Saltar al contenido

Una razón para vivir (Breathe) (**1/2)

15 noviembre 2017

Un pañuelo solo no basta

Robert Cavendish ha pasado a la historia como el primero que usó una silla de ruedas con ventilación asistida. Joven aventurero, contrajo la polio en África, cuando tenía 28 años y su reciente esposa estaba embarazada de su único hijo. Le dieron unos pocos meses de vida, pero consiguió vivir más de veinte años paralizado de cuello para abajo.

El actor que dio vida en la pantalla, gracias a las técnicas digitales, a Gollum o King Kong, presenta en sociedad su primer largometraje. No es algo nuevo para Andy Serkis, director de la segunda unidad en la trilogía de The Hobbit, Además, se había responsabilizado con anterioridad de una nueva puesta en escena de El libro de la selva, cuyo estreno por problemas de post producción, se ha retrasado hasta el año próximo. Este film está producido por Jonathan Cavendish, responsable de The Imaginarium Studios, el hijo del personaje sobre el que se centra este biopic elegante y lacrimógeno.

Robin Cavendish –Andrew Garfield- era un joven apuesto, buen deportista y aventurero que se enamora de Diana –Claire Foy- a primera vista. La atracción es mutua y ambos se casan antes de viajar a África en busca de negocios relacionados con el té y otras mercaderías. Todo transcurría con normalidad hasta que por primera vez, su buen amigo Colin Campbell –Ed Speleers-consigue vencerle en un partido de tenis. Desde ese momento, se produce el deterioro de Robin a pasos agigantados. Con su esposa embarazada, y con tan solo 28 años, se le diagnostica poliomielitis. Inmóvil de cuello para abajo, sin posibilidad de respirar si no es con ayuda mecánica, los médicos cifran en alrededor de tres meses su esperanza de vida.

En una conversación anterior entre un grupo de amigos británicos en el Continente Negro, se habla de una tradición de los mau mau, pero también dl poder que la mente puede llegar a tener sobre el cuerpo humano. Precisamente, es ese poder el que permite a Robin seguir con vida más allá del plazo dado por los médicos. Incluso llega a regresar a su país y por los desvelos de Diana consigue que ésta le atienda en casa ayudada por su niñera que ahora se hace cargo del pequeño Jonathan.

Poco a poco, el protagonista va dando pasos adelante en favor de una recuperación imposible. Con la ayuda de Teddy Hall –Hugh Bonneville-, un inventor y profesor de Oxfod, y de los gemelos Bloggs y David Blacker, consigue desplazarse en una silla de ruedas con ventilación asistida que, andando el tiempo, se convirtió en una herramienta de primera mano para los tetrapléjicos. Los hermanos Blacker, una licencia del guion, son hermanos de Diana y están representados por Tom Holland que, gracias a los adelantos digitales puede aparecer doblemente en muchas secuencias.

La propuesta ofrece un nuevo ejemplo de afán de superación, de lucha por la vida a lo largo de más de dos décadas. Lo hace a través de una fotografía optimista, una sentida partitura de Nitin Sawlney y una puesta en escena elegante. El resultado es un melodrama que en su factura se percibe como a la antigua usanza, nada arriesgado ni en la forma ni en el fondo. Bien es verdad que un solo pañuelo no bastará para acudir a esta lacrimógena función que, sin embargo, no profundiza en las circunstancias más tristes o dramáticas. En cuanto al paso de la pareja por la tarraconense Torredembarra, mejor no hablar.

Lo que se ofrece es un océano plaga de buenas intención. Todo es atractivo y, a pesar de una enfermedad incurable, se presenta bello.  Se echan en falta escenas menos optimistas, que suponemos tendrían cabida en un alto porcentaje si consideramos el devneir de Robin Cavendish y su relación con quienes le rodean. Aunque inicialmente se habla de ciertas dificultades económicas, más bien algunos ahorros, como dice Diana, ella adquiere por siete mil libras una casa rodeada de una nada desdeñable porción de terreno para el regreso a Inglaterra de su esposa.

Cualquier detalle pesimista se ha eludido y la puesta en escena camina en esa dirección, con atardeceres románticos, que evocan Lo que el viento se llevó o Memorias de África. De todas formas, la media hora final podría haberse aligerado porque termina haciéndose cuesta arriba hasta rozar las dos horas. Hay secuencias impactantes, como los enfermos alemanes introducidos en respetivos pulmones de acero y en el capítulo interpretativo, en cuyo elenco aparece Diana Rigg, otrora protagonista de la serie Los vengadores, se busca el lucimiento de Andrew Garfield. Limitado a mover solamente su cabeza en la mayor parte de la película, la participación del actor californiano es más que convincente.

From → Cine

Deja un comentario

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.