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El castillo de cristal (The Glass Castle) (**1/2)

12 octubre 2017

Una columnista de éxito oculta un importante secreto relacionado con su familia. Se crio en un entorno muy especial, con un padre absorbente, desequilibrado y violento a causa del alcohol. Su madre es un espíritu libre que no asume la responsabilidad de hacerse cargo de sus cuatro hijos y que se refugia en la pintura.

Quienes vayan a ver esta película deben proveerse de una buena cantidad de pañuelos para llorar a lágrima viva con las idas y venidas de una familia muy especial. Nos lo cuenta Jeannette Walls –Brie Larson- cuando está a punto de comprometerse en matrimonio con David –Max Greenfield-, un activo agente financiero. La protagonista se ha convertido en una columnista muy popular del mundo rosa y obtuvo un gran éxito de ventas con el volumen autobiográfico en el que relata los motivos por los que mantenía en secreto la realidad de su familia. Destin Cretton, que ya trabajó con Larson en Las vidas de Grace (Short Term 12) fue el encargado de llevarla al celuloide.

Rex Walls –Woody Harrelson-, el padre de familia afirma que la gente rica vive en pisos lujosos en la ciudad, donde la contaminación no les permite ver las estrellas. Por eso prefiere las zonas rurales, pero la estancia de su familia en cualquier sitio no dura demasiado ya que, a consecuencia del alcohol, se vuelve especialmente violento y termina siendo despedido de su trabajo o perseguido por la policía. Sus cuatro hijos, tres mujeres y un varón, apenas van a la escuela y su madre, Rose Mary –Naomi Watts-, no se preocupa de ellos, a excepción de pasarles libros tras libros, más allá de su adicción a la pintura.

En este caso no existe el aire ecológico y naturalista de Captain Fantastic, aunque Woody Harrelson sea lo mejor de la película. Es conmovedora por aplastamiento, ya que se echa encima del espectador toda una carga emocional concentrada principalmente en el personaje de Rex, un tipo al que quieres y odias de igual manera, y sobre todo en la relación paterno-filial que mantiene con Jeannette. En un principio la vemos de niña –Ella Anderson- quemándose al cocinar unas salchichas ante la desatención materna. En su cuerpo le quedarán secuelas para siempre. La convivencia llega a extremos insoportables y los chicos planean volar solos en cuanto puedan. Se muestran situaciones amables que alternan con otras escabrosas, como cuando Erma –Robin Barlett- pretende abusar sexualmente del pequeño Brian, repitiendo lo que antaño hacía con su propio hijo.

La primera en marcharse es Lori –Sarah Snook-, luego Jeannette acude a la Universidad, y más tarde el propio Brian –Josh Caras-, convertido en policía neoyorquino, donde coinciden los tres hermanos antes de que llegue Maureen –Brigette Lundy-Paine-. A los cuatro personajes les seguirán a la Gran Manzana sus propios padres, que rebuscan en la basura y okupan un apartamento en la zona baja de Manhattan. Muy lejos quedan aquellos sueños en los que el cabeza de familia diseñaba sobre plano un castillo de cristal para los suyos.

Con dos horas largas de proyección, asistimos a la relación entre la protagonista y su prometido, intercalándose con flashbacks que rememora Jeannette a cada paso. No necesariamente, los recuerdos fluyen en orden cronológico. El espíritu del texto literario está vivo y se encuentra en el film, aunque su calidad resulta sensiblemente inferior, desembocando en un final complaciente, que se antoja innecesario. Destin Cretton se muestra competente, aunque no saca todo el partido posible de su estrella, cuya actuación dista bastante de su oscarizado trabajo en La habitación. En el aspecto interpretativo la superan tanto Harrelson como Naomi Watts, sobre todo aquel.

La acción salta de 1989, cuando Jeannette se ha convertido en una exitosa columnista, a los años 70, cuando su familia va de pueblo en pueblo. Los niños aprenden a compenetrarse y a sobrevivir. Hay escenas importantes, tanto para lo bueno como para lo malo, como cuando Rex pide dinero a su esposa para comprar alimentos y diez horas después regresa borracho y herido mientras sus hijos se encuentran hambrientos. O cuando extrae de dos sacos el dinero suficiente como para pagar los estudios universitarios. La película podría, y debía, haber sido mucho más, pero se queda muchas veces en su tono más simple, aunque la figura del padre se impone, cinematográficamente, sobre todo lo demás.

From → Cine

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