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Llega de noche (It Comes at Night) (**)

6 julio 2017

Dos adultos y su hijo viven encerrados en una casa de madera intentando eludir la amenaza que procede del exterior. Una noche, un hombre entra en la vivienda. Es otro padre de familia que también intenta proteger a su familia, lo que les lleva a compartir con ellos armas y víveres.

A pesar de las buenas previsiones ante su estreno, este nuevo trabajo de Trey Edwards Shults, responsable de la sorprendente Krisha, no tuvo el respaldo esperado en taquilla. Y eso que contaba con un protagonista de lujo, como Joel Edgerton. Esta propuesta está mucho más cerca del thriller psicológico que del terror puro y duro, aunque algunas de sus secuencias, incluido un par de sustos gratuitos, entran de lleno en el género.

El autor juega con la ambigüedad,  el misterio y la incertidumbre. Nos presenta a un hombre con llagas del que se despide su hija Sarah –Carmen Ejogo-. Su nieto Travis –Kelvin Harrison Jr. – y su yerno Paul –Edgerton, nuevamente manteniendo una relación multirracial- lo llevan a un lugar del bosque donde lo entierran y lo incineran después de que este último le disparase a bocajarro. Los tres supervivientes portan respectivas máscaras antigas.

¿Un virus…, zombis…? Nada se nos dice de la amenaza exterior, aunque sí sabemos que es mortal. Las noches en la casa de madera en la que habitan son largas y angustiosas. El peligro acecha y puede llegar en cualquier momento. Casi siempre, a través de una puerta roja de salida. Así hasta que irrumpe Will –Christopher Abbott-. Parece que está sano, y afirma que ha llegado hasta allí buscando un refugio para su familia, que se encuentra a bastantes kilómetros de distancia. Está casado con Kim -Riley Keough- y también tienen un hijo, Andrew –Griffin Robert Faulkner-

Con estos seis personajes y un perro, Stanley, se articula un largometraje de como más de hora y media que mantiene atento al espectador. Buena parte de culpa tiene el desconocimiento de los peligros que acechan a los protagonistas. Sarah mantiene que cuantos más sean en la casa mejor podrán hacer frente al horror que les viene encima. Tienen armas, que se refuerzan por las aportadas por sus invitados, y no hay problemas con los víveres, ya que muestra a Will y a su familia los animales y las plantaciones que les sirven de sustento. Una licencia importante del responsable del film, ya que, según veremos más adelante, cualquier ser vivo puede contaminarse y desencadenar la tragedia.

Como es lógico en este tipo de producciones, hay desconfianza entre ambas familias, y Shults pretende estirar su historia con diversos detalles, algunos cogidos con calzador, como el interés del adolescente Travis por Will. El director sabe moverse por espacios reducidos y alimenta su puesta en escena con salidas al exterior que relajan la claustrofobia pero no eluden la tensión, ya que no sabemos lo que se esconde, ni cómo, ni dónde.

En cierto modo, el argumento se emparenta con los relatos de Lovecraft, cuando acechaban al protagonista de sus historias entes diabólicos que podían surgir a través de cualquier arista o vértice. Como en los cuentos de Cthulhu, nada sabemos de esas amenazas sobrenaturales, solo del miedo de los protagonistas, que intenta vivir a cubierto a cada instante.  Estas historias, por mucho que se intente evitar, están abocadas generalmente a la tragedia, y este caso no constituye una excepción. Al final, nos van a quedar las mismas dudas sembradas al principio. Tras haber asistido a una proyección bastante original, narrada con fluidez y construida con habilidad, nos deja dudas. Principalmente, de su misma identidad. Hay tensión suficiente en sus imágenes, pero el conjunto no es tan importante como se anunciaba ni como parece a tenor de su propuesta.

From → Cine

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