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Hermanos del viento (Brothers of the Wind) (**)

24 junio 2017

Un muchacho que ha perdido a su madre y se ha encerrado en sí mismo, se propone cuidar a una cría de águila expulsado del nido por su hermano. En las poderosas cumbres de los Alpes, un guarda ayudará al muchacho durante un verano antes de que regrese con su huraño e intransigente padre.
Entrelobos , en 2010, y El faro de las orcas, en 2016, completan con este título la trilogía de Gerardo Olivares centrada en la relación del hombre con los animales. Se trata de una coproducción con Austria que cuenta con la codirección del debutante Otmar Pentker, uno de los responsables de la historia que desembocó en el guion de Joanne Reay. Transcurre en las escarpadas cumbres de los Alpes durante los años sesenta para narrar la interacción de un joven con una cría de águila que recoge malherida. Rodada en 2015, y estrenada ese mismo año en Eslovaquia y la República Checa, llega bastante tarde a nuestras pantallas después de haberse visto en varios países de la Europa continental.

La cinta sorprende por su espléndida fotografía y los altivos y poderosos vuelos de las aves rapaces. Se muestra en forma de documental, con una voz en off que subraya buena parte de las imágenes y un drama cogido por alfileres que se va diluyendo conforme se consume la proyección por mostrarse demasiado convencional y previsible. Precisamente, el abuso del narrador es una de las rémoras del film, puesto que en muchas ocasiones es suficiente con las imágenes.

No así al principio, cuando nos muestra el duelo de dos águilas machos que termina con la muerte del padre de dos crías recién nacidas. La madre se ocupa de alimentarlas pero, usualmente, sólo hay sitio para un rey en el mismo nido por lo que una de ellas consigue arrojar a la otra para que se despeñe. Casualmente, la encuentra Lukas –Manuel Camacho-, un joven que ha perdido a su madre –Eva Kuen- en el incendio de su cabaña. Ambos son huérfanos y el adolescente, refugiado en sí mismo  y en la naturaleza desde el incidente, se preocupa por recuperar al animal. Lo bautiza como Abel y espera y desea que se convierta en su compañero futuro.

Muy pronto encuentra la colaboración de un guarda de las zonas más inhóspitas y solitarias de la cordillera. Se trata de Danzer –Jean Reno-, cuyo personaje ejerce igualmente de narrador. Lo difícil es que Abel sobreviva al invierno, pero una vez superado ese período, el vigía solicita a Keller –Tobias Moretti-, el  padre del muchacho que le permita estar con él durante el verano, espacio de tiempo que aprovecha para enseñarle a Lukas diversas artimañas para que el aguilucho aprenda a sostenerse, a volar y a cazar.

Hasta ahí, la cinta resulta atractiva y hasta entrañable, adornada con la excelente fotografía. Desde ese momento, se precipita sin frenos por una pendiente. Keller se muestra intransigente. Es un trampero que no hace ascos a la caza. Ni siquiera de una poderosa rapaz. ¿Por qué lo consiente Dancer? No lo sabemos. Sí que su hijo busca y encuentra refugio en los restos de la vivienda incendiada y allí se oculta de la severidad paterna.

Tanto el chaval como Abel son huérfanos y se encuentran, en cierto modo, desvalidos. Están unidos por la tragedia y también por el instinto de supervivencia. La propuesta inicial, en tono de documental se modifica por un devenir soso y sensiblero en el que el único aliciente es el esperado enfrentamiento entre águilas y humanos. Lamentablemente, también nos defrauda y guarda muy poca relación con lo mostrado al principio.

From → Cine

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