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Una especie de familia (1/2)

17 diciembre 2017

El negocio de la adopción

Una mujer de Buenos Aires recorre ochocientos kilómetros para llevarse a su hijo adoptivo. Una vez en el lugar, las condiciones han cambiado, le exigen una suma de dinero y a su alrededor todos parecen confabulados para aprovecharse de la protagonista. Su marido le advierte del posible engaño pero está decidido a ayudarla.

Cuando lo mejor de una película es el cartel promocional en clara rivalidad con el título es que algo falla y la última cinta de Diego Leman lo que exige una enmienda a la totalidad es el guion. Sus deficiencias afectan al montaje, a la interpretación de la siempre convincente Bárbara Lennie y, sobre todo, a que el espectador no sufra con una historia dramática centrada en el problema de la adopción. Los errores en el libreto echan por tierra cualquier logro que afecte a la interpretación, a la puesta en escena y a la excelente fotografía de Wojciech Staron.

La idea argumental es plausible. Malena –Bárbara Lennie- viaja desde Buenos Aires a Misiones, concretamente a 25 de mayo, para asistir al parto de un niño convenido en adopción. Una vez que nace el bebé, la familia de Marcela –Yanina Ávila-, la madre biológica, solicita diez mil dólares como compensación, ya que el compañero de la parturienta está preso en Brasil después de haber atropellado a una persona. Aunque, desde la distancia, el marido de Malena –Claudio Tolcahir- le dice que quieren aprovecharse de ella, la protagonista sigue adelante en su empeño a pesar de la confabulación existente entre el ginecólogo doctor Costas –Daniel Aráoz-, los asistentes sociales y las autoridades locales.

Malena está afectada por la muerte en el parto de su hijo. Se auto inculpa por mucho que Mariano, su esposo, le eluda responsabilidades. Su matrimonio no parece ir bien desde entonces y aunque ella ha viajado sola hacia el sur, él se muestra dispuesto a ayudarla y accede a estar junto a ella para participar en el cambalache convenido. Después deque, no se sabe cómo, el doctor Costas localizase su teléfono, asumirá que el niño es fruto de un amor incestuoso y, pasados dos años, después de que esposa hubiera perdonado la infidelidad y criado al bebé, reclamasen la patria potestad. Pero no todo es tan sencillo. En una zona mísera cualquier recurso es útil para salir adelante. Incluso el engaño a gran escala.

El argumento es atractivo, pero la forma de exponerlo es confusa y equivocada. Las primeras imágenes, especialmente captadas por la cámara con un juego de luces fantasmagórico bajo la lluvia nos muestran a una mujer nerviosa que sale y entra de su auto hasta que finalmente se pone en marcha. Llega a un hospital materno infantil cutre y que se cae a pedazos donde parece, sólo parece, que ha habido un antes inexplicado entre Malena y Marcela. Siendo una doctora como es la protagonista le ponen trabas para que se acerque a la enferma. Hay otros detalles confusos, como  la posible complicidad policial, o el hecho de que marido y mujer tomen el mismo camino y él se vaya en autobús y ella en su vehículo propio.

Otros afectan al montaje. En un encuentro dramático entre las dos mujeres el diálogo está descompensado, con palabras pronunciadas a deshora. Un galimatías que afecta a la protagonista. Por exigencias del guion, Bárbara Lennie se encuentra con un personaje al borde de la esquizofrenia, lo que afecta a su labor actoral. Alquila una habitación en un hotel pero descansa por las noches en el centro médico o donde sea menester y, aunque pasan varios días, no se cambia de atuendo. Siempre con los mismos pantalones tobilleros y una casaca azul que no se quita ni para dormir.

Las denuncias que plantea el film quedan asfixiadas por esos defectos que terminan por desconcertar al espectador. El amor de la madre biológica y de la adoptiva queda patente, como también el nivel de corrupción existente en estos casos. ¿Es tan inocente la protagonista como para pensar que una acción de estas características se puede llevar a cabo sin coste alguno? Los personajes se desparraman y en todo ese contexto parece que la mayor apuesta de Diego Leman pasa por mostrar las carencias de una de las zonas más deprimidas de Argentina. La casa en la que vive Marcela y su entorno dan buena prueba de ello, como el achacoso hospital.

Se busca retratar la miseria y se deja en el olvido rematar otras cuestiones nada baladíes. Marcela le recrimina a Malena que tiene todo y ella nada, pero aunque se supone que por el título universitario de los esposos bonaerenses nada hace sospechar que se encuentren en una posición muy desahogada. Es más, el hombre viaja en un colectivo y la mujer conduce un utilitario. Nada fuera de orden.

From → Cine

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