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Qué fue de Brad (Brad’s Status) (***)

3 enero 2018

Diario íntimo de un insatisfecho

Aunque Brad disfruta de un matrimonio feliz, se siente apurado por su situación económica. Le quita el sueño percibir una buena herencia y comprobar como sus amigos del instituto han progresado y nadan en la abundancia. En viaje con su hijo a la Costa Este se verá obligado a revivir sus sentimientos de fracaso.

La crisis de la mediana edad ha sido retratada en el celuloide con mayor o menor fortuna. Casi siempre, sus propuestas repasan con nostalgia el pasado y temen de manera radical el futuro. Suelen alternar la comedia con el drama aunque suele son proclives a que haya más de lo segundo. En medio, una escapadita que sirve de añoranza y sitúa a los personajes en la realidad. Casi siempre hablamos de personas abatidas, frustradas o insatisfechas que, en la mayoría de los casos, terminan encontrando su lugar o adaptándose a él. Es la época del Big ChillReencuentro, 1983, que también retrató Lawrence Kasdan, aunque en este caso la preocupación no venga porque ya se haya vivido la mitad de la vida.

Brad Sloan –Ben Stiller- padece insomnio y en mitad de la noche inquiere a su esposa Melanie –Jenna Fisher- acerca de las posibilidades de una herencia por parte de sus mayores. Le preocupa pagar la Universidad de su hijo Troy –Austim Abrams- con quien no parece tener una comunicación fluida. En sus horas en vela repasa la trayectoria de sus mejores amigos del colegio, todos ellos nadando en la abundancia. Craig Fisher –Michael Sheen- es un asesor de la Casa Blanca, que aparece a diario en la pequeña pantalla, mientras que su esposa es una creadora importante a punto de vender una serie  la HBO.

No es el único, ya que Jason Hatfield –Luke Wilson- tiene su propio avión privado y el homosexual Nick Pascale no le anda a la zaga como productor cinematográfico. Este papel, aunque sin palabras, se lo reserva el director Mike White, un guionista brillante que por esta parcela en el film es candidato a los Gotham de cine independiente. Ante ellos, Brad opone su existencia de ciudadano medio, felizmente casado y con un trabajo que le satisface por su vertiente de ayuda humanitaria.

No se puede considerar al protagonista un fracasado, pero sí que apunta hacia una insatisfacción mayúscula porque entiende que su existencia no dejará huella. Lógicamente, todo es relativo. ¿Frustrado en comparación con quién? Si nos comparamos con Bill Gates o Amancio Ortega seguro que cada uno de nosotros sentiríamos lo mismo. Por eso es importante el viaje que lleva a cabo junto a Troy para que elija una Universidad. El muchacho quiere estudiar música y los centros se lo rifan. Puede elegir, incluso, Yale o Harvard, donde su padre no tuvo acceso.

Ese desplazamiento a la Costa Este, en el que se aprecia la afectividad de su esposa, ejerce de catarsis. Brad se reencuentra a sí mismo después de un cita para cenar con Craig, de convivir con su hijo y tener unas horas de asueto con dos chicas de la edad del muchacho: Ananya –Shazi Raja- y Maya –Luisa Lee-. Mientras sus amigos le reprochaban que se hubiese aislado en Sacramento, él se siente desplazado porque Nick no le hubiese invitado a su boda, donde podría enterarse que su mentor cuando era adolescente había fallecido y que el éxito de Jason tiende auna fachada de oropel.

Evidentemente, Brad no es triunfador, pero tampoco se le puede considerar un malogrado a pesar de que no pueda cambiar sus billetes de avión en clase turista por otros de ejecutivo o de que, cuando reserva una mesa en un restaurante le proporcionan la más ruidosa del establecimiento. No atienden a sus quejas, pero cuando aparece el exitoso Craig se apresuran a cambiarlos a otro lugar mejor. Es un ciudadano medio al que no le ofrecen tantas oportunidades para que pueda desechar algunas de ellas, ni posee un avión privado o una espléndida vivienda unifamiliar en la que se disfruta fiestas interminables más próximas a la de la mansión de Playboy.

Mike White desarrolla el guion con sensibilidad. Casi todo él dejado en manos de la voz en off de su protagonista. Una historia competente que le sirve a Ben Stiller para componer el mejor trabajo de su carrera cinematográfica. No necesita sus habituales muecas para convencer y se muestra como un actor sólido, capaz de emocionarnos y de hacernos sonreír. Es cierto que la película tiene un bache en el centro, pero se eleva a continuación y su parte final está a la altura de un inicio sorprendentemente bien ladrado. A la afección del personaje central colabora la partitura de Mark Mothersbaugh, reiterativa en los pasajes iniciales. Tanto, que lleva a superponerse sobre la trama, pero que contribuye a modelar de cara al público, la personalidad de su protagonista.

From → Cine

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