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Medidas extremas (Eiðurinn – The Oath) (**1/2)

22 noviembre 2017

Una vida a cambio de otra

Un cirujano cardiovascular está dispuesto a sumergirse en un mundo violento y que desconoce totalmente con tal de sacar de las drogas a su hija mayor. Una serie de peligros insospechados le acechan mientras la solución que había planeado termina yéndosele de las manos.

Muchas veces, la vida es injusta. Si esta película se hubiera rodado en Estados Unidos y tuviera como cabeza de cartel un actor con reclamo no habría tenido un estreno tan reducido. Lejos de ser una obra de arte, resulta un film digno y bastante competente. Por tanto, merece una reivindicación esta puesta en escena de Baltasar Kormákur, un director algo errático en sus proyectos, especialmente cuando ha cruzado el Atlántico y ha trabajado en los Estados Unidos. De vuelta a su Islandia natal, el hijo del pintor barcelonés Baltasar Samper ha optado por un thriller dentro del ámbito de un drama familiar que él mismo ha protagonizado.

Finnur es un eminente cirujano cardiovascular, casado en segundas nupcias con Solveig –Margrét Bjarnadóttir-. El fallecimiento de su padre reúne a toda la familia, incluida Anna –Hera Hilmar-, la hija mayor, fruto de un matrimonio anterior que se ha independizado y vive con Óttar –Gísli Örn Garoarsson-. La cómoda vida del protagonista se ve alterada cuando comprueba que Óttar es una mala influencia para Anna, que coquetea con el mundo de las drogas. Decidido a intervenir, acude a la policía pero se necesitan pruebas concluyentes y órdenes judiciales. Aun así, el proceso sería largo.

Cuando decide que es necesario afrontar el problema de frente y de manera personal, se aplica en decisiones trascendentales. Con Schrader y Peckinpah en la lejanía y con Denis Villeneueve y su Prisioneros, en un horizonte mucho más cercano, Finnur se introduce en un mundo lleno de peligros y, paulatinamente, sus acciones terminan fuera de control hasta que opta por el secuestro de Óttar, a quien ofrece una importante suma de dinero para que deje a su hija y no vuelve a mezclarse en sus vidas.

El film se abre con el Juramento Hipocrático. Se recuerda que un médico debe actuar siempre en beneficio de los enfermos y que no intervendrá a la hora de privarle la vida a ningún ser humano. Kromákur plantea la disyuntiva conforme avanza la historia. Entre idas y venidas al hospital,  a su casa y a la que anteriormente lo fue de su padre ante el desconcierto de su colega Halldór –Ingvar Eggert Sigurosson-, se enfrenta a disponer de la vida del novio de su hija y a intentar salvar la de un niño de nueve años que necesita una operación complicada como consecuencia de su cansancio por el trajín en una intervención anterior.

Una vez más, el cineasta rueda con firmeza y apenas presenta lagunas en su puesta en escena. Saca partido a Reikiavik, ciudad en la que se desarrolla su propuesta y presenta un ajustado ambiente gélido. Colores fríos bien reflejados por la fotografía de Óttar Guonason y subrayados por una partitura de Hildur Guonadóttir que refuerza la apuesta por el thriller aunque en algunos momentos incluye una percusión demasiado llamativa. Con esos fundamentos técnicos, el film presenta con determinación a sus personajes. Desde la actividad profesional y el ejercicio físico constante de su protagonista a las perversas compañías de Óttar.

Una vez que se adentra en el núcleo central, cuando Finnur se enfrenta con el dilema de salvar o perder una vida, el buen aspecto técnico se mantiene, aunque se descose un guion que deja bastantes lagunas. La esencia es correcta y la solución se admite con naturalidad, pero hay ciertos detalles discordantes en la evolución. Principalmente, con los desplazamientos del personaje central, la figura poco más que decorativa de su esposa, o unas investigaciones policiales que se quedan en un punto extrañamente dubitativo cuando tienen que establecer sus conjeturas sobre la desaparición de Óttar, denunciada por su novia.

La tensión narrativa del inicio es arrolladora. Nos sumerge en la trama y nos la hace sentir. ¿Qué no haría un padre por su hija? El drama familiar, narrado con precisión conforme se incrementa la intriga, da paso a un thriller más convencional, donde se deja llevar por una violencia sangrienta que puede resultar excesiva. Los actores resultan tan fríos como el ambiente y la exposición. Kromákur se entrega a fondo, no en vano se trata de un proyecto en el que está implicado de punta a punta, pero un profesional con mayores recursos hubiera enriquecido un largometraje cuyo continente es magnífico. Su contenido más vulgar no evita que entretenga. Todo lo contrario. Por eso insistimos en que, pese a no ser una obra de culto, esta producción hubiese necesitado algo más de fe en ella para que pudieran degustarla más espectadores.

From → Cine

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