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Tres anuncios en las afueras (Three Billboards Outside Ebbing, Missouri) (****1/2)

12 enero 2018

Las vallas de la ira

En una pequeña localidad de Misuri una mujer alquila tres vallas publicitarias en las que pregunta al jefe de policía por qué no hay más datos acerca de la violación y asesinato de su hija, suceso acaecido siete meses antes. El hecho adquiere una notoria publicidad aunque la mayoría de los habitantes de la zona se posicionan contra la protagonista.

Mildred Hayes detiene su automóvil en un paraje osco. Una carretera poco transitada que muestra tres vallas publicitarias desvencijadas. Muchas cosas le pasaron entonces por su cabeza en aquel paraje donde su hija Ángela fue violada mientras quemaban su cuerpo.  Tres anuncios en las afueras de una pequeña localidad sureña. Tal vez, como los que vio el cineasta norirlandés Marin McDonagh cuando viajaba por la América profunda para comprender la idiosincrasia del país y gozó de una visión parecida.

¿Quién sería capaz de alquilar esos espacios publicitarios?, ¿una madre despechada, tal vez? La historia creció en la mente del autor británico que dio forma a una de las mejores producciones de 2017, acaparadora de premios en todos cuantos certámenes visitó, candidata a seis Globos de Oro y una de las más firmes apuestas para los Oscar. Su actriz principal, Frances McDormand, ofrece todo un curso de interpretación. Su trabajo está lleno de matices, inalcanzables para la mayoría de sus compañeras de profesión. Le secundan de forma muy solvente Woody Harrelson, como el sheriff, pero sobre todo San Rockwell, que encarna a un policía local irascible, racista, inmaduro y un gay reprimido.

En el apartado técnico, el guion, una comedia negra con ribetes de drama y thriller, apenas muestra defectos, la partitura de Cater Burwell es un plus y la puesta en escena es atractiva, con pasajes brillantes aunque con lagunas en el montaje. Desde el comienzo, parece difícil que alguien pueda resistirse al magnetismo de su actriz principal ni a los detalles que conforman cada uno de sus personajes. No se trata de una historia de buenos y malos. Todos ellos son personas consideradas obligados a llegar al límite por culpa de las circunstancias; y, al revés, seres que podrían ser detestables pero que muestran gran consideración. Ebbing, la localidad imaginaria en la que se desarrolla la historia, se podría traducir por cayendo. Y sí, los personajes se derrumban, pero también se elevan sobre sí mismos para dejar huella.

Cualquiera de ellos está condicionado por la ira, probablemente el pecado capital más importante para los norteamericanos. Mal enfocada, sólo conduce a más ira y únicamente desde la comprensión podemos revertirla a favor. Es difícil no justificar la ira de Mildred Hayes, cuya hija ha sido violada y asesinada, que ve pasar el tiempo sin que la policía encuentre al culpable mientras se entretiene en casos racistas o absolutamente superficiales. Qué decir del sheriff Bill Willoughby, enfermo de cáncer termina, que tras pasar un día idílico con su familia se pega un tiro en la cabeza en forma de eutanasia.

No son los únicos. El oficial Jason Dixon, homófobo e insensato, recurre siempre a la violencia. Alentado por el sargento Cedric Connolly –Zeljko  Ivanek, y presionado por su intransigente madre –Sandy Martin-, y con su sexualidad reprimida, golpea y arroja por la ventana al indefenso Red Welby –Caleb Landry Jones-detentador del espacio publicitario. Tampoco le anda a la zaga Charlie Hayes –John Hawkes -, el marido maltratador de Mildred, refugiado en brazos de la casi adolescente Penélope –Samara Weaving-, que descubre las malas relaciones entre la fallecida Ángela y su madre ante la mirada apocada y deprimida de Robbie -Lucas Hedges-, su otro hijo.

Los tres anuncios en las afueras de Ebbing llaman la atención de la televisión local y la mayor parte del pueblo se posiciona contra la protagonista. Quedan al margen Jerome –Darrell Britt-Gibson. Que colocó las vallas; su amiga y compañera de trabajo Denise –Amanda Warren-, que sufrirá las consecuencias;  y James –Peter Dinklage-, un enano vendedor de coches que piensa en Mildred como una posible compañera. Comedia y tragedia bien compensada siempre, es difícil encontrar una producción como ésta, que nos arranca sonrisas en medio del drama y nos hace sufrir e los pasajes más desgarradores.

Todos ellos, y algunos más, están perfectamente retratados en el sólido y redondo guion de McDonagh, que recurrió a parte del elenco de su anterior trabajo –Siete psicópatas– y a una descomunal Frances McDormand. Viendo su reacción, golpeando en los genitales a los compañeros de su hijo Robbie cuando le lanzan líquido a su auto, la creemos a pies juntillas. Mucho más, cuando agacha la cabeza para evitar una nueva agresión, o cuando, guiada por esa ira que ejerce como nexo de unión entre los personajes, lanza cócteles molotov a la comisaría de policía que cree deshabitada en ese momento.

From → Cine

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