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The Love Witch (*1/2)

5 julio 2017

Una joven bruja está empeñada en encontrar el amor definitivo entre conjuros y pócimas que obligan a rendirse a sus pies a cualquier hombre. Finalmente, encuentra a quien adivina como su media naranja y el deseo de tenerlo para siempre desemboca en una completa desesperación que la conduce hasta la locura.

Una mujer conduce por una carretera costera con un croma bastante pedestre. Llega por fin a su destino, una casa con apariencia gótica que le facilita su amiga Trish –Laura Waddell- y que anteriormente había pertenecido a una bruja. Elaine –Samantha Robinson- se siente encantada por su decoración, llena de elementos sexuales, fetichistas y de naturaleza oculta. Ella también es bruja y siente que ese nuevo hogar es lo que verdaderamente necesitaba.

No solo eso porque, si la casa está bien, lo que realmente busca con ahínco es el amor definitivo. El hombre de sus sueños para que pueda vivir para él. En realidad, el sentimiento de la protagonista dista mucho del feminismo, aunque ella demuestre en sus actos lo contrario. Idealiza al sexo contrario y piensa que la esposa debe estar al servicio del marido. Es una contradicción más que encaja perfectamente con la propuesta conjunto de un film que busca rendir homenaje a las películas en technicolor de los años sesenta, especialmente a aquellas producciones que coqueteaban con el terror, plenas de personajes estrafalarios, con una vestimenta diferenciaba y en la que los tules y las gasas dejaban entrever sus respectivas anatomías.

Así es la nueva propuesta cinematográfica de Anna Biller, una mujer que intenta encontrar su propio estilo dentro de un universo que podríamos llamar camp, que nos muestra heroínas de escotes vertiginosos y curvas potenciadas por sus vestidos ceñidos, grandes melenas morenas… folclóricas al uso, vampiresas convencidas de serlo, mujeres que se saben objeto por convencimiento, nunca por necesidad, puesto que los hombres resultan meros comparsas entre sus brazos. La Morticia de la Familia Monster bien podría ser su referente. Una moderna reedición de las vestales que se emparentan con las geishas especializadas en proporcionar satisfacción. La diferencia es que, en este caso, existe un fin, la del perfecto amor. Los amantes pasan sin que dejen huella hasta que se encuentra con la persona de sus sueños, la que está predestinada a presidir el altar de sus sacrificios.

Por eso desfilan entre los brazos de Elaine, absorbidos por las pócimas y los conjuros, diversos hombres que le satisfacen sexualmente y a los que ella también les proporciona el correspondiente placer. Es el caso de Wayne –Jeffrey Vincent Parise- , o de Richard –Robert Seeley-, el marido de Trish. Cuando el sargento de policía Griff –Gian Keys- investiga la muerte del primero, todas las pistas conducen a Elaine, pero la bruja lo ve como el hombre de sus sueños, marcado desde hace tiempo para que juntos puedan encontrar la felicidad. Parece que están hechos el uno para el otro y ambos quedan embobados por su relación.

Thle Love Witch acumula premios, algunos de ellos importantes, pero quizá se deba al embobamiento de los conjurtos invocados por Elaine. Rodada en 35 milímetros y con una paleta de colores vivos, el vestuario es tan sorprendente y anacrónico como la propia cinta. En un almuerzo entre Elaine y Trish, los modelitos parecen de principios del siglo XX, y en un encuentro durante la fiesta de verano en el campo con un grupo de saltimbanquis, que en realidad son brujos en un aquelarre inverosímil, destacan sus atuendos medievales. Refuerzan la interpretación deliberadamente exagerada, tirando a hueca, aunque Samantha Robinson supera con nota cualquier exigencia.

Alargada en exceso, la cinta está salpicada de desnudos, lo que le permite rozar la sexpolitation, traspasando sus límites en algunos momentos. Si no se entra en su juego, podemos llegar a odiarla, pero si sucede lo contrario se transforma en un film de culto. Particularmente, estamos más cerca del primer grupo, por lo que evitaremos las pócimas por si acaso. El guion de la propia Anna Biller está recargado de frases huecas y rimbombantes, en un homenaje más a la época que pretende homenajear. La autora destaca la mujer, sus armas femeninas y se rinde a la brujería. Es mi religión, más antigua que tu cristianismo, le dice Elaine al sargento Griff. No sirve esa afirmación para justificar sus actos, por muchos que se pretenda reafirmar que el fin justifica los medios.

From → Cine

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