda de una psicóloga –Belén Rueda-, que se afana por encubrirles. Son los mejores momentos del film, junto con el arranque. Aquellos en los que el director se muestra más cómodo y no tiene que ajustarse a diálogos poco significativos y a secuencias que intentan explicar lo inexplicable porque naufragan en ese sentido casi siempre.

El diseño de la cápsula es convincente, y el pequeño robot que acompaña a Álex y que parece confeccionado a partir de una cámara fotográfica antigua, es gracioso. La ciudad en la que se desarrolla la historia resulta poco menos que irreconocible, pero es muy creíble. Donde reside el fracaso es en los pequeños detalles que, juntos, echan por tierra las buenas intenciones. Se ofrecen aspectos en relación a como se alimenta la supuesta viajera espacial, también el video de despedida de sus padres, pero no sabemos nada acerca, por ejemplo, de su educación o de cómo consigue un vestuario a su medida.

Ella habla español, como Álex, de quien se dice que es un ingeniero de nuestro país, pero desconocemos donde está radicada una empresa, que da cuenta de sus logros a unos empresarios trajeados y, a cambio, muestra un fuerte equipo de seguridad ataviado con uniformes del ejército. En realidad, Helena es una de las diez personas tomadas como conejillos de indias para conocer de qué forma les afecta un viaje especial de cuarenta años. Se trata de seres humanos clonados de gente fallecida dos generaciones atrás. Como marca la ley (sic).

Una propuesta, en fin, con un punto de partida interesante que el guion se encarga de menospreciar porque quiere que el espectador acepte todos sus faroles. Incluso la historia de amor parece forzada. No tendría otra cosa que hacer un ingeniero joven y guapo, al que la vida le sonríe, que enamorarse cuando se le echa encima a las primeras de cambio uno de los sujetos de su investigación. Valen unas cuantas licencias, pero en esta oportunidad son demasiadas, como un paquete mal envuelto que se descompone antes de llegar a su destino.

From → Cine

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