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Oro (**1/2)

10 noviembre 2017

En el siglo XVI, una expedición formada por una treintena de varones y dos mujeres parte en busca de una mítica ciudad de oro. Son gentes nacidas en distintos puntos de la Península Ibérica y, a lo largo de su aventura, quedará patente la codicia, el compañerismo como hombres de armas y la diferente influencia religiosa de cada uno de ellos. Después de Alatriste, surge una nueva adaptación de un relato de Arturo Pérez Reverte a cargo de Agustín Díaz Yanes. El texto literario es un relato corto basado en las expediciones de Lope de Aguirre y Vasco Núñez de Balboa. El primero, empecinado en buscar la mítica ciudad de oro oculta en la selva centroamericana, mientras que el segundo fue el primer europeo en llegar a la costa oriental del océano Pacífico y fundar una ciudad permanente en el Viejo Continente. Los nombres de esta aventura no se corresponden con referentes históricos, pero sus andanzas se adivinan semejantes. Se parte de una expedición formada por treinta hombres y dos mujeres, liderada por un noble del Baztán entrado en años –José Manuel Cervino, a quien acompaña su esposa Ana –Bárbara Lennie- junto a su dama de compañía –Anna Castillo-. Los demás, incluido un alférez –Óscar Jaenada- y un soldado viejo con graduación de sargento -Jose Coronado-, representan a distintas regiones de España. Entre ellos, destaca la presencia de un extremeño –Raúl Arévalo-, un sacerdote –Luis Callejo-, un escribano real, que se ocupará también de que un quinto del oro encontrado llegue a la Corona española- y un indígena –Juan Carlos Aduviri-. Entre los piratas se considera mal fario la presencia de una mujer a bordo. Podría aplicarse el cuento los componentes de cualquier expedición, máxime a tenor de lo que sucede en ésta. La mujer casada es sensiblemente más joven que su esposo, lo que despierta la lascivia del alférez mientras ella parece mucho más interesada en el extremeño que, con el transcurrir de los días, se convertirá en sargento en funciones, provocando el recelo de su superior. Al fin y al cabo, se trata de dos gallos en el mismo corral, con dos facciones enfrentadas, aunque la parte más débil es la del soldado, que cuenta únicamente con el respaldo del sargento y de un compañero de armas llamado Marchena –Antonio Dechent-. Con un reparto sólido, completado por Juanjo Ballesta, Rafael Cebrián, Juan Echanove, Ignacio Herráez y Juan Diego, que protagoniza una de las secuencias más surrealistas del film, los componentes del grupo tendrán que hacer frente a los peligros del entorno, a su ambición personal, a los nativos y su propio posicionamiento con la religión. Desde el inicio quedan patentes las diferencias entre los procedentes de una u otra región. En ese aspecto, la propuesta es palpablemente actual. Se agrupan según sus raíces, aunque luchan codo con codo, olvidando sus identidades, cuando surge el peligro o entran en combate. Con un presupuesto de ocho millones de euros, y parte del rodaje efectuado en Panamá, la película nos deja paisajes que combinan lo bello con lo agreste. Curiosamente, es mucho más interesante su interior que el conjunto, ya que la cinta adolece de alma. La aventura en superior a El Dorado, pero le falta el punto de locura de Aguirre o la cólera de Dios, cintas ambas que recrean la persecución aurífera del navarro Lope de Aguirre. Se esboza, pero no se profundiza en ella. La mayoría de los personajes tienen su propia idiosincrasia y sus razones para continuar con la expedición, pero se circunscriben a diálogos sueltos o una serie de acciones determinada. El indígena que acompaña a los aventureros advierte de los peligros de la selva, y también de que no se la puede menospreciar a no ser que esperes que te lo devuelva de forma amarga. La religiosidad está siempre patente. Uno de los protagonistas, herido mortalmente, no quiere poner fin a su suplicio porque cree firmemente en el Altísimo. El pater cumple la máxima de a Dios rogando y con el mazo dando en toda la extensión de la frase, y algún que otro ateo quiere poner fin a sus días. No lo hagas, replica un compañero, es el representante de Dios en la Tierra. Pues que venga Dios y también lo mato, replica el primero. Si en algo destaca la propuesta es en la violencia. El pretendido exterminio de las tribus indígenas se muestra más como una lucha por la supervivencia. Da igual un ser hostil que un caimán o una serpiente venenosa. Cualquiera de ellos puede arrebatarte la vida en un instante. También rige el código militar y el castigo para los rebeldes o los sediciosos. El garrote es la condena más vil para un soldado. Muertos por doquier en cualquier bando, conquistadores o nativos. Cadáveres que se amontonan, pero en ningún momento la cinta alcance la barrera exigible de la emoción. La frialdad de las imágenes contrasta con la fortaleza de las mismas. Un aspecto que Díaz Yanes no ha sabido conjugar. A cambio, la película amontona frases y aseveraciones nada baladíes. Palabras para recapacitar, como el criado del noble que cuando disponga de su parte de oro no piensa regresar a España. El escribano del rey había anotado su condición y no estaba dispuesto a ser considerado como tal a su regreso. Es uno de los muchos ejemplos de una producción que ha sabido mostrar el momento histórico, que esgrime un planteamiento y un desarrollo atractivo, que mueve con acierto sus personajes, pero no ha sabido capturar su esencia.

From → Cine

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