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¡Lumière! Comienza la aventura (Lumière! L’aventure commence) (***1/2)

24 octubre 2017

En 1895 los hermanos Louis y Auguste Lumière inventaron en Lyon el Cinématographe. Gracias a él rodaron las primeras películas de la historia con imágenes en movimiento. En total, más de 1.400 tomas, todas ellas de cincuenta segundos de duración aunque perdidas en su mayoría. En este documental se han utilizado poco más de un centenar.

El cine como protagonista del cine. Así es este documental producido por Bertrand Tavernier y el Instituto Lumière y creado por Thierry Frémaux, director del Festival de Cannes, que insiste en mostrarnos, a través de las imágenes, que los inventores del Cinématographe fueron mucho más que simples filmadores. Gracias a sus trabajos se puede apreciar que utilizaron guiones, llevaron a cabo remakes y dieron los primeros pasos con el travelling.

No está clara la fecha exacta en la que Louis y Auguste Lumière filmaron su primera película con imágenes en movimiento. Se tiene como tal la salida de los obreros de la fábrica propiedad de su padre. Sin embargo, hay tres versiones cuando menos de esa toma a plano fijo. Primero las mujeres, luego los hombres y, salvo en una de ellas, un coche de caballos. Al advertir colocaciones semejantes de los participantes, e incluso de los perros que aparecen en imagen, se da a entender que existía un guion previo. Como cuando rodaron El regador regado, que puede considerarse como la primera comedia de la historia.

Thierry Frémaux, que ejerce también de narrador, recuerda una afirmación de Raoul Walsh: sólo hay una posible colocación de la cámara en cada plano. Partiendo de ella, el autor demuestra la gran calidad de los Lumière a la hora del rodaje, descubriéndonos como partían la pantalla en el caso del tren llegando a la estación, o los tres estratos distintos en la botadura de un barco, recordando que en uno de filmes exhiben un plano idéntico al que utilizó James Cameron en la salida del Titanic rumbo al océano.

Al margen de destacar la composición de sus tomas, así como algunas innovaciones desarrolladas más adelante, como el primer plano con el que D.W. Griffith sorprendería al mundo, hace especial hincapié en el travelling. Para ello, utilizaron medios que tenían a su alrededor, como el vertical en el ascensor de la Torre Eiffel, o la entrada a Lyon desde un tren. También se sorprende con alguna situación imaginativa de la cámara, que se pone de relieve en un film relativo a una plaza de su ciudad de residencia, o cuando registraron una auténtica caravana de cazadores sobre la nieve, a la que eran muy aficionados debido a una casa que tenían en los Alpes.

Dividida en diez capítulos y un epílogo, se aglutinan las películas relacionadas con el deporte o las protagonizadas por amigos o miembros de su familia, como la niña que da de comer a un gato. Por medio de su obra, reflejaron la realidad de entonces, convirtiéndose en auténticos testigos de la historia. Además, enviaron a sus operadores por el mundo, que registraron momentos emocionantes y conmovedores.

El trabajo final es una loa a los Lumière, y en menor grado a su invento. Frémaux los convierte no solo en pioneros sino también en auténticos genios gracias a un elaborado trabajo que, a la postre, se nutre exclusivamente de 114 catorce filmes de los más de 1.400 firmados por los lioneses. Partiendo de ellos, a lo largo de hora y media, insiste una y otra vez en su genialidad como autores. Se ha respetado el formato original, 1.33, con los bordes redondeados, aunque en su mayoría han sido restaurados en 4K.

La cinta es una pequeña joya para los muy cinéfilos. Un documental digno de exhibir en filmotecas y escuelas o facultades de cine, aunque su carrera comercial tienda a ser mucho más restringida. En todo caso, sirve para conocer con detalle cómo fueron los comienzos de la fábrica de sueños que hoy es el séptimo arte. Además, ayuda a comprender mucho mejor el trabajo de los Lumière gracias a una auténtica lección de cine.

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