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El autor (***)

16 noviembre 2017

El arte de escribir la vida

Un oficial de notaría quiere ser escritor, pero quien triunfa verdaderamente como novelista es su esposa, con la que no se lleva demasiado bien. Cuando descubre que ella le engaña alquila un apartamento y consigue engatusar a la portera del edificio para que le cuente los más pequeños detalles de sus vecinos.

La novela de Javier Cercas en la que está basada este film bien podría haber hecho las delicias de François Ozon por cuanto presenta un personaje perverso, capaz de la más absoluta maldad, pero que sin embargo se siente un especial cariño hacia él. El protagonista es un escritor sin talento que siente como su esposa ha obtenido el éxito que él nunca alcanzará y que sigue las directrices a pies juntillas del director del taller de escritura que dirige Juan sin que a lo largo de tres años haya conseguido el más mínimo avance.

Álvaro –Javier Gutiérrez– está presente en una master class donde se insiste que el escritor debe apostar por contar la vida en sus novelas. Llega con el tiempo justo para presenciar como su esposa Amanda –María León- recibe el título de Hija Predilecta de Andalucía tras vender más de trescientos mil ejemplares con su última obra. La vida del protagonista, que trabaja como oficial en una notaría, pronto se desmorona. Quiere escribir, pero su única inspiración se queda en un folio en blanco. Cuando presencia que Amanda le engaña, termina perdiendo su trabajo y hundiéndose cada vez más en el pozo sin fondo de la desesperación literaria.

Juan le apercibe en la reunión de aspirantes a escritores. La bronca alcanza niveles máximos y le exhorta, una vez más, a que se inspire en la vida. El siguiente paso es alquilar un piso, donde confraterniza con la portera del inmueble –Adelfa Calvo-, quien le cuenta los secretos de varios inquilinos, principalmente un militar retirado que vive solo –Rafael Téllez- y una pareja de mexicanos, Irene y Enrique –Adriana Paz y Tenoch Huerta-, que habitan en su mismo piso. Álvaro intima con ellos y encuentra en sus comportamientos la inspiración necesaria para escribir. Incluso, logra que le interese a su profesor, un vividor interesado que interpreta Antonio de la Torre, protagonista de Caníbal, ópera prima y film anterior de Manuel Martín Cuenca.

La historia navega por muchas de las aristas clásicas del mundo editorial, pero también de los celos y la venganza. El protagonista reniega del libro de Amanda. En un éxito, sí, pero no deja de ser un subproducto, un ejemplo de novela que se lee con facilidad pero sin apenas atisbo de arte. Quiere vengarse de ella, y también triunfar con un producto mucho más académico. De paso, contentaría su orgullo personal y se demostraría a sí mismo que sirve para algo.

La película nos hace reír, preocuparnos y despierta nuestros sentimientos. El guion está bien urdido, con giros impensables pero ingeniosos, surgidos de un buen talento literario. La puesta en escena es irregular, pero no desfigura el conjunto. La luz no es la más óptima en varias secuencias, y el reflejo en la pared del patio del matrimonio mexicano podría haber desembocado en un aspecto más imaginativo si se hubiera tenido presente a Platón o a El tragaluz de Buero Vallejo. La acción transcurre en Sevilla pero pudiera haberse situado en cualquier ciudad indefinida. La aparición en un fondo de la Torre del Oro y la Giralda podría superarse fácilmente y un plus añadido en su favor es la banda sonora de José Luis Perales, que se estrena en estas lides.

Conforme avanza, el film se vuelve cada vez más hipnótico, superado un pequeño bache tras la hora de proyección. Nos obliga a estar atentos a la pantalla y a disfrutar con la enorme actuación, una vez más, de Javier Gutiérrez. Casi impávido, con un rostro retraído e impasible, cuando le alcanza una pequeña sonrisa parece que estemos ante un festín por todo lo alto. Encabeza un reparto a su servicio, con el desmarque de Antonio de la Torre, al que se le ve disfrutando de su personaje gritón y degustador del marisco cuando le invitan. Es como ese profesor que cubre sus carencias con imposturas, todo lo contario que Álvaro, un autor negado, capaz de planes maquiavélicos que se ven superados porque otros son más listos que él. Resultaría difícil que otro actor igualase a Javier Gutiérrez parodiando a Ernest Hemingway, desnudo ante el ordenador, implorando una pizca de inspiración.

From → Cine

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