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Historias de una indecisa (L’Embarras du choix) (**1/2)

10 marzo 2018

Entre la duda…

A sus cuarenta años Juliette sigue sin tomar decisiones. Optó por una en su vida, dejar que su padre eligiera por ella, y ahora se encuentra entre la espada y la pared. Dos hombres han entrado en su vida y cada uno es a cual más encantador. Esta vez la solución está en sus manos ya que la boda está fijada por ambos en la misma fecha.

La comedia francesa es especialista en sacarle partido a lo que ahora se denomina trastornos obsesivos compulsivos (TOC), eso que tan bien definió Jack Nicholson en Mejor… imposibleAs Good As It Gets, 1997-, aunque el término no estuviese acuñado. Sirve cualquier detalle, desde el tacaño imposible a, como en este caso, la mujer que entra en la mediana edad sin tomar decisiones. No sabe, no quiere y no puede. Todo a la vez. Eric Lavaine, todo un especialista en el género, ha firmado su mejor película hasta la fecha, con un guion que consigue sus mejores momentos en los aspectos críticos de la sociedad y una actriz, Alexandra Lamy, a quien encontró en Vuelta a casa de mi madre para conformar un tándem complementario.

Juliette puede que acepte responsabilidades, pero nunca le dejes elegir porque no sabrá hacerlo. Es capaz de tomarse todos los cócteles en un pub por dudar entre todos los que ofrece la carta, o almorzar un buen plato de casquería, algo que le repugna, por dejar a los demás que decidan por ella. Cuando era niña optó por dejar que su padre asumiera la responsabilidad y ha vivido a su socaire. Podríamos pensar que es poco creíble, y hemos de aceptar que no siempre se puede permitir la duda, aunque la película lo disimula. Lo malo es que cuando se muestra decidida siempre conlleva consecuencias determinantes.

Su último compañero sentimental rompió la relación cuando ella fue incapaz de elegir entre llamar a los bomberos o al servicio de urgencia después de que a él le hubiese picado una avispa en su boca. A raíz del suceso, sus dos mejores amigas, la reposada Joelle –Anne Marivin- y la libidinosa Sonia –Sabrina Ouazani- deciden ponerla en el mercado. Aquí es donde llegamos a las elecciones de Juliette, aunque ambas desemboquen en una duda mayúscula.

Por medio de una aplicación de contactos establece una cita a ciegas, pero una serie de coincidencias hace que se encuentre con Paul –Jamie Bamber-, un apuesto directivo de banca escocés a quien besa de forma alocada. Entre ambos surge una atracción evidente, pero él, que tiene su vida muy planificada, está comprometido desde prácticamente la infancia con la mujer que en poco tiempo convertirá en su esposa. Por eso, en el transcurso de una fiesta, la protagonista decide que se acostará con el primer hombre que elija un canapé de salmón. Resulta ser Étienne –Arnaud Ducret-, un acreditado chef, revoltoso y  adorable, quien congenia rápidamente con Richard –Lionnel Astier-, el padre de Juliette, que regenta un restaurante de comida típica auvernesa.

El idilio entre estos dos últimos personajes funciona. Máxime, cuando los dos restauradores deciden unir sus caminos. El problema es cuando regresa Paul, que ha dejado a su novia y a sus tradiciones porque cree que ha encontrado en París el amor de su vida. Juliette es incapaz de decidirse y se las apaña para encontrarse a solas con sus dos amantes quienes fijan la boda en la misma fecha. Esta vez no hay posibilidad de que nadie decida por ella y deberá decantarse por el atractivo escocés amante de los perfumes, y seguidor a ultranza de las tradiciones, o por el bullicioso chef que ha dado un nuevo sentido al negocio paterno.

Hay muchos puntos convencionales en la propuesta de Eric Lavaine. Se trata de una clásica comedia de enredo que se nutre de diversos clichés y que, en ese sentido, su singularidad no es apreciable. Ni siquiera en las amigas de la protagonista, que representan en yin y el yan. La originalidad y el valor intrínseco de esta producción radican en sus críticas sociales, que van desde la inmigración hasta el ensalzamiento de la cocina francesa, pasando por las diferencias entre franceses y británicos. También sobre las webs de contactos y sobre lo que representa la aparente seguridad tras un enlace matrimonial. Incluye algún que otro personaje equívoco, como Philippe –Jerôme Commandeur-, el marido de Joelle. Se trata de un tipo equívoco, que vive a expensas del salón de peluquería de su esposa y cuya finalidad en la vida, aparte de inmiscuirse en las conversaciones de chicas, es conseguir que su gato choque con una de las patas la palma de su mano.

El ritmo es adecuado y la sonrisa fácil en bastantes puntos de esta apuesta felizmente resuelta por Lavaine. Para ello cuenta con un actriz como Alexandra Lamy que resuelve con facilidad su aportación a la comedia, un género que es donde demuestra sentirse más a gusto. No hay pretensiones exacerbadas y busca únicamente el entretenimiento, por lo que en ese aspecto, sus logros parecen irrefutables. Se pasa una hora y media casi en un suspiro aunque si nos fijamos con atención, algunas secuencias parecen extraídas de otras producciones disfrutadas con anterioridad. Es su tratamiento y la seguridad de sus responsables, director y elenco, los que sirven de garantía para que pueda disfrutarse.

From → Cine

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