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La vida de Anna (Anna’s Life) (***)

19 junio 2017

Una madre soltera, que vive en Tiflis, ansía con todas sus fuerzas establecerse en Estados Unidos con objeto de alcanzar una vida mejor, tanto para ella como para su hijo autista. Decidida a arriesgarse hasta el límite, llega a vender su casa para pagar obtener un visado que le permita el acceso al país de sus sueños.

Los efectos de la crisis se muestran en cada país. Incluso, podríamos decir que son semejantes. En España, Techo y comida –Juan Manuel del Castillo, 2015-, resultó un buen ejemplo de la situación actual en barrios marginales. En un estilo similar, el debutante Nino Basilia expone una situación familiar en Tiflis, la capital de Georgia. Hay sutiles diferencia, aunque en ambos casos la historia se centra en una madre soltera. Anna trabaja, aunque tenga un sueldo precario, vive en un apartamento de su propiedad y su hijo es autista.

El chaval vive prácticamente en un colegio con otros muchachos que presentan síntomas semejantes, pero su madre desea un centro especializado y mucho más solvente en la educación, pero sus costes resultan inasumibles. Las autoridades le niegan la subvención puesto que, antes que ella, hay que considerar a otras personas, especialmente las que no disponen de ningún ingreso.

Anna sueña con marcharse a Estados Unidos con su hijo, pero es una quimera para la que se necesita dinero. Sobre todo, si lo que desea es un documento ilegal que le pueda proporcionar un conocido de su única amiga que se encuentra en paro y se gana la vida con esos menesteres. Al tiempo, cada día, la mujer se encuentra en las inmediaciones del edificio desconchado en el que vive con un joven que la mira con lascivia. Ante una situación insoportable, obligada a una existencia miserable y con nulas posibilidades para su hijo, la protagonista se decide a vender su casa para conseguir el visado. Desgraciadamente para ella, y también para el intermediario que debería proporcionarle la documentación, que igualmente deseaba abandonar Georgia con su familia, el funcionario corrupto ha sido trasladado a otro destino.

La película de Nino Basilia encontró premio en todos los certámenes cinematográficos a los que ha acudido. Desde Gotemburgo a Valencia y desde El Cairo a Buenos Aires. Para esos eventos es una película muy resultona por su dureza, porque está contada con habilidad y porque nos muestra a una mujer cuya fortaleza mental le anima a crecerse ante las dificultades y a tirar siempre hacia adelante. Incluso, con soluciones tan drásticas como desesperadas.

La historia significa un bombón para cualquier actriz y Ekaterine Demetradze se muestra a la altura de las expectativas. Su trabajo no solo es convincente sino que sufre con su personaje y lo lleva hasta el límite. Tanto, que el espectador parece que está asistiendo a una ventana de realidad en la que se muestra la vida de una mujer desesperada que en ningún momento se resigna a su suerte.

Contribuye el resto de personajes, todos ellos habitantes de barrios marginales entre chabolas y casas fantasmas. Rascacielos olvidados, impersonales y abandonados a su suerte, como sus inquilinos, que deberán introducir un par de monedas si quieren utilizar el ascensor. Únicamente se evita ese escenario que evoca un pretendido esplendor que nunca llegó a culminar, cuando Anna acude a un barrio más próspero para visitar un centro médico. Es como si se hubiera vivido una guerra cuyas evidencias quedaran visibles en los edificios y en la calle. Gente sin esperanza, sin futuro, que malvive el presente.

La propuesta muestra un alto grado de sinceridad, aunque su responsable, que también lo es del guion, fuerza demasiado las cosas. En su intento de dramatizar todavía más la vida de su personaje, le lleva a situaciones casi de no retorno. Demasiados puñales clavados en el pecho de Anna y la obligación de terminar la historia como se pueda, con algunos flecos y algún que otro interrogante por resolver. La fuerza del relato y la puesta en escena ocultan esos defectos y alguno que otro más, aunque de categoría menor. La historia es tan contundente que sus cimientos resultan lo suficientemente sólidos como para que el resultado final sea convincente.

From → Cine

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