Saltar al contenido

En realidad nunca estuviste allí (You Were Never Really Here) (***)

24 noviembre 2017

Si yo tuviera un martillo

Un ex marine y ex agente del FBI, atormentado por las vivencias de su pasado, se gana la vida rescatando mujeres de los tratantes de blancas. Pretende ser invisible y por eso no tiene amigos ni romances. Un día recibe el encargo de un político cuya hija ha sido secuestrada.

Cuando nos disponemos a ver una película de Lynne Ramsay sabemos que nos enfrentaremos a algo diferente, a una propuesta muy personal. La cineasta de Glasgow cuenta las historias a su modo, pero exhibe siempre una envidiable pulcritud en su puesta en escena. Sabe conceder a sus guiones la puesta en escena más adecuada y sus trabajos cinematográficos no dejan indiferentes. En esta ocasión, aunque sin llegar a las cotas marcadas con Tenemos que hablar de KevinWe Nedd to Talk About Kevin-, se alzó con el premio al mejor guion en el Festival de Cannes, donde su protagonista masculino, Joaquin Phoenix, fue distinguido con justicia como mejor actor.

Ramsay ha cogido la novela de Jonathan Ames y la ha puesto patas arriba. Su propuesta narrativa es, cuando menos, sorprendente y se apoya en un montaje firme, una interpretación de Phoenix mucho más que solvente y una partitura electrónica absorbente de Johnny Greenwood, que se combina con boogies para contribuir a un thriller diferenciado desde los primeros minutos. Si alguien pretende presenciar una obra convencional, mejor será que saque una entrada en una sala próxima. La británica apuesta por ser distinta en el plano narrativo y también en el guion, lleno de lagunas, de giros atractivos pero que combina con algunas obviedades y alguna que otra licencia que no están a la altura del resto.

Joe es un tipo solitario, prácticamente invisible en sus actos, que se gana el sueldo liberando a mujeres de las garras de los tratantes de blancas. Ni siquiera cierra los tratos directamente. Utiliza intermediarios y opera como un fantasma. Nunca ha estado en ningún sitio, o al menos eso parece. Vive con su anciana madre –Judith Roberts-, aficionada a las películas de terror, y se muestra atormentado por su pasado. Un padre violento, al que le recuerda siempre con un martillo en la mano, el mismo utensilio que no falta en ninguno de sus trabajos. Perteneció al FBI y fue marine, donde compartió misiones con su entonces novia. Otros momentos para evocar y sufrir con ellos.

Así hasta que un día le contacta el senador Votto –Alex Manette- encargándole que encuentre a su hija Nina –Ekaterina Sansonov-. Aparentemente, ha sido  secuestrada, pero no quiere dar publicidad al asunto porque va en el equipo del senador Williams –Alessandro Nivola-, que aspira a repetir como gobernador. Desde ese momento impera un torbellino de actos violentos que Ramsay refleja en primer plano o difumina en su puesta en escena. Como el Travis Bickle de Taxi Driver, hará lo que sea por salvaguardar a esa muchacha que le cautiva desde el primer momento.

Existen sutiles diferencias. Nina no es una prostituta y, desde luego, nada más lejos de la intención de Joe de que sus actos trasciendan. Vigila utilizando los espejos de su vehículo Ford y sus pasos resultan imperceptibles. Eso no significa que haya casualidades que le conviertan en un ser visible. Entonces, es cuando la se desata la violencia y la responsable del film no oculta ni la sangre ni las acciones extremas. Podría resumirse ese concepto en el cristal agujereado de las gafas de uno de los personajes después de recibir un disparo en la cabeza a través de la almohada.

Desde la primera secuencia, en la que Joe efectúa un trabajo limpio en Cincinnati, ya sabemos que los convencionalismos han quedado fuera de este proyecto. Aunque la historia es líneasl salpicada por los flashbacks que reflejan los traumas del protagonista, Ramsay se encarga de reventarla con sus elipsis, con su idea de acelerar y pausar la narración. Por eso combina tantos primeros planos con posiciones fijas y largos travelling. Es una película que obsesiona, pero que en algunos casos se muestra imprecisa y casi siempre caótica. También es pedante en demasía y ese es el aspecto que más castiga al conjunto. La pretenciosidad fílmica conlleva desafección por mucho que nos impacte el continente y aunque Joaquin Phoenix ponga en valor toda su categoría como actor. El resultado final se regodea en su petulancia y su resultante se nos antoja incompleta.

From → Cine

Deja un comentario

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.